Acercarse al Banco de Alimentos a final de mes supone ver de frente las consecuencias de la crisis. Cientos de valencianos que nunca habían imaginando verse en esa situación han hecho cola esta semana para conseguir un paquete de comida. El Banco de Alimentos de Valencia está desbordado. En un año ha doblado el número de personas a las que ayuda y tiene una lista de espera de más de seiscientas familias. Los responsables de la fundación han decido dejar de apuntar a familias en la lista de espera al carecer de sentido porque no pueden dar más. El Banco de Alimentos atiende mensualmente a más de ocho mil personas de forma indirecta a través de entidades como Cáritas y a 2.850 de forma directa.

Alona L., una menor de catorce años, es una de las personas que ha recurrido esta semana al Banco de Alimentos para poder comer. Lleva dos meses acudiendo porque su madre y ella se encuentran al límite. "Estamos bastante mal. Mi madre no trabaja porque está muy enferma y no tiene paro ni nada, y yo soy menor de edad. Sin esto no podríamos vivir. Nos da para dos o tres semanas", asegura la adolescente.

Las ayudas directas se dan a finales de mes en una nave industrial que está a las afueras de la Pobla de Vallbona. El lunes más de cien familias hicieron cola desde primera hora de la mañana para conseguir uno de los tres tipos de paquetes que reparte la fundación. Durante cuatro días el goteo de personas necesitadas ha sido incesante hasta que el centro cerró sus puertas el jueves. Ya no volverá a haber reparto de forma directa hasta la última semana de junio. En la fundación trabajan setenta voluntarios que han notado como se ha intensificado la crisis desde septiembre. La recesión que sufre la Comunitat Valenciana ha provocado un cambio en la composición de los solicitantes. Hace un año el ochenta por ciento de las familias eran de inmigrantes y ahora el sesenta por ciento son valencianas.

El Banco de Alimentos llegó a tener hace unos meses a mil familias en lista de espera, pero ya no admite más peticiones. María Dolores Barberá, una mujer que vive en Benaguasil, es otra de las personas que esperaba el jueves a recibir alguna ayuda. "Vengo desde hace tres meses, pero no me dan nada porque no tengo los papeles arreglados. Primero me dijeron que viniera en julio y ahora es enero. Somos cuatro en casa, los cuatro parados y sin cobrar la prestación. Llevo desde enero sin pagar los 340 euros al mes de mi alquiler. Lo pagaré cuando pueda. No puedo dormir. Es muy complicado vivir sin ningún tipo de ingreso. No nos han cortado la luz y el agua porque el ayuntamiento nos la paga", confiesa Barberá.

Los voluntarios de la fundación aseguran que no pueden paliar las necesidades de más familias porque si no acabarían dándoles "cien gramos de pasta y con eso no harían nada". Las personas que ya reciben la comida han tenido que presentar el empadronamiento de todos los residentes en la vivienda, el certificado de la vida laboral, fotocopia de la declaración de la renta y copias de los ingresos de la familia y de los pagos de la hipoteca o el alquiler. Después bareman los datos y establecen las personas que tienen ayudas. Una familia de cinco miembros tiene que disponer de menos de seiscientos euros -una vez descontada la hipoteca- para poder conseguir uno de los tres paquetes de comida.

Diego Cortés, de 50 años y vecino de la Pobla de Vallbona, confiesa que está en una situación límite mientras carga en la furgoneta familiar la comida que le acaban de entregar. "Vengo por necesidad. Tengo siete hijos a mí cuenta. Estamos todos parados y no tenemos nada. Ahora ya no cobro ni un euro del paro. Yo trabajaba en la construcción, pero hace dos años que no encuentro nada", declara. El cabeza de familia explica que les han proporcionado yogures, pasta, arroz, leche y aceite. "Son alimentos muy básicos. Sólo con esto no vamos a aguantar todo el mes". Su mujer, Luisa Cortés, asegura que la mayoría de los días se apañan "con patatas y huevos. A veces algo de caliente, pero lo pasamos mal".

"Dos o tres semanas"

Vicent Martí, un voluntario que controla la distribución de comida, señala que tienen tres tipos de paquetes de alimentos de entre cuarenta y setenta kilogramos de peso. "Las familias pueden aguantar con esta comida entre dos y tres semanas", admite. Martí lamenta que hay mucha gente que se enfada "porque piensa que esto es El Corte Inglés. Algunos no nos dan ni las gracias. Somos voluntarios y tenemos que enfrentarnos a ellos y discutir. Yo presentía que esto iba a ocurrir. Cáritas y Cruz Roja tampoco dan abasto".

El perfil de los nuevos peticionarios es el de personas que llevan varios meses en paro, que tienen que afrontar hipotecas altas e hijos a su cargo. Maria Dolores Maestre, vecina de Benaguasil, lo está pasando mal. "Venimos a por algo, pero nos dan poco. Yo no tengo los papeles para recibir la ayuda. Hoy me han dado lomo adobado, pero ... En casa vivimos nueve. Trabaja mi suegro, pero no nos llega. Los nueve vivimos con unos ingresos de entre 600 y 700 euros. De ahí se va una parte a la hipoteca, otra a la luz y otra al agua. De hipoteca pagamos casi 400 euros. Para nosotros esta ayuda supone tirar un poco para adelante. No nos llega para comprar nada. Comemos lo que podemos, muchas veces hervido", afirma María Dolores Maestre.

El almacén está equipado con dos cámaras frigoríficas para que los alimentos aguanten. De un vistazo se pueden ver decenas de paquetes de leche entera de una marca conocida, cestas llenas de pan, palés con pasta y mil cien kilos de melocotones. Son más de cuarenta camiones de comida.

Juan Fornés, un joven de 25 años de la Pobla de Vallbona, lleva medio año pidiendo alimentos porque se quedó sin trabajo. "Aquí me dan de todo. Yo trabajaba en una carpintería metálica, pero ahora no tengo ningún ingreso. Me apaño como puedo, entre esto y mi abuela que me ayuda un poco", afirma. El joven reconoce que ve el futuro lo ve "muy negro".

Los responsables de la fundación insisten en que es esencial una mayor implicación de las administraciones ya que están "desbordados". Vicent Martí está convencido de que el Banco de Alimentos es una válvula de escape que evita que "muchas de las personas que vienen tengan que delinquir para poder subsistir".

Paquetes de comida de entre cuarenta y setenta kilos

La fundación prepara tres tipos de cestas de comida según las ayudas aprobadas. Los paquetes tienen entre cuarenta y setenta kilos. Todos llevan productos básicos como tres litros de leche, cuatro cajas de yogur, dos kilos de pasta y dos de legumbres, y cuatro kilos de arroz. Los inmigrantes de origen musulmán rechazan los productos elaborados con cerdo, pero la fundación no puede preparar paquetes individualizados.

Uno de los principales colaboradores del Banco de Alimentos es la Fundación Carrefour. Empresas como Danone (que da treinta millones de unidades de yogures al año), Cárnicas Serrano, Consum/Eroski, Lidl o Puleva están volcadas con el proyecto de forma desinteresada.

También participan cooperativas de fruta que tienen productos dañados. La empresa de la que es copropietario José Antonio Rodrigo Cortés, un agricultor de Cheste, donó a la fundación el jueves más de una tonelada de melocotones que estaban dañados por el pedrisco caído el Viernes Santo. Rodrigo Cortés explicó que la fruta no tenía salida y decidieron regalarla. " Son unos mil cien kilos de melocotones. Si lo vendiéramos en condiciones normales nos darían 60 céntimos por kilo, pero como están no llegaría a 24 céntimos. No cubriríamos los coste de la mano de obra de la confección", añadió. El agricultor explicó que se les ocurrió por la crisis y para que no se perdiera nada. "La fruta está hecha y el trabajo también. El coste de recolección han sido de 120 euros y el de producción unos 30 céntimos por kilo", apuntó.

Algunas personas están tan desesperadas que han llegado a ofrecerse a colaborar trabajando por comida. El año pasado el colectivo repartió tres millones y medio de kilos de comida y este año confía en alcanzar los cuatro millones.

ramón ferrando la Pobla de Vallbona