Los cazadores son conscientes de que, en general, no gozan de gran popularidad. Pese a ello, sostienen que su actividad es de gran utilidad para la sociedad. «La gente piensa que somos asesinos, ya no hay pedagogía en las escuelas que explique nuestra labor», lamenta Marcos Alós, presidente del colectivo de cazadores de Sumacàrcer.
Los jabalíes, por ejemplo, campan a sus anchas. Son auténticas moles capaces de generar graves problemas en la circulación. «El jabalí es uno de esos animales que se tiene que cazar. No hablamos de erradicarlo, para nada, pero se tiene que controlar para mantener el equilibro», expone el representante de los cazadores de Alzira, José Antonio Ferrer. Su actividad permite reducir poblaciones hasta niveles que no afecten a la civilizaciones, «a más reproducción de jabalíes, más accidentes de tráfico», añade.
Asimismo, el control de algunos animales permite frenar el avance de enfermedades. Sin ir más lejos, la cabra montés es conocida por propagar la sarna. La reducción de su población, sin poner en peligro su existencia, mantiene a raya este problema de salud.
