En Japón hay un verbo que describe la actividad de ‘admirar las flores’: hanami. Es lo que hacen cientos de miles de habitantes nipones cuando, entre finales de marzo y principios de abril, la flor de cerezo, la sakura, explosiona y llena de color los jardines japoneses. Lo que en ese lado del continente es casi una religión, en el interior de la Comunitat Valenciana ha sido históricamente un sustento para cientos de familias agrícolas.

En Serra y Caudiel, el cultivo del cerezo ha sido motor de su economía durante el siglo XX, pero todo ha cambiado demasiado en los últimos años: la economía globalizada ha arrasado a los pequeños agricultores y sus campos que, en estos pequeños municipios, eran prácticamente la mayoría. «Hay que tener en cuenta que aquí los campos son muy pequeños e irregulares; estamos en una sierra», señala Paco Arnal, presidente de la Cooperativa de Serra y nieto e hijo de agricultores. Su caso es el ejemplo más paradigmático del municipio: ya no se dedica profesionalmente a la agricultura pero lo mantiene como hobbie.

Entrega de cerezas en los años 80

Esa afición tiene este fin de semana un papel primordial en Serra, que ha organizado la Fira de la Calderona, un encuentro para habitantes y residentes de Nàquera, Olocau, Altura y Marines, pero también para los miles de visitantes que pasaron ayer y pasarán hoy por sus calles, abarrotadas de artesanía y alimentación de proximidad. Entre ellas, las cerezas, uno de los elementos de identidad del municipio que hoy, como manda la tradición, se repartirán entre todos los visitantes. Comenzó hace 50 años como una herramienta de marketing para dar a conocer la cereza autóctona y que los compradores volvieran a la semana siguiente a por más. «Antes, en València solo se podían comer cerezas de Serra, era la localidad más cercana, no se podían traer de Alicante o Teruel, no aguantaban en el camino», explica Arnal. Hoy, el ayuntamiento volverá a repartir cajitas decoradas con romero a fin de estimular, de nuevo, la venta de esta fruta tan deseada.

Cerezas

«Antes, mi abuelo podía dar al ayuntamiento unos 500 kilos. Yo este año he recogido 25 y nos los quedamos en casa», explica Arnal. Es el mejor ejemplo de cómo ha cambiado todo. «Cada día mi familia bajaba alrededor de 700 kilos a València, a Abastos y Mercavalencia, entre unas 12 personas, pero esa producción ya no se puede mantener aquí, solo en Alicante, el interior de Castelló o Teruel», dice Arnal. De hecho, otro factor que ha contribuido a la reducción de este cultivo ha sido el cambio climático: el aumento de las temperaturas ha reducido las horas de frío en Serra, lo que dificulta el crecimiento del cerezo.

Por eso, Arnal explica que se ha ido cambiando las variedades: de la autóctona ‘Negra de Serra’, o la Cristobalina, o la talegal, a la Santina, por ejemplo, que puede desarrollarse con temperaturas más altas.

Día para la reivindicación

En Caudiel, las condiciones climatológicas son más favorables y, aunque la producción de esta fruta ha descendido también drásticamente, su peso sobre el municipio sigue siendo enorme. Tanto es así que la feria de este fin de semana fue declarado en 2017 Fiesta de Interés Turístico Provincial de la Comunitat Valenciana. Es solo una muestra de la relevancia que esta actividad tiene en el pueblo, donde se aprovecha para mostrar la artesanía y la gastronomía local, pero sobre todo se mantiene vivo el recuerdo de las tradiciones.

En Caudiel, como en Jérica o Viver, pueden mantenerse los campos. En Serra, según Paco Arnal, casi todos los agricultores trabajan ahora los olivos. «Funciona mejor en todo, da menos trabajo y es mucho más rentable. Nuestra cooperativa es de aceite y por ahora solo tenemos producción para el autoconsumo», afirma el presidente.