La vida son malabarismos. En los centros ocupacional y de día de la Xara, que gestiona Aprosdeco, los usuarios le echan ilusión y ganas, los monitores y cuidadores le ponen vocación y profesionalidad y las familias se esfuerzan día tras día. Ilusión, vocación y esfuerzo son cualidades imprescindible en los circos. Los artistas se dejan la piel y defienden que su oficio consiste en hacer felices a los demás. Romper barreras, inyectar autoestima, dibujar sonrisas... Sí, ese es «el lenguaje universal del circo». Lo dicen Rubén Atienza y Ruth García, que están realizando en los centros ocupacional y de día para personas con diversidad funcional un taller de circo social. La iniciativa es pionera. Participan 22 usuarios. Se lo pasan en grande. Y se entusiasman cuando descubren que ellos también pueden hacer malabarismos que parecen imposibles.

Rubén Atienza reivindica este circo que integra. Él mismo rompió barreras cuando decidió irse a Cuba para formarse en la Escuela Nacional de Circo de la Habana. Eso fue una pirueta de aúpa.

El taller de circo social cuenta con una subvención de la conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas. Atienza destaca que las dinámicas circenses fomentan «el trabajo en equipo, la autoestima y permiten a los participantes probar experiencias nuevas y superarse».

Los usuarios están encantados. Ensayan cuatro técnicas circenses, los aros, la tela, el equilibrio y la pelota. Los monitores de Aprosdeco supervisan las actividades. Junto al artista circense, deciden qué disciplina le va mejor a cada participante. «Si alguno es un poco distraído, por poner un ejemplo, intentamos trabajar con la bola de equilibrio», explica Atienza.

Eso sí, nadie se queda descolgado. Incluso personas con un alto grado de diversidad funcional aprenden a girar el plato chino. El circo es así de maravilloso.

La directora del centro, Ana Zambrana, recalca que, precisamente, ese hecho de que todos pudieran disfrutar y subir su autoestima fue lo que les decidió a apostar por este taller de circo social. «Es una actividad muy novedosa. Se trabajan habilidades y capacidades físicas y también cognitivas».

El taller se imparte en los centro ocupacional y de día, pero los usuarios también acuden una vez al mes a las instalaciones de la asociación Circolio en Dénia.

El circo social se desarrolla durante tres meses. Luego los participantes realizarán una pequeña representación. Se sentirán artistas circenses.

«Todos tendrán un papel. Habrá, claro, un elenco de actores, pero los participantes también harán de tramoyistas, operadores de luces, de sonido... Y la representación será antes de Navidad», avanza Rubén Atienza.

El circo social tiene magia: provoca sonrisas y hace a todos felices. Malabarismos que salen del corazón.