Rafel Montaner, Valencia

La operación que la Guardia Civil lanzó los días 26 y 27 de marzo en Benagéber contra la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (AGLA) puso contra las cuerdas a esta organización del PCE que dirigía Santiago Carrillo desde su exilio en Francia. Los maquis perdieron la importante red de apoyo que tenían entre los trabajadores de las obras del pantano, que les abastecía de explosivos, y se vieron obligados a abandonar el campamento de Valdesierra, su principal centro de operaciones.

"El episodio de Benagéber fue un momento critico, que llevó a los guerrilleros a debatir si lo abandonaban todo o seguían adelante", explica el historiador Salvador Fernández Cava. Este experto en el AGLA cuenta que los maquis tuvieron que retirarse a los Montes Universales, en Teruel, y enviar un enlace a Francia para dar a conocer al PCE la situación en que se habían quedado. "El partido les envió más guerrilleros, armas y dinero, y aguantaron hasta 1952", cuenta antes de añadir que Carrillo tenía mucho interés en mantener operativa la Guerrilla de Levante, "pues quería que fuera el modelo a seguir para todas las demás agrupaciones".

Desde Valdesierra, el mítico guerrillero Florián García, Grande, dirigía el grupo más activo del AGLA. Acumulaba en esa época más fuerzas que nunca, alrededor de 50 hombres, ya que se le habían sumado los maquis del sector V de Cuenca tras ser la detención de su jefe.

El gobernador, en el punto de mira

Conscientes de su fuerza, en enero de 1947, intentaron matar en una emboscada en Losa del Obispo al mismísimo Gobernador Civil de Valencia y jefe provincial de Falange, Ramón Laporta, cuando se dirigía a inaugurar el cuartel de la Guardia Civil en Villar del Arzobispo. La arriesgada operación fracasó al tomar la comitiva otro camino para llegar al Villar.

Entonces, decidieron entrar Losa y asaltar su pequeño cuartel. En la tarde del domingo 26 de enero, unos 30 maquis tomaron el pueblo, que en aquel momento tenía 600 habitantes. El objetivo era incautarse de provisiones, armas y "demostrar que eran capaces de enfrentarse con la Guardia Civil en una acción militar", relata Fernández Cava.

Acabó en un baño de sangre. Al entrar en un bar donde la gente estaba jugándose dinero a las cartas, un guerrillero apretó el gatillo de su ametralladora al creer que un hombre que estaba guardándose sus monedas en el bolsillo iba a sacar una pistola. La ráfaga mató a cinco personas. El asalto al cuartelillo también fue un sangriento fracaso ya que al entrar en él a tiro limpió mataron a la mujer y al hijo del cabo, un niño de apenas 11 años. Los guardias, que estaban apostados dentro, repelieron el ataque.

Tras los fiascos, llegó el golpe más audaz. A principios de marzo, cuatro grupos de 10 guerrilleros cada uno, con los explosivos que habían conseguido de las obras del pantano, hicieron estallar simultáneamente bombas en las vías del tren en Puçol, el Rebollar, Moixent y Sarrión, con el fin de dejar aislada a Valencia por ferrocarril.

La cuadrilla de Pepe Dominguín

La siguiente acción, un control en la carretera de Madrid, a la altura del barranco Rubio del Rebollar, fue el principio del drama de Benagéber. Era la víspera de Fallas y lograron retener a decenas de vehículos, entre ellos al de la cuadrilla del torero Pepe Dominguín, que cerraba la última corrida de la feria de San José. El azar quiso que en el remolque de uno de los camiones que detuvieron viajaran dos guardias que iban a Valencia.

Tras el Alto a la Guardia Civil se inicio un tiroteo en el que murió un agente, pero el otro logro escapar y pedir refuerzos en el puesto de Requena. "Grande ordenó desmantelar el control, pero el jefe de uno de los grupos, Antonio Gan Vargas , el Cubano, prefirió continuar allí", explica Fernández Cava. La bravuconada le costó un tiro en la espinilla. Curar al herido en las precarias condiciones en las que vivían era complicado, por lo que al cabo de una semana decidieron evacuarlo a un lugar seguro para que guardara reposo. El sitio elegido fue un punto de apoyo de Nieva, una aldea de Benagéber, al que conocían como Casa Paquita.

Apenas 24 horas en Casa Paquita

En esta humilde casa de una habitación vivían Paquita Montes y su marido, Santiago Martínez, junto a sus tres hijos. El Cubano llegó allí acompañado por otro maquis, Manuel Torres, el Practicante, un barbero de origen andaluz metido a guerrillero que se encargaba de curar a los heridos.

Apenas estuvieron allí 24 horas. Un vecino los delató a la Guardia Civil y a primera hora del 26 de marzo las fuerzas de seguridad irrumpían en Casa Paquita matando a los dos guerrilleros de sendos tiros en la cabeza. Los guardias se llevaron a Paquita y Santiago a la colonia del pantano, donde había hasta tres cuarteles que vigilaban las obras. Allí comenzaron las palizas y torturas que desencadenaron una cascada de hasta 30 detenciones entre los trabajadores de la colonia y sus mujeres que desmanteló por completo la red de apoyo de Benagéber.

Al día siguiente, la Guardia Civil se llevó fuertemente atados a Santiago y a otros cuatro de los obreros detenidos: Clemente Alcorisa, Salvador Garrido, José Martínez y Juan Luján. Los cinco fueron asesinados por las fuerzas franquistas tras ser utilizadas como escudos humanos en el asalto a Valdesierra. El ataque fracaso, todos los guerrilleros lograron escapar menos uno, Daniel Cortes, que murió en la refriega.