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"La Criminala", cien años del espantoso infanticidio que todavía estremece a Xàbia

Jaume Castell estrena en el Portitxol, donde ocurrieron los hechos, el documental que reconstruye la historia de Úrsula Tachó, que asesinó a su hijastro de 5 años - A ella la mataron después sus criados

El escritor Bernat Capó, fallecido hace tres años, aportó su crucial testimonio. levante-emv

El sol se esconde tras el Montgó y las tinieblas empiezan a apoderarse de la luminosa costa del Portitxol de Xàbia. En un pared enjalbegada de una casa centenaria, cobra vida el pasado. Si las paredes hablasen... Pues sí, hablan. Y desvelan la verdad del crimen más espantoso. Ahora se cumple un siglo del asesinato de Bartolomé, un niño de 5 años adorado por los vecinos del Portitxol. Lo mató su madrastra, Úrsula Tachó Ribes, apodada la Criminala. La citada pared sirvió el sábado de pantalla para el estreno del documental en el que Jaume Castell reconstruye aquellos terribles hechos. «Creo que ningún guionista hubiera podido urdir una historia como ésta. He dedicado siete años a rescatar testimonios y documentos», explicó ayer a Levante-EMV el realizador.

Castell ha logrado a través de testimonios, de los artículos de prensa que recogieron el «horrendo crimen» y el «salvajismo de la madrastra» y de los expedientes de los juzgados arrojar luz sobre aquel tremendo suceso que todavía hoy espeluzna a los vecinos de Xàbia. «Tras la proyección, la gente hacía corrillos y hablaba sin parar. Es una historia que está viva. Estoy muy satisfecho de cómo ha quedado el documental», indicó el realizador.

El documental arranca con el crucial testimonio del escritor y periodista benissero Bernat Capó, fallecido hace tres años. Capó noveló la historia en su libro La Criminala. Además, era primo de Bartolomé. «Mi abuela nos contaba una y otra vez aquella desventurada historia», afirma el escritor en el audiovisual.

Los vecinos de toda la vida del Portitxol no han olvidado a Úrsula, «un demonio». Se casó con Modesto Sendra, un carabinero que vigilaba el Portitxol (entonces costa de estraperlo) que había enviudado y tenía dos hijos. La niña se crió con su abuela. Al pequeño Bartolomé, su madrastra, embarazada, lo aborrecía. Lo arrojó a un pozo. Un vecino lo rescató. Machacaba cristales y se los echaba en el arroz. Una noche de 1920, a las dos de la madrugada, Úrsula lo estranguló mientras dormía. Luego le clavó una aguja «espardenyera» por el oído. Finalmente, quemó el cadáver.

Úrsula fue juzgada en la Audiencia de Alicante en 1921. Compareció con una camisa de fuerza. Su defensa alegó que cometió el crimen movida por la locura. Seis médicos confirmaron que sufría demencia. El juez admitió sentir «conmiseración» hacia la acusada. Rechazó el cargo de asesinato con alevosía y dictó el libre sobreseimiento. La Criminala fue recluida en el manicomio de Elda, donde dio a luz a su hijo Francisco, criado por una vecina de Oliva.

«El corazón se le hizo negro»

El 30 de marzo de 1925, Úrsula Tachó salió del frenopático al estimar los facultativos que estaba curada de su demencia. Su marido, dos días después, murió de un infarto. «Se le hizo el corazón negro», relata una vecina en el documental.

La mujer sirvió a un anciano que, al morir, le legó todos sus bienes. Rica, regresó a Xàbia. Se construyó un chalé modernista en la costa del Primer Muntanyar. Francisco, el hijo de Úrsula, murió muy joven aplastado por un carro.

Esta historia maldita todavía dio un giro escabroso. El matrimonio de José Fuster y Remedios Cortell, de Rugat, entró a servir a la Criminala. Úrsula hizo heredero universal a José. Pero Remedios quería figurar en el testamento. La testadora se avino a cambiar el documento, pero ya solo legaba el 25 % de su patrimonio al matrimonio a cambio de que la trataran como a una madre. El 26 de septiembre de 1947 la Criminala murió asesinada. Le destrozaron el cráneo con una maza. El médico la halló muerta en la mecedora y con la cabeza tapada con una tela de saco; tenía la dentadura postiza en el pecho. José Fuster confesó el crimen y exculpó a su esposa. Dijo que había sido en legítima defensa. El juez lo condenó a 17 años y cuatro meses de prisión.

El documental de Jaume Castell recupera los testimonios de vecinos de Xàbia que recuerdan perfectamente aquellos hechos. La historia de la Criminala, cien años después, sigue helando la sangre.

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