Hablar y rememorar es empoderar. Vidas sencillas y prodigiosas. Duras. Muy duras. «Las mujeres no parábamos. Fregábamos el piso de rodillas, cuidábamos a los hijos y a los mayores, le preparábamos el ‘recapte’ a los hombres que se iban al campo y a nosotras también nos tocaba coger las olivas, las algarrobas, las cerezas. Era una vida muy dura. Eso sí, las mujeres de la Vall hemos sido muy fuertes y valientes». Lo dice Ana Cristina Verger, de 68 años, que es de Benialí y cuyo testimonio ha quedado recogido para siempre en el documental «Les Cures, mans invisibles que sostenen la vida».

El documental se proyectó la noche del miércoles en el Frontó de Benialí (los otros núcleos urbanos de la Vall de Gallinera son Benirrama, Benissivà, Benitaia, la Carroja, Alpatró, Benissili y Llombai, este último deshabitado). Asistieron muchísimos vecinos. Se emocionaron con los recuerdos y reflexiones de las 24 mujeres entrevistadas para este audiovisual. Una de ellas, Elisa, nacida en 1935, ha fallecido en los últimos meses. No obstante, llegó a ver el montaje final.

Una anciana de la Vall de Gallinera camina entre los muros de piedra seca. Es una de las poéticas imágenes del documental

«No podíamos ir al bar a tomarnos un café ni un refresco. Nuestra única salida era el lavadero, ir a amasar al horno o acudir a misa con el velo puesto. Por suerte, todo esto ha cambiado mucho», explica Carmen Moltó Seguí, quien, cuando tenía a sus tres hijos «ya medio criados», decidió abrir una tienda de ultramarinos que está en el pueblo de Alpatró y que hoy sigue siendo imprescindible para los vecinos. «Los primeros años fueron muy duros. La teníamos abierta sin parar de 9 de la mañana a 9 de la noche y también los domingos por la mañana», recuerda Carmen, que ahora tiene 74 años. La tienda la lleva su hija.

"Nuestras mujeres son nuestro tesoro"

"Estas mujeres nos han abierto sus casas y nos han contado sus historias. Son nuestro tesoro, nuestro patrimonio oral". La concejala de Igualdad, Majo Puig, destaca la valentía de las 24 protagonistas del documental, que han realizado La Naturadora y la Raka Films. Explica que la idea surgió durante la pandemia. Había que romper la invisibilidad de esta historia nunca contada, la de las mujeres de la Vall de Gallinera. Era imprescindible darles voz y homenajear a "estas mujeres silenciadas que buscaron rincones para crecer". Uno de esos rincones fue los lavaderos. En estos espacios de trabajo y socialización, se han colocado fotografías antiguas en los que aparecen las mujeres enfrascadas en lavar la ropa.

"Todavía hoy las mujeres estamos obligadas a demostrar mucho más que los hombres", advierte Majo Puig.

Rosa Verger, de 81 años y vecina de Benialí, conserva muy nítido el recuerdo de cuando ella tenía 8 años y su padre la arrebujaba en una manta para que no cogiera frío y la subía en el macho. «Me llevaba a coger olivas y algarrobas». «La vida de las mujeres era muy sacrificada. Los hombres sí tenían más libertad. Acababan en el campo y se iban al bar a tomarse el café y el Ricard». Rosa se casó con 20 años. Los cumplió el 13 de agosto, que eran fiestas en el pueblo y, en el baile, unas amigas que habían emigrado a París le dijeron que por qué no se iba con ellas. «Pero yo era soltera y mi madre me hubiera tirado de casa. Estaba con mi novio y un mes después ya nos habíamos casado. El 13 de octubre nos fuimos a París. Trabajamos los dos durante 13 meses en una pensión. Me quedé embarazada y nos volvimos. Y regresamos el 13 de noviembre». Sí, el 13 es un hito en la existencia de esta mujer. Le tenía cariño a este número hasta que en 2013 falleció su marido.

El lavador de Benialí fue uno de los pocos espacios de socialización y reunión de las mujeres

Amparo Alemany, de 75 años, sabe muy bien lo que significa emprender. «Mi madre y mi abuela fueron emprendedoras. Las dos trabajaron de modistas». Amparo fue la primera presidenta de la cooperativa Cireres de la Muntanya d’Alacant. Estuvo 12 años en el cargo. «Nuestra vida siempre ha sido trabajar, trabajar y trabajar. Con 10 años yo quería ir al campo a coger olivas y a lo que hiciera falta. No me gustaba coser. Las mujeres de la Vall hemos sido muy valientes y todavía lo somos».

En el documental, aparecen imágenes poéticas y duras de las montañas de la Vall de Gallinera. Ese paisaje imprime carácter. Estas mujeres son pura fortaleza. Esconden historias sencillas y prodigiosas, historias que, por fin, salen a la luz.