Efe, Río de Janeiro.

El obispo brasileño Luiz Flavio Cappio cumplió ayer una semana en huelga de hambre contra un proyecto oficial para trasvasar un río, pese a la intervención del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, y obtuvo el apoyo de varios políticos.

«El obispo decidió que continuará la huelga hasta que llegue a sus manos un documento firmado por Lula y en el que se anuncie la cancelación del proyecto», dijo ayer a los periodistas Rubens Siqueira, coordinador de una comisión del Episcopado que acompaña el estado de salud del obispo.

Tras haber recibido un claro apoyo del Episcopado, el obispo ha recibido en los últimos días la visita de varios políticos, entre ellos influyentes senadores de la oposición, que le manifestaron solidaridad en su causa contra el faraónico proyecto del Gobierno.

El prelado recibió el sábado, a través de un enviado especial de la Presidencia, una carta en la que Lula, en un intento de convencerlo de que desista de la protesta, explica que las obras a las que se opone no han sido iniciadas y que el proyecto prevé medidas para reducir el impacto ambiental y social.

Lula afirma que está dispuesto a conversar sobre el proyecto con el obispo y con quienes se opongan a la iniciativa.

«La carta es simpática, pero en ningún lugar dice que las obras serán aplazadas o canceladas», afirmó el obispo de Barra, un franciscano de 58 años y que hace tres décadas vive en una región bañada por el río San Francisco, el objeto de la polémica.

El religioso, un activo defensor de proyectos para recuperar las contaminadas aguas del río, alega que es necesario salvar el San Francisco antes de pensar en desviarlo de su curso. Ayer recibió el respaldo de unas 2.500 personas que expresaron su solidaridad con la protesta que protaganiza desde hace ocho días.

«Más del 70 por ciento del agua desviada será destinada a grandes cultivos, criadores de camarón y la industria. Si el río no estuviese al borde de la muerte y sus aguas sirviesen para atender a los sedientos, no me opondría», afirmó el obispo.

Según Siqueira, en una carta de respuesta que envió a la Presidencia, el obispo agradeció la carta de Lula, pero advirtió de que seguirá sin alimentarse debido a que es necesario cancelar el proyecto antes de discutir sobre si el trasvase es necesario o no.

Mediante el trasvase del río San Francisco, el Gobierno pretende llevar agua al nordeste, la región más pobre de Brasil y de la que Lula huyó con su familia cuando era niño para no morir de hambre.

El agua será trasvasada de la región central del país, donde nace el San Francisco, hacia cuencas fluviales actualmente secas, que se utilizarán como canales para llevar el líquido hasta los estados de Ceará, Río Grande do Norte, Pernambuco y Paraiba, en donde, según el Gobierno, beneficiará a unos doce millones de familias.

Tras décadas de estudios, el proyecto finalmente comenzó a salir del papel en junio, cuando el Gobierno anunció una licitación de 4.000 millones de reales (unos 1.475 millones de euros).