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Los tres bombardeos que sufrió el Puig

Su posición entre València y Sagunt la convirtió en objetivo de incursiones diarias

Los tres bombardeos que sufrió el Puig

En la Guerra Civil Española, la aviación encarna el rostro de la más cruel inhumanidad porque tiene la capacidad, no sólo de atacar el frente, sino de llevar los terroríficos efectos de la guerra a la retaguardia, hasta la indefensa ciudadanía, a pesar de hallarse a cientos de kilómetros de la batalla.

Tras una exhaustiva búsqueda en archivos y bibliografía, hemos podido documentar tres ataques aéreos de la aviación franquista al Puig de Santa María. Ninguno de estos bombardeos venía reflejado en las obras de referencia, que se ocupan del tema en la Comunitat Valenciana: Bajo las bombas, de Eladi Mainar, y El Pais Valencià sota les bombes (1936-1939), de Aracil y Villarroya.

Y es que la vida de los habitantes del Puig se desarrolló en medio de dos ciudades que fueron bombardeadas constantemente desde 1937 a 1939, València, a unos 12 km, y Sagunt, a unos 8 km de distancia. Vivir en medio de un hervidero de bombardeos y de aviones que cruzaban el cielo de la comarca de l’Horta Nord constituyó un estado de sitio constante, que afectó muy negativamente tanto a la salud psíquica de los habitantes como al desarrollo normal de las actividades cotidianas de los municipios.

«Valencia, desde el inicio del conflicto bélico, sufrió un total de 442 ataques aéreos, que produjeron 825 muertos y 2831 heridos, y que destruyeron 931 edificios» (Eladi Mainar Cabanes, Bajo las bombas, p. 67). En Sagunt se producen 19 ataques en 1937, 68 en 1938, y nueve en 1939. En total 96 incursiones de aviones enemigos.

Más allá de los tres bombardeos, el Puig, la Pobla de Farnals, Massamagrell y Puçol fueron sometidos a un constante acoso aéreo por las fuerzas del bando nacional, debido a su crucial situación geográfica, al pasar por sus términos municipales el ferrocarril, la carretera General que va a Barcelona, y ser importantes núcleos agrícolas que abastecían la región y el país.

Pablo Uriel, médico de 24 años, prisionero en la cárcel del ex-convento del Puig de Santa María durante ocho meses, entre 1937 y 1938, pudo contemplar las constantes agresiones que desde el aire se producían en el territorio de l’Horta Nord, alrededor de la población. «Nuestra gran ventana nos proporcionaba el espectáculo de la huerta. Casi todas las noches, un hidroavión de la base de Mallorca recorría aquellos parajes, y ametrallaba la carretera; se veían perfectamente las balas trazadoras, describiendo su parábola. Estas visitas fueron tan frecuentes que al día siguiente los periódicos de València daban el parte de que ‘el Zapatones’ había hecho su incursión de costumbre», describió. (Aleixandre; Badenes; Clemente, La línea de defensa inmediata en El Puig, p. 113).

Este testimonio tan imparcial y objetivo de Pablo Uriel, desde una de las ventanas que dan al sur en el monasterio del Puig de Santa María, confirma que el asedio faccioso desde el aire era continuo, y que hubo muchas más incursiones enemigas que las documentadas en los periódicos y en los partes de guerra. Por supuesto, no siempre fueron acompañadas de bombardeos en el Puig de Santa María y los pueblos de alrededor, pero cumplieron su misión de aterrorizar y desanimar a los españoles valencianos de la comarca de l’Horta Nord.

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