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Un culto viajero alemán en la Dénia de 1929

Christiansen, escritor de libros de viajes y apasionado de Goethe, descubrió "la delicia" de bañarse en las playas y la gloria de un castillo repleto de viñas

Un puerto «lleno de sedimentos», que había dejado atrás el cosmopolita trajín de la edad dorada del comercio de la pasa. Un castillo privado y convertido en una finca de viñas. Y un pueblo cuya población había «disminuido hasta la cuarta parte» de la que tuvo en el «florecimiento del periodo moro». Esa fue la impresión que se llevó de Dénia Friedrich Christiansen, un culto viajero alemán apasionado lector de Goethe que trató de vislumbrar en un periplo por lo que él llamaba la «Riviera española» los signos de un «glorioso pasado». Sus fotografías, magníficas, y sus reflexiones, reflejan que encontró, más bien, miseria y ruina. Estuvo en Dénia y también pasó por Calp en 1929, en el periodo europeo de entreguerras. Christiansen plasmó ese viaje en el libro Die Spanische Riviera und Mallorca, que vio la luz en Berlín. El viajero influyó en la visión que sus compatriotas tuvieron de este litoral mediterráneo. En ese momento, Alemania vivía el convulso momento de la República de Weimar y la ascensión de Hitler y el nazismo. Christiansen nada tiene que ver con el militar nazi del mismo nombre condenado por crímenes de guerra.

El arqueólogo Josep A. Gisbert adquirió en 2017 una primera edición de este libro de viajes. Le llamó la atención la preciosa fotografía que Christiansen había tomado de Dénia desde lo alto del castillo. Este prototurista alemán (sus compatriotas redescubrieron la Marina Alta en los años 60 del siglo XX) idealiza las antiguas gestas históricas del descubrimiento de América y de la reconquista. Cita a Goethe. En Dénia, quiso subir al castillo, que entonces era privado. Gisbert apunta que debió cumplir el protocolo de acudir al hotel o casino dianense y allí pedir una autorización por escrito a Juan Morand, presidente de la sociedad de los dueños de la fortaleza.

Es evidente que el pasado de Dénia le impresionó. En su libro, destacó que en la antigüedad se erigió en la ciudad un templo de Diana. «También tuvo su florecimiento durante el periodo moro. Hoy en día, su población ha disminuido hasta la cuarta parte de ese tiempo».

Christiansen no oculta la simpatía que le inspiran los españoles por haber luchado contra las tropas francesas y napoleónicas. Subraya que los dianenses, acastillados y asediados, «se defendieron heroicamente durante cinco meses contra la enorme superioridad del enemigo».

Pero el viajero también retrata los signos de esa Dénia que todavía no había superado el tremendo golpe de la filoxera y de la ruina del comercio de la pasa. «El puerto está lleno de sedimentos, por lo que los barcos de carga tienen que anclar en la rada».

Lo que le seduce totalmente es la playa. «Lo más delicioso es bañarse en esta silenciosa y tranquila bahía de arena. Aparte de los huéspedes del sanatorio, no hay muchos extraños que conozcan los esplendores de esta costa», dice el viajero, que deja una reflexión muy actual. Recalca que es «una ventaja para la belleza de la naturaleza» que el mundo de 1929 desconociera lo que él llama la «Riviera española».

«Friedrich Christiansen viajó, conoció, describió impresiones, retazos de los encantos y la realidad de nuestra tierra. Su traducción, difusión y puesta en valor es importante, porque es arte y parte de nuestro patrimonio cultural. Son testimonios literarios y relatos de interés para reconstruir un mundo y un tiempo. Un mundo desaparecido y un tiempo que no debemos excluir de la memoria», recalca el arqueólogo Josep A. Gisbert.

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