Al indagar en el archivo parroquial de Alboraia, el profesor jubilado e investigador Enric Climent se topó con Jaume Climent, nacido en 1540. Este hallazgo de uno de sus antepasados le motivó a profundizar en su árbol genealógico y tras 10 años y decenas de protocolos notariales e inventarios examinados (en el archivo del Patriarca, el del Regne, el de la Corona d'Aragó, el Nacional de Madrid, el municipal de Alboraia, el del Arzobispado y el de la Seu), ha reconstruido la historia de su familia a lo largo de cinco siglos, desde el labrador Joan Climent, nacido en 1451, hasta él mismo, y en medio otras 13 personas.

Este linaje es el hilo conductor de «Alboraia, cinc segles a través d'una família», el libro que acaba de publicar y presentar, que toma como pretexto a este linaje para narrar cómo afectaron importantes hechos históricos en la población y cómo era el modo de vida de la gente humilde.

«Esta investigación me ha permitido desmontar o discrepar de ciertas cosas que cuenta la historiografía oficial, y de la visión de personajes como Vicente Blasco Ibáñez o Teodor Llorente», explica Enric Climent, vecino de Foios.

El libro aborda, por ejemplo, cómo fue la muerte de Martí Climent, en 1544, que supuso tener que devolver la dote a su mujer, Úrsula, al tener propiedades separadas, por lo que la custodia de sus dos hijos pasó al cuñado. «El notario recogió al detalle los elementos de ajuar de la casa, los animales y el vestuario de ambos, como un jubón, una gonela de terciopelo, un vestido de seda o algunas joyas», cuenta.

Uno de los capítulos más interesantes afecta al siglo XVII ya que se produjo en Alboraia la primera crisis fiscal. Los lugareños no podían pagar al señorío de València el 'delme' (impuesto del 10 % del producto acabado), lo que provocó un intenso debate del Consell General sobre si había que aumentar los tributos sobre el vino o sobre las rentas altas, en el que ganó la primera.

Y frente a la tendencia histórica de considerar que hubo una fuerte crisis a finales del siglo XVII que «hacía necesaria la llegada de los borbones», Climent defiende todo lo contrario. «Alboraia tenía unos elevados niveles de bienestar ya que tenía médico y escuela. Además, en el presupuesto general se establecían subsidios para los pobres. Y entonces comenzó a construirse la nueva iglesia de la Asunción contratando a Francisco Padilla, autor de la puerta barroca de la Catedral», cuenta. Para apoyar la tesis, explica que en 1698, el presupuesto de ingresos era de 1.502 'lliures' y 10 'diners' mientras que los gastos ascendieron a 1.272 'lliures', lo que arrojó un superávit de 234.

En el siglo XVIII aparece Domingo Barco, un labrador partidario de Carlos de Austria -«para mí Carlos III porque era el rey»- que tuvo que marcharse a Barcelona con el archiduque tras la derrota en la guerra y acabó participando en la contienda austro-turca en 1716. Y en el XIX fue noticia el «Tramusseret» cuya historia de asesinatos, fugas y encarcelamientos llegó a publicarse en un diario inglés.

Climent opina que el arraigo del carlismo en Alboraia está relacionado con el cambio del sistema de arrendamiento de las tierras a raíz de la desamortización. «Se sustituye la enfiteusis, en la que el arrendatario era el amo de los usos, por el sistema que impone la burguesía», dice. La crisis por sequía de finales del XIX provocó el impago de los tributos y la expulsión de labradores. «Esta es la historia que da lugar a 'La Barraca' de Blasco Ibáñez solo que el relato manipula al lector a favor del esquirol frente a los que resisten al poder».