Protegidos contra el virus, pero expuestos a dar un mal paso. La Cova Tallada de Xàbia, uno de los parajes litorales más bellos del litoral valenciano, reestrenó el lunes la «nueva normalidad» de la limitación de visitas. El pasado verano ya se estableció la reserva previa y el tope diario de 370 visitantes llegados por tierra y 112 por mar. Además, los excursionistas, al hacer ahora la reserva, se comprometen a llevar mascarillas y guantes o geles hidroalcohólicos para desinfectarse las manos tras agarrarse a los pasamanos y cadenas de la tortuosa senda que conduce hasta esta gruta litoral, que forma parte del parque natural del Montgó.

Este diario ha comprobado que la mascarilla es el evangelio, es decir, que los senderistas cumplen a rajatabla la obligación de llevarla a mano y de ponérsela cuando «tropiezan» con los excursionistas que caminan de cara a ellos. Además, la vigilante del parque del Montgó que constata en el inicio de la senda, en les Rotes de Dénia (arranca en la calle Vía Láctea, que sube a la Torre del Gerro), que sólo se accede con reserva, les recuerda que la trocha es estrecha y que, dado que resulta imposible guardar la distancia de seguridad, deben protegerse con la mascarilla. La vigilante, la bióloga Tere Bou, conoce la cueva y este litoral como la palma de la mano. Con amabilidad exquisita, advierte a los senderistas de la dificultad de la senda y de que hay tramos que echan para atrás a quienes sufren vértigo. También les pide que no dejen residuos en la gruta.

El lunes, el primer día de la fase 3 de la desescalada, el que se abrieron las fronteras entre las provincias, ya viajaron desde València turistas que querían descubrir la Cova Tallada. Esta caverna, de paredes cortadas a cuchillo (fue una antigua cantera de la que se sacaron sillares de piedra tosca), ejerce una poderosa atracción. También llegaron senderistas desde Alicante y la Vila Joiosa.

Un trecho de media hora

Todos se protegían de contagios. Pero muchos de ellos olvidaron esa máxima de vestirse por los pies. Se plantaron en el inicio de la senda calzados con chanclas. Esto revela un gran desconocimiento del camino, que tiene tramos muy complicados. La vigilante les insiste en que es imprescindible llevar zapatillas de deporte o, mejor, calzado de montaña. Pero los excursionistas tiran para adelante. Y pasan las de Caín. Hay que caminar un buen trecho (se tarda media hora) y pisar piedras de punta y losas que resbalan y bajar y subir por escalones labrados en la roca. Lo menos que puede pasar al ir calzado con chanclas es dar un traspié y torcerse un tobillo.

La limitación de visitas frenó el pasado verano la masificación que había sufrido este paraje en años anteriores. Su riqueza natural estaba en peligro. Los bañistas dañaban los vermétidos (moluscos endémicos del Mediterráneo declarados especie «vulnerable) que habitan en las rocas mesolitorales.