Tres mujeres toman café en el bar de la plaza donde está montado el mercado. No habrá más de diez paradas, pero tampoco hay más de una decena de personas comprando. Es Alcublas, un pueblo de 700 habitantes (censados). El miércoles la Mancomunidad de La Serranía en colaboración con el ayuntamiento celebraron el Día de la Mujer Rural, una figura omitida en cualquier relato que es, en realidad, quien habita el pueblo durante el día mientras los hombres trabajan el campo.

Blanca Pastor es la alcaldesa de Alcublas. Son las 11 de la mañana y llega deprisa al ayuntamiento a recoger su móvil y salir disparada hacia Málaga, donde se celebra el Pacto de Alcaldes por el Clima Sostenible. Ella lidera un equipo de gobierno con cuatro mujeres y dos hombres al frente, y no duda en afirmar que la mirada de una alcaldesa no es la misma que la de un alcalde: «Nos fijamos en los matices». Con ella están -por casualidad y camino al mercado para comprar el aperitivo de la fiesta- dos de las concejalas. Son María Jesús Cubells, resposable de Cultura, y Maribel Martínez, de Deporte. En el caso de Cubells, vive en València y va todos los días a su pueblo. No es el caso de Martínez, que reside allí de manera permanente. Ninguna cobra por su cargo público; consiguen un sueldo a base de unir trabajos esporádicos -en su mayoría, de cuidados o limpieza- en el mismo pueblo.

Con la comitiva municipal va Marta. Tiene 24 años y lleva algo más de un año viviendo en Alcublas, el pueblo de su padre. Encontró trabajo de limpiadora y pese a tener formación en estética, prefiere quedarse aquí. A penas hay gente de su edad y los que hay pasan el día en el trabajo. «Al campo van ellos, pero también van las mujeres y eso no se reconoce nunca», lamenta. Sin embargo, la agente de Igualdad de la mancomunidad, Jenifer Rodríguez, incide en que son las mujeres las que cargan con buena parte de la administración del campo. Ellos hacen el trabajo «físico», ellas gestionan ayudas, subvenciones y pagan facturas. «Es sorprendente, porque creen que eso no es un trabajo, pero si lo hiciera una persona contratada estaría remunerado».

No es el caso de Lola Mañes. Siempre ha vivido en el pueblo y cuando murió su suegra, decidió quedarse con la granja de aves que su marido gestionaba. Ahora está ella al frente, y se encarga de recibir, alimentar y vender a pollos para la alimentación. Es, además, la presidenta de la Asociación de Mujeres de Alcublas. Su inspiración ha sido su tia, Pilar Bonet. Fue la primera concejala que hubo en Alcublas hace 30 años, «una adelantada a su tiempo», dice Lola. El cargo público fue solo uno de la decena que ha desempeñado en su vida y por los que no percibe ninguna pensión. Eso sí: se congratula cuando habla de sus hijas. «Una médica, otra ingeniera de caminos y la tercera, profesora», dice.

Inma Alcañiz es la vicepresidenta de la asociación. Es de Campanar (València) y llegó a Alcublas porque la familia de su marido residía allí. No quiere volverse, ni siquiera ahora que sus hijos estudian en la capital y ella, como ama de casa, ya solo vive con su marido. En el caso de Amparo Mateo, en València no encontraba trabajo y le salió una oportunidad en su pueblo de verano, donde ahora trabaja en el supermercado.

Su compañera, Silvia Quílez, lleva cuatro años en el pueblo serrano. Es de Teruel y cuando conoció a su pareja, no dudó en ir a su pueblo. «Si quieres trabajar, hay trabajo en Alcublas». Ha recogido naranjas, ha sido camarera y ahora es cajera. Su plan de vida es quedarse y formar una familia aquí.

Algo así le sucedió a Isabel Martínez, de Albacete y residente en València. Fue su marido quien le dio a conocer Alcublas y de pasar las vacaciones terminaron por pasar la jubilación. No solo ellos: su hija, Patricia, es una de las concejalas del equipo de gobierno donde, como en el pueblo, reinan las mujeres.