¿Qué quiere transmitir en 'Un planeta blau. Successos geològics i problemes ambientales de la Terra'?

Nuestro planeta, nuestro hogar, merece ser querido y, para ello, debemos conocer su funcionamiento. Este conocimiento es la base para el desarrollo de valores ambientales. Dedico tanto espacio a la información científica como al discurso que convierte el conocimiento en emotivo. La ciencia, a pesar del tópico, es emocionante y divertida.

Dedica el primer capítulo a las catástrofes que nos envía el cielo. ¿Qué piensa de la divulgación sensacionalista?

Cualquier manera de presentar la información científica que conduzca a una apreciación incorrecta de la realidad es errónea. Provocar la alarma del público sin motivo me parece injustificado. El fin del mundo no está próximo, ni incluso el de la humanidad. El miedo que siente algunos hacia un futuro plagado de catástrofes surge de la ignorancia y de la incapacidad para actuar.

El presidente de Checoslovaquia, Václav Klaus, en su libro 'Planeta azul (no verde)' de 2008 restaba importancia al calentamiento global.

Puedo entender que a un gobernante africano le preocupe más el Sida, la demografía o la pobreza que el clima. Pero no comprendo la negación del calentamiento global por parte de dirigentes políticos de países ricos.

Ante la crisis mundial. ¿En qué prioridad quedan los problemas ambientales?

En pocos años, menos de una década, la crisis habrá pasado, pero los problemas ambientales permanecerán. Incluso, se agravarán mientras no incorporemos a nuestra economía el hecho de que el mundo es finito y sus recursos, limitados. La erosión del suelo y la contaminación del agua tendrán consecuencias económicas y disminuirán la calidad de vida en muchas regiones. La polución atmosférica ya afecta a la salud humana y lo hará todavía más. Los efectos del calentamiento global sobre el desarrollo económico se percibirán a medio plazoÉ La preguntas claves son, al mismo tiempo: ¿Cómo vamos a conseguir energía? y ¿cómo vamos a controlar la actual demografía desbocada?

La formación científica de nuestra sociedad, ¿continúa siendo una asignatura pendiente?

Los científicos españoles fallan porque no logran comunicarse con la sociedad. Varias razones lo impiden: el lenguaje excesivamente técnico y la falta de sentimiento, fundamental para llegar al corazón de las personas. Por su parte, las instituciones académicas fallan de una manera clamorosa. Como ejemplo, el Eurobarómetro de 2001 revelaba que uno de cada cuatro europeos creía que el Sol gira alrededor de la Tierra, mientras uno de cada dos ignora que existe radioactividad natural.

¿Y la sociedad?

También, pero el problema tiene profundas raíces en nuestro pasado. Por ejemplo, las Cortes españolas negaron una pensión vitalicia a Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de 1906, para evitar un funesto precedente. Y otro: a finales del siglo XVIII el conde de Floridablanca decidió fundar una Real Academia de Ciencias. Se construyó un edificio, pero nunca se ocupó y hoy es museo del Prado. Todo cambiará el día que la sociedad demande a los rectores de las universidades que recorran el mundo para encontrar talentos científicos y ficharlos, como hacen los presidentes de los clubes de fútbol.

¿Cuál debería ser el papel de las universidades en la transferencia de conocimiento científico a la sociedad?

Lamentablemente, la divulgación no está entre las prioridades de muchas universidades españolas. Destaca, como pionera y por su modelo, la Càtedra de Divulgació de la Ciència de la Universitat de València, creada en 2002. Y en el ámbito europeo, sólo conozco el precedente de la Public Understanding of Science, fundada en 1995 por la Universidad de Oxford y dirigida por el biólogo evolucionista Richard Dawkins. Alabo sus objetivos de conseguir que la población no sólo valore la ciencia, sino que participe en el pensamiento científico y adquiera cultura científica.