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Una romería hecha desde el recuerdo

El pueblo de Alcublas confía en el año próximo para poder volver a disfrutar de este día inolvidable

Una romería hecha desde el recuerdo

El volteo general de campanas advierte que transitamos un día grande, de los que quedan garabateados para siempre en la retina y la memoria. En las casas comienza a amanecer mientras las mujeres bregan con las viandas para encajarlas en cestas y cajas propicias para el transporte. La víspera se forjó el ritual culinario aderezado con las justas dosis de cariño e ilusión: Las empanadillas de pisto para el almuerzo, las tortillas de patata bien hermosas, bocadillos y, para la comida, palabras mayores: ensaladilla, suculentos embutidos de orza, jugoso conejo al ajillo, almendras fritas o tostadas, olivas marcidas, partidas o de sosa, apetitosos caracoles en salsa, y un colofón propio de grandes eventos: congretes, mantecados, rosigones y cocas. Mientras, en la calle, con la aún tibia mirada del primer sol, coches y furgonetas cargan mesas y sillas. Aunque la luz es aún uniforme, los destellos metálicos de trompetas y trombones pintan ya el día con los primeros colores. Son los músicos de la centenaria Unión Musical Alcublana que se van congregando en la plaza de la Iglesia.

Las calles están atestadas de gentes que van y vienen y se saludan y abrazan con regocijo en un día que es de todos y para todos. Muchos de ellos no se han visto en meses, puede que en años, pero no hay excepciones. Es tiempo de reencuentros. No hay distinción entre amigos, familiares o descendientes de alcublanos que tienen marcada esta fecha en el calendario como la tuvieron sus padres y sus abuelos.

A las 8 horas, puntual, la imagen de yeso blanco de la Virgen de la Cueva Santa sale de la Iglesia San Antonio Abad porteada por los jóvenes que cumplen 21 años y que, desde 1990, son además los organizadores de las fiestas patronales que vendrán en agosto. Con la presencia de la virgen, todos los elementos de la fiesta están en la plaza. Comienza ahora la magia de los días especiales.

En pasacalle y a ritmo de pasodoble, romeros, músicos y vecinos se apelotonan en la ermita de Santa Bárbara, donde el párroco despide a la comitiva. Se cuentan por cientos quienes inician el camino hasta el santuario. La mayor parte a pie. Algunos, los más mayores, regresan a sus casas para hacer en coche ese trayecto que tantas veces recorrieron. Doce kilómetros dan para mucho. Son toda una historia: la que unos ríen en presente y otros recomponen en un puzle de anécdotas comunes de las que quedaron en el almacén de los años vividos. La mitad del camino obliga a un alto. No es una parada aleatoria. Es la exacta pausa en "el Descansador". Las empanadillas y tortillas se entrevén en la boscosa explanada. Tras el pequeño paréntesis, el camino continúa hasta el santuario, con niños y niñas que se suman a los romeros en esta última parte del camino. Unos a pie y otros en carrito o mochila en las espaldas de sus padres.

A escasos metros la Cueva Santa, el alcalde de Altura espera al séquito para efectuar el solemne intercambio de varas entre primeros ediles. Un gesto simbólico por el que ese día, el municipio valenciano ostenta la vara de mando del santuario castellonense. Los fieles abarrotan la Cueva para escuchar la misa. Mientras, en la explanada, los más pequeños recorren inquietos los puestos de juguetes y la tómbola. Tíos y abuelos en un abrir y cerrar de ojos colmarán sus deseos.

Pasodobles entre aplausos

Tras la eucaristía, la banda reparte pasodobles entre los concentrados. Siempre hay valientes que se atreven a marcarse unos pasos, que todos aplauden entre risas y halagos. La fotografía posterior está repleta de familias que disfrutan de comida y compañía. Son voces del presente y ecos de un pasado que se ha reproducido, hasta los tiempos del coronavirus, año tras año.

Tras los cánticos de despedida a la Virgen, parte de los romeros vuelve a Alcublas andando, de nuevo 12 quilómetros, esta vez con ese algo más de parsimonia y silencio que tienen los retornos. Otros, han dado por completo el día y regresan en coche. Son muchos los que, durante el año, brindaron a la Virgen la promesa de hacer "ida y vuelta". Una parada rápida para beber agua fresca en La Montanera y a continuar hasta el pueblo. Las campanas, la banda y los vecinos esperan entre aplausos la llegada de los romeros que han completado la peregrinación. La emoción borra el cansancio.

Así ha sido durante más de 400 años. Alcublas ha cambiado hoy las viandas empaquetadas por un pequeño riachuelo de frustración que ha recorrido las sinuosas calles del municipio. La pandemia mundial no atiende a razones y también ha impedido cumplir con esta tradición. Más de cuatro siglos de romería que han tejido vínculos sentimentales generación tras generación.

Los últimos quintos del siglo XX, aquellos que nacieron en 1999, han sufrido la primera pandemia del siglo XXI el año que debían protagonizar el traslado de la imagen de la Virgen de la Cueva Santa, suspendida sin fecha conocida y con las fiestas de agosto en el aire.

Pero, como se sabe, un pueblo unido nunca se rinde y los quintos y quintas han convocado por las redes sociales un maratón fotográfico de recuerdos. La Asociación Cultural Aires Serranos ha organizado un baile virtual de la jota alcublana con decenas de niñas y jóvenes participando. Porque, como se sabe, un pueblo unido siempre se sale con la suya y a buen seguro que hoy, romeros, músicos y vecinos han desfilado en romería de recuerdos, como cada año, hasta la Cueva Santa.

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