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Las 100 bombas que la Legión Cóndor dejó caer sobre Chiva

Un libro recopila datos exhaustivos y objetivos sobre el ataque del bando nacional hace ahora 81 años

Las 100 bombas que la Legión Cóndor dejó caer sobre Chiva

En la mañana del 3 de diciembre de 1938, las alarmas antiaéreas de Sagunt y València saltaron. Una escuadrilla de la Legión Cóndor acababa de atravesar el espacio aéreo. El aviso no tardó en llegar a la base de la Señera, donde el Teniente Benigno Fernández Montes, fue llamado para oponer resistencia junto a dos aviones más. Los dos subordinados despegaron antes, dirección a la capital, pero Fernández Montes, con meses de experiencia en combates continuos, ya conocía la lo sucedido y se dirigió al oeste, a Chiva, que por aquel entonces estaba concentrando tropas y armamento para una futura ofensiva. Los nacionales habían tenido conocimiento y no dudaron en atacar Chiva, Buñol y Villar del Arzobispo; a Fernández Montes tampoco le tembló el pulso en dirigir su caza hacia la Legión Cóndor, con 42 aviones sobrevolando el cielo valenciano. El teniente republicano se enfrentó a seis de ellos, encargados de ahuyentar al republicano que trataba de enturbiar la operación.

Pero Fernández Montes derribó a uno de ellos contra todo pronóstico. Un avión de la escuadrilla Jagdstaffel /88 pilotado por el alemán Walter März, derribado por el español en la montaña chivana. «Fueron los dos pilotos más sobresalientes del bombardeo», destaca Salvador Bayot, escritor del libro «Legión Cóndor sobre València. El bombardeo de Chiva 1938». «He querido ir más allá con un estudio de carácter objetivo, con nombre y cara de los protagonistas, víctimas y aviadores de ambos bandos», matiza.

El pasado sábado, Chiva acogió la presentación del libro, impulsado por el Centro de Estudios Chivanos y amparado por el propio ayuntamiento. Bayot comenzó esta obra por las historias que los más mayores del pueblo le contaron durante su servicio de más de 11 años en esta localidad. «Me acordé de mi abuelo y sus batallitas en el bando republicano, soy un lector voraz de la Guerra Civil y preguntando a los mayores recopilé muchos datos, la mayoría contradictorios», explica. Es lo que le llevó a tomar las riendas y bucear en los archivos militares del 3 de diciembre de 1938.

Su obra forma parte ahora de una («nada extensa») bibliografía sobre la Guerra Civil en València. «Aquí no se ha fomentado este tipo de relatos, en Cataluña hay mucho más. Hay que buscar en libros locales y en crónicas de la prensa, como las de Levante-EMV de la época», subraya.

Ahora, y tras algunos años recopilando archivos, sabe qué aviones se utilizaron en el bombardeo, su recorrido y quiénes fueron los pilotos. «Los archivos militares están abiertos a cualquier ciudadano previa solicitud pero, eso sí, hay que saber pedirlos, porque es información muy concreta», señala. Una vez entendió el sistema, Bayot tiene hasta las comunicaciones que uno y otro bando utilizaban para dar parte a sus superiores.

Bayot hace hincapié en que los bombardeos y, en concreto, los de Chiva, Buñol y Villar del Arzobispo no tenían como objetivo «aterrorizar» a la población civil. «Hay que verlo desde una perspectiva práctica y militar», explica. «En el caso de esta misión, en Chiva se concentraban tropas, Estados Mayores, baterías de artillería y depósitos de armas y municiones, muchos de ellos ubicados en el mismo casco urbano. Esta concentración se realizó en previsión de una inminente acción», señala.

A las 11:20 de la mañana, 5 aviones Dornier Do-17 E-1 «Bacalaos» y 27 aviones Heinkel HE-111 B «Pedros» salieron del aeródromo de Sanjurjo, en Zaragoza. Al mismo tiempo, desde La Cenia en Tarragona despegaron 10 cazas Messerschmitt Bf-109. Todos pusieron dirección sur.

«Muy posiblemente los grupos se unieron en las cercanías de Villar del Arzobispo, donde dejaron caer entre 8 y 10 bombas de 50 kilos en el aeródromo de la Casa Roger, sin causar víctimas, y desaparecieron rumbo sur», relata Bayot.

Fue a las 12:20 horas del medio día cuando bombardearon Chiva arrojando unas 100 bombas de entre 40 y 100 kilos, según los archivos republicanos. «Fueron más seguro», afirma Bayot. «Iban muy cargados como para arrojar solo cien, hay que pensar que estos datos son el juicio del soldado que vigilaba la población, que hacía un cálculo completamente a ojo». 34 bombas fueron arrojadas al casco urbano, donde destruyeron 18 edificios. Cuatro cayeron en la estación de tren y 10 en la loma del castillo. El resto cayó sobre la huerta. «Se contabilizan 2 mujeres muertas y 22 heridos, pero fueron 3 víctimas ya que uno de los heridos murió después», explica el autor.

Bayot explica que no hubo que lamentar más víctimas mortales gracias a los refugios antiaéreos de la localidad. Además, muchos vecinos volvían del cementerio, lo que les alejó del casco urbano, mientras que los niños estaban en el colegio que no fue atacado.

Tan solo cinco minutos después de Chiva, sobrevolando la carretera de Madrid, el grupo de combate bombardeó la Fábrica de Armas nº 12 de Buñol y la cementera RAFF, sobre las que descargaron otras 100 bombas que causaron la muerte a 3 hombres, 2 mujeres y un total de 15 heridos.

Fue en la huida del grupo hacia el norte cuando aparece el caza republicano Polikarpov I-15 «Chato», pilotado por el teniente Fernández Montes, seguido por sus dos compañeros y 11 más que despegaron posteriormente desde La Señera. Entablan combate con los bombarderos nacionales más rezagados y «contra todo pronóstico», derriba al moderno caza alemán Messerschmitt que cae incendiado. Su piloto, Walter Maerz, logró zafarse del aparato en llamas y cayó en paracaídas sobre el monte chivano. «Después fue capturado en Cheste, herido por quemaduras en cara y manos», concluye.

Al hilo de estos bombardeos sobre núcleos urbanos, Bayot ha recuperado un comunicado donde el General Francisco Franco empieza a poner coto a las actuaciones de los alemanes. Prohibía a partir de marzo de 1938 bombardear los cascos urbanos de las poblaciones. Se trataba de «evitar los excesos que se estaban produciendo por parte de la Legión Cóndor», explica Bayot, y el dictador pedía que «si se recibe como misión atacar alguna población, entenderán deben atacar los alrededores de la población».

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