Alfons Garcia, Valencia

Los cierres, hace sólo unas semanas, de las residencias de enfermos mentales Santa María de la La Cañada (en l$27Eliana) y Arco Iris (Valencia) sacaron a la luz la situación, a veces dramática -hubo incluso detenciones en el caso de l$27Eliana por supuestas brutales vejaciones-, de las personas que residen en algunos alojamientos privados. La experiencia de M. H. B. muestra otro lado de esta realidad: la de aquellos enfermos que permanecen con sus familias. La vida de M. H. B. no será, por fortuna, el paradigma de lo que es convivir con un enfermo mental, pero es una tragedia real, su drama diario.

M. H. B. tiene 74 años y vive solo en su piso de Valencia con una hija de 42 con un diagnóstico de «trastorno límite de personalidad». Conversa con este diario el día después de soportar la última crisis violenta de su hija: «Tuve que encerrarme en la galería para evitar la sangre, porque llevaba un cuchillo y un palo en las manos. Golpeaba la puerta sin parar. Me recordaba al hombre de ýEl resplandorý, de Kubrick. ¿La ha visto? Yo soy muy aficionado al cine». «Hoy me abrazaba -continúa- y me decía que no me fuera. Así es esta enfermedad». ¿Por qué? «Dice que quiero encerrarla, pero yo no puedo estar así, sin dormirÉ He pensado en irme de casa y dejarla sola -explica-, pero si yo me voy va a estar tirada, por ahí, en las calles. Ahora comprendo mejor a todos esos vagabundos que van por ahí, con el carrito».

La última experiencia dramática de M. H. B. con su hija no es la peor de los últimos tiempos. El hombre abre una carpeta y enseña partes hospitalarios y de Bomberos. Los papeles cuentan el incendio sucedido en marzo de 2004 en el piso donde entonces vivía la hija con la madre -«estaba mejor, se medicaba y pensamos que iría bien»- y otro ocurrido el pasado 21 de agosto en la vivienda actual de ambos, del que aún hablan las paredes de la casa, cubiertas de una capa negra en algunas salas.

Herida de arma blanca

Un informe del Hospital Clínico narra que entre esos sucesos la mujer de M. H. B., de 71 años, estuvo cinco días ingresada por herida de arma blanca en el tórax. «La paciente fue golpeada en cráneo con máquina de coser [É] Además fue puncionada con un bisturí [trabajó en un hospital y por eso había uno en casa] en cara posterior de hemitórax izquierdo», indica el documento. «Faltó un pelo para que le tocara el pulmón. ¿Qué hacemos? ¿La cárcel?», se pregunta el jubilado. Sucedió en marzo pasado y, después de ello, explica el jubilado, la mujer se fue de casa con el otro hijo de la pareja, también enfermo mental. «Tiene una esquizofrenia, pero con él la cruz se puede llevar -asegura-. No sé dónde están. Les deseo lo mejor». La pareja lleva años separada, aclara, aunque decidieron continuar en la misma casa «para atenuar el drama y por la nieta». La pequeña está ahora acogida por otra familia y su abuelo la ve periódicamente, según el régimen de visitas establecido. Ahora está él solo y la vida diaria es más difícil. «Es mi hija, la sangre es mucho, pero veo que yo ya no puedo más. Casi estoy yo para que me cuiden», afirma. «Mi actitud -continúa- ha sido siempre la de luchar y arreglar las cosas, pero ahora estoy tan cansadoÉ».

Su conclusión es que su hija tiene que tratarse, por lo menos durante unos meses. Es jubilado, con una pensión baja, afirma, y no puede permitirse un centro privado. En lo público no encuentra salidas. «Estoy moviendo papeles en el juzgado y en los servicios sociales -explica-, pero no se hace nada. Es deprimente lo que pasa con los enfermos mentales».

Asegura que hace años que tiene solicitada la incapacidad de su hija -paso previo para poder solicitar él su ingreso en un centro-, pero no obtiene respuesta: «La citan al médico forense, ella no va y ahí queda la cosa. Ahora he ido y una funcionaria me dijo que el caso está archivado». «Sólo quiero -sentencia- que la vea un doctor y diga si está para incapacitar o no. Si no, ¿cómo es posible que incendie un piso, luego otro y agreda a la madre?». De Sanidad se queja de no sigue a los enfermos mentales: «Si lo deja a su aire lo abandona, porque no se medica por sí solo y entonces ya está el desastre. Debe haber sistemas para obligarles».