El objetivo era sacar adelante antes de las elecciones el nuevo Plan Estructural, que finiquita el modelo del ladrillo y apuesta por el desarrollo agroalimentario (por algo Dénia es Ciudad Creativa de la Gastronomía de la Unesco). No ha podido ser. Pero los mimbres están puestos. El alcalde, Vicent Grimalt, ha convocado para el lunes un pleno extraordinario en el que se resolverán las alegaciones y se dará luz verde al PGE (Plan General Estructural 2019). El gobierno local (PSPV y Compromís) concluye la tramitación municipal del nuevo planeamiento, que ahora elevará a la consellería para que emita la evaluación ambiental estratégica.

La Lotup marca un plazo de tres meses para ese trámite. Pero, en plenas elecciones, es más que previsible que tarde un poco más en producirse ese último paso, el que supone que Dénia tenga por fin un plan general con todas las de la ley. La ciudad encadena planes y normas transitorias desde 2005. Antes los tribunales tumbaron el PGOU de 1990.

Dénia necesita como el respirar un plan estructural sostenible y que acabe con la incertidumbre. El juzgado anuló el del 90 por no cumplir ni de lejos los estándares de zonas verdes. Además, preveía que la ciudad creciera hasta los 180.000 habitantes. El de 1972, el único que no invalidaron los tribunales, era un monumento al desarrollismo. Para salir del paso, se han aprobado planes, regímenes y normas transitorias o de mínimos.

Ahora, por fin, se vislumbra el fin de la provisionalidad y se dibujan las líneas de un modelo de ciudad que permite a Dénia desembarazarse de la dependencia de la construcción y apostar por un turismo que da valor a la gastronomía, la cultura, el paisaje, la naturaleza y la agricultura.