Todo se hunde en la niebla del olvido, pero cuando la niebla se despeja, el olvido está lleno de memoria.» M. Benedetti .

Es necesario recordar y decir. Más aún en estos estremecidos momentos. Y, así, abrazar los sueños de libertad de los ausentes que nos fueron ayudando a adecentar los caminos que debíamos de transitar en los tiempos sórdidos y más adversos de la dictadura. Recordar que en España existía desde el 14 de abril de 1931 un régimen democrático salido y pasado por las urnas, que se atrevió a iniciar unas medidas para tratar de conseguir una sociedad más equitativa en oportunidades. Decir que era un intento de permitir a la mayoría del pueblo sortear las inclemencias de la noche.

Recordar las distintas reformas emprendidas, agraria, militar, establecer un sentido laico en el Estado. Recordar la consecución de derechos de la mujer, al divorcio, al voto. Decir pues que eran los comienzos legales para desarrollar la emancipación de las llamadas clases subalternas, poniendo límites a los excesivos privilegios de las capas dominantes. Recordar que fue especialmente importante el esfuerzo educativo por extender el conocimiento y acabar con la lacra del analfabetismo. Era terminar con la ignorancia del pueblo que tantos réditos ha otorgado siempre a los poderosos. Y ahí estuvieron la creación de escuelas y bibliotecas públicas, la formación de maestras y maestros para enseñar y formar a ciudadanos libres y conscientes. Decir que esos eran los cimientos para avanzar hacia esa sociedad de progreso.

Recordar que esas fuerzas reformistas ganaron las elecciones de febrero de 1936 con su programa común de Frente Popular. Recordar que esta derrota electoral de las fuerzas más conservadoras impulsó su conspiración contra la República y como su punta de lanza el Golpe de Estado o Alzamiento Nacional como ellos llamaron, encabezado por algunos jefes militares, quebrantando así su juramento de lealtad a la legalidad constitucional republicana.

Recordar que el fracaso relativo de ese golpe militar, por la oposición de una gran parte de las fuerzas democráticas, dio lugar a una larga guerra civil de cerca de tres años de duración. Guerra que, por supuesto, no iniciaron, ni querían ni beneficiaba a las fuerzas reformistas que acababan de ganar unas elecciones generales.

Recordar que, aunque hubo un parte final de guerra el 1º de abril de 1939, la victoria de los vencedores siguió con la instauración de una dictadura militar y civil que duró cerca de 40 años. Decir que para esa duración fue imprescindible, por una parte, el reparto de privilegios entre los triunfadores y, por otra, las medidas de terror y de miseria para sujetar a esa población vencida.

Recordar la durísima represión de la inacabable postguerra, como los consejos de guerra para sentenciar en sumarísimos de urgencia a los perdedores, como en el caso de Mariano Pinilla Pinilla. Y decir, por lo anterior, que resulta retorcido e hipócrita calificar de «un delito de adhesión a la rebelión» a Mariano Pinilla, y a miles de ciudadanos que, como él, cumplieron con su trabajo y su apoyo al legal régimen de la República.

Recordar que representantes de la FET y de las JONS denunciaron a Pinilla ante la guardia civil, detenido por ésta y entregado a las fuerzas militares de ocupación y encerrado en la cárcel habilitada de Sagunto hasta su citado consejo de guerra, sin posibilidad de defensa ni garantías jurídicas. Siendo condenado a la pena de Muerte, a pesar de no haber pruebas de hechos delictivos ni aceptar Mariano Pinilla los cargos que le quisieron imputar. Solamente aceptó «que pertenece a la CNT desde su fundación en el Puerto de Sagunto, no habiendo ocupado cargo directivo alguno» y también afirmó que durante toda la guerra «no ha dejado de asistir un solo día al trabajo, como se puede comprobar en los libros registros de la Empresa». Pero incluso aceptar eso era reconocer que tenía una consciencia social al formar parte de un sindicato de trabajadores y además una actitud de defensa de la República del pueblo al no ausentarse de su trabajo, a pesar de los numerosos bombardeos sufridos, y contribuir a ese esfuerzo que se necesitaba en una industria de armamento clave como era la Compañía Siderúrgica del Mediterráneo de Puerto Sagunto. Decir que no es lo mismo luchar por acabar con la libertad que participar en su defensa.

Por ello, la recuperación de los restos mortales de Mariano Pinilla Pinilla, y de otras personas en sus circunstancias, es, además de un acto de justicia, la oportunidad de reconstruir nuestra geografía social y sentimental, por lo tanto, un deber moral e intelectual de nuestra sociedad.

Confirmando los versos iniciales de Benedetti, la también escritora Dulce Chacón dijo: «? no caigamos en creer que existe el olvido: existe el silencio; pero el olvido no: el olvido nunca». Y por eso estamos hoy aquí, para acompañar con nuestra memoria y, sobre todo, con nuestro cariño.

Nota. - Texto leído, el sábado 7 de marzo de 2020, en el homenaje a la memoria de Mariano Pinilla en el entierro de sus restos en el cementerio de Puerto Sagunto, después de ser recuperados de la fosa del cementerio de Paterna donde fue fusilado el 28 de julio de 1939.