Fiel a su estilo hermético y propenso a las sorpresas, el jefe del Consell alumbró una remodelación de su Gobierno que deja más dudas que certezas y más interrogantes que respuestas. Forzado por la triste circunstancia de la muerte del añorado conseller García Antón, Francisco Camps ha dedicado las dos últimas semanas a barajar un baile de nombres dentro del mismo equipo de gobierno que ya venía lastrado por la parálisis del "caso Gürtel" -cuya sombra aún es alargada- y la obsesión por confrontar por sistema con el Ejecutivo central sin aportar soluciones propias. La versión oficial del cambio de cromos habla de que Camps renueva la confianza en su actual equipo y reajusta las competencias para potenciar el empleo y atender las demandas de la sociedad. Es cierto que no entra ni sale nadie, pero tan cierto como que el presidente ha sido incapaz de encontrar a alguien que mejore lo que ya tenía. Y no será por la falta de argumentos con el galimatías en que se ha convertido la política educativa del Consell, que ha soliviantado a media Comunitat, el desastre en la aplicación de la Ley de la Dependencia o la escasez de pulso en la reactivación de la actividad económica y la creación de empleo.

En el capítulo de beneficiarios de la "minicrisis", uno de los consellers que sale reforzado es el vicepresidente primero Vicente Rambla, al que Camps le adjudica Industria y Comercio para intentar impulsar la creación de empleo, pero le retira la plataforma del cargo de portavoz. Si ya eran notorias las dificultades de entendimiento entre Rambla y el vicepresidente segundo para Economía, Gerardo Camps, las nuevas competencias que asume el primero pueden complicar aún más el gran objetivo de la reactivación con dos gallos mal avenidos en el mismo gallinero. No hay precedente alguno de dos vicepresidentes en el mismo departamento clave de Economía. Porque, ahora, en el reparto de las responsabilidades, el atasco está servido: si Rambla asume el impulso del empleo a través de la industria y el comercio, ¿a qué se va a dedicar Gerardo Camps? ¿A gestionar el pago de las nóminas a los funcionarios y a reclamar más financiación a Madrid? Da la sensación de que el vicepresidente alicantino, a quien muchos ya señalaban como el "delfín" de Camps, es el gran ignorado del reajuste de agosto. Y es que el vicepresidente tercero y gran mentor del jefe del Consell, Juan Cotino, también gana peso al hacerse cargo de las competencias que tenía García Antón -Agua, Medio Ambiente y Vivienda-, además de conservar la coordinación de todas las políticas sociales.

Si la reordenación en Economía carece de lógica, lo mismo cabe decir de Turismo, sector clave para el PIB autonómico y en el que la consellera benidormí Angélica Such ha sido relegada a Bienestar Social. En primer lugar, si Belén Juste ha sido apartada de Industria y Comercio por falta de impulso, ¿cabe confiar en que va a mejorar sus prestaciones en la gestión turística? Además, ésta será la primera vez desde que el área de Turismo tiene peso político y presupuestario en el organigrama de la Generalitat que no está dirigida por un alicantino. No sale, pues, bien parada de la remodelación la provincia de Alicante, que pierde una conselleria, el control del Turismo y la proyección de su vicepresidente económico.

En cuanto al nuevo "rostro" del Consell, la titular de Justicia Paula Sánchez de León, que ayer se estrenó como portavoz, se presenta como un posible valor en alza, pero no se le conocen mayores méritos. Es una incógnita más de la "quiniela" de Camps, que el jueves se empleó a fondo en subrayar los buenos resultados que le dan las encuestas por contraposición a los socialistas en el horizonte bicolor de las Cortes Valencianas.

El jefe del Consell podrá presumir de sondeos y confianza electoral, pero difícilmente de austeridad, como hizo con el recorte de una conselleria. En la semana de los 90 millones de euros para el canon de la Fórmula Uno y el aval de 74 millones para salvar al Valencia C. F., suena casi a sarcasmo hablar de contención en el gasto público.

Y si la incapacidad para incorporar a nuevos elementos al Consell ha sido palmaria, lo mismo se puede aplicar en la búsqueda de relevos para los consellers más "quemados". Pese a su evidente y contagioso desgaste, Camps ha optado por mantener en Gobernación a Serafín Castellano -tras el escándalo de las adjudicaciones de contratos menores a la empresa de sus amigos- y a Font de Mora en Educación.

Mucho se había especulado en las últimas semanas con la posible incorporación al Ejecutivo del secretario general del PP y "mano derecha" de Camps en el partido, Ricardo Costa, pero no ha pasado de ahí, de la especulación. Otro tanto ha sucedido con el conseller Rafael Blasco, que se queda con lo que tenía -Inmigración-, a pesar de haber sido reclamado por el jefe del Consell para buscar salidas al difícil laberinto del "caso Gürtel" en los seis largos últimos meses.

También la sombra de ese sumario judicial, archivado por el Tribunal Superior en lo que afecta a Camps, parece planear sobre la remodelación. A la espera de que se pronuncie el Supremo sobre los recursos contra el sobreseimiento, el president no considera éste el mejor momento para introducir grandes novedades ni nombres ilusionantes en su nuevo Consell. De modo que esto es lo que hay en las alforjas de Camps: continuismo, un punto de resignación, falta de ilusión y compás de espera al Alto Tribunal. Menudo viaje.

?Jefe de sección del Diario Información