La enorme complejidad física y climática de la Serranía, con zonas de cultivo por encima de los 1.000 metros en su extremo noroeste (Losilla de Aras) y por debajo de los 200 en el sureste (Pedralba), hace que su sistema y su producción agraria sea muy diferente en cada una de las subunidades que se distinguen en ella.

Por un lado, está la Serranía Occidental, caracterizada por las Muelas de Alpuente y los valles de Tuéjar y Benagéber. Comprende los municipios de Aras de los Olmos, Titaguas, Alpuente, La Yesa, Benagéber y la mayor parte de los de Tuéjar, Chelva, Domeño y Loriguilla. Aquí las zonas hábiles para la agricultura están por encima de los 800 metros de altitud. Con un clima continental -temperaturas medias inferiores a 5 ºC en el mes más frío y heladas en invierno y primavera-, se ha reducido la gama de cultivos a los cereales, las patatas y el viñedo, aunque el almendro también ha conseguido aclimatarse.

La segunda subunidad ocupa las tierras intermedias, entre los 400 y los 800 metros de altitud, en la que están la Cubeta de Chelva-Tuéjar, el Llano del Villar, la parte alta del término de Chulilla y la zona central del Alcublas. El clima menos frío y limitante permite añadir cultivos como el olivo, el algarrobo y algunos árboles frutales.

La tercera área comprende el valle del Turia desde Chulilla hasta Pedralba, incluyendo Gestalgar y Bugarra. Las partes más bajas y abrigadas en torno a los 200 metros de altitud hacen posible el cultivo de una extensa gama de hortalizas y, sobre todo, de cítricos.

Mientras tanto, el sector ganadero en la Serranía ha experimentado un cambio radical, pasando de los rebaños de ovejas y cabras en libertad a granjas porcinas y avícolas. Tras el inicio de la emigración rural se produjo una reducción considerable de la cabaña tanto ovina como bovina en la comarca. Mientras, las granjas de porcino pasaron de las 7.500 cabezas de 1970 a las más de 100.000 en 2009. Asimismo, las granjas avícolas suman más de 1,1 millones de cabezas en la Serranía.

La complicación de la altitud

El carácter eminentemente montuoso del Rincón de Ademuz, por su parte, no invita al ejercicio de la agricultura, a excepción de las estrechas y alargadas vegas del río Turia y sus afluentes Ebrón y Boilgues, donde gracias al recurso del riego se ha ido alimentando a la población local. A ellas se pueden añadir algunas llanuras de cereales como la del Pinar o la de las Tóvedas. Las laderas de las montañas, si no son muy escarpadas, estuvieron en su día plantadas de viñas y hoy lo están de olivos y almendros, pero cada vez más desatendidos.

La altitud, con dos terceras partes del territorio a más de 1.000 metros, y un clima demasiado frío tan solo permiten el desarrollo del centeno y las patatas. Tan es así que tan sólo hay unas 3.700 hectáreas cultivadas, equivalentes a un 10 % de la superficie comarcal. No obstante, en ciertos terrenos de regadío -que cuentan con una docena de azudes y acequias- se cultivan hortalizas para el consumo doméstico, maíz, alfalfa y árboles frutales diseminados que, por ejemplo, dan la singular manzana esperiega del Rincón de Ademuz.

En cuanto a la ganadería, en épocas pasadas su cabaña llegó a superar las 15.000 cabezas entre ovino y caprino, además de cerdos, conejos y gallinas. La despoblación de la comarca ha hecho que ahora apenas queden algunos pastores que siguen con sus rebaños y tan solo unas 9.000 cabezas.