¿Qué tienen en común los «bacini» que constelan los ábsides y portadas de las iglesias románicas de Pisa y la ataifores (platos hondos) de la Dénia del siglo XI? Pues todo. El Mediterráneo medieval era un torno de alfarero que no paraba de rodar. Las rutas comerciales (muy activa la de Alejandría con la Dénia andalusí) conectaban las orillas del Mare Nostrum y esparcían aquí y allá influencias que todavía hoy son bien visibles.
El arqueólogo de Dénia Josep A. Gisbert ha participado esta semana en una jornada sobre los «Bacini ceramici» organizada por instituciones de historia de Pisa y que rendía homenaje a Graziella Berti, una gran investigadora que dejó una obra monumental sobre los ataifores que adornan las iglesias de San Piero a Grado, San Sisto o San Zenón.
Gisbert, el único experto español que intervino en esta jornada, ofreció una ponencia sobre las cerámicas de importación magrebí en los contextos del siglo XI en Madina Daniya (Dénia) y su reflejo en los «bacini» de Pisa. El magnífico «Plat de la Nau» y otros 80 fragmentos cerámicos hallados en excavaciones en el arrabal islámico del Fortí de Dénia muestran motivos decorativos similares a los de los ataifores incrustados en las cornisas de los templos románicos de la Toscana. Los análisis minerológicos de estas cerámicas también desvelan sus similitudes. Todas proceden de alfares de Túnez. La producción se dispersó por el Mediterráneo e incluso se han hallado platos en Mértola, en Portugal.
Gisbert subraya que estas cerámicas de lujo llegaron a Dénia a través de la misma ruta, la de Alejandría, que el tesoro de bronces fatimíes descubierto (170 piezas de fina orfebrería) en 1920 al abrir una zanja en la calle Historiador Palau. Los «bacini» adornaban las paredes interiores de las casas de Daniya y formaban parte del refinado ajuar doméstico.
