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"Gallo que no canta, algo le falta en la garganta". La ciencia ha alterado el refrán popular en beneficio de los vecinos de las calles Francisco Morote y Bernabé Sanchis de Benifaió. Concretamente, lo que al gallo Cococó le falta en la garganta es un trozo de la membrana que conforma las cuerdas vocales que le fue extirpado el miércoles mediante intervención quirúrgica y, aunque ayer todavía cacareaba a pleno pulmón, a partir de hoy, su quiquiriquí debería empezar a sonar más débilmente.

Cococó es el nombre que reciben todas las gallinas en casa de Josep Marco. Hace aproximadamente ocho meses, este vecino de Benifaió decidió construir un gallinero en su patio para poder contar con huevos frescos cada día. En él soltó doce hembras y, también, un gallo, todos de la raza de gallinas de Chulilla, en peligro de extinción y en pleno proceso de recuperación. El gallo Cococó gobierna a su harén y se encarga de fecundar cada día a sus compañeras, que proporcionan, así, huevos "más completos biológicamente", explica Marco, que es presidente de Slow Food-Valencia. Es, precisamente, por eso, "por sus mejores huevos", por lo que este vecino no quiere renunciar a su gallo. Aunque le "pesa" que su canto moleste a sus vecinos, como comenta a Levante-EMV.

En fallas, Marco recibió la primera queja de una vecina de la calle Bernabé Sanchis cuyo patio de luces recae sobre el corral de la vivienda de Marco, donde se encuentra el gallinero. El canto del pollo, también por las noches, despertaba a sus hijos. A partir de ese momento, Marco empezó a estudiar el modo de acallar a su gallo. Puso a prueba varios métodos: dotar al gallinero de persianas o colocar unos pequeños focos para que las gallinas se acostumbraran a la luz nocturna del patio interior, entre otras cosas. Pero Cococó seguía cantando y, este verano, otro vecino bastante enfadado hizo saber a Marco que el ave seguía molestando. Así que, finalmente, preguntó a varios veterinarios cómo silenciar al gallo.

"Los veterinarios que coordinan la recuperación de la gallina de Chulilla me dijeron que me olvidara del asunto, igual como otros veterinarios de por aquí", dice Marco. Finalmente dio con Luis y Quique Ordás, dos hermanos que cuentan con clínica veterinaria en Almussafes y Algemesí y que tratan a los diversos animales de Josep Marco. "Ellos aceptaron", señala. El pasado miércoles, Luis y Quique se encargaron de la intervención, que apenas duró una media hora. "En cuestión de dos días, el gallo se quedará ronco y cantará muy flojito", explicaba el jueves Luis Ordás. Ayer, a mediodía, el gallo aún cantaba con fuerza. "Puede que no hayamos cortado suficiente membrana y que se necesite una segunda intervención", añadía el veterinario.

Un huevo a cambio de basura

Marco no desistirá hasta enmudecer al gallo, pero su empeño tiene una contrapartida: "Quiero implicar a mis vecinos en el cuidado de las gallinas", señala. A partir de septiembre, Marco propondrá a las familias del vecindario que contribuyan a alimentar a sus aves con sus residuos orgánicos: "A cada niño que me traiga un pozalito con basura para mis gallinas se lo cambiaré por un huevo fresco", indica. Además, Slow Food realizará en la granja La Peira de Benifaió una charla sobre alimentación para dormir bien.

Anestesia general y muy poco espacio para trabajar

En apenas media hora, los veterinarios Luis y Quique Ordás extirparon parte de la membrana fonadora de la garganta del gallo de Josep Marco. Es la primera vez que realizan esta intervención quirúrgica a un pollo, aunque el proceder es el mismo que cuando se trata de enmudecer a los perros, una operación algo más común que, no obstante, Luis Ordás desaconseja: "En cierto modo, es como si mutilaras al animal", comenta. Aunque "es una intervención sencilla", la estrechez del cuello del gallo complica el trabajo: "Es una cirugía difícil porque tienes poco sitio para trabajar", explica. Sin embargo, el trabajo no es complicado: "Consiste en cortar la membrana que está a la salida de la glotis. Se corta y se cauteriza con el bisturí". La debilidad de las aves es otro inconveniente de la operación, que precisa de anestesia general: "Son animales de presa y si sufren más de la cuenta, se les puede parar el corazón", señala Ordás. Una mala cicatrización posterior puede provocar la inflamación de la garganta. Ésa es, a priori, la única secuela de la intervención. "Como el gallo no dejará de cantar, aunque lo hará muy débilmente, no le supone ningún trastorno psicológico", indica el veterinario. Falta por ver si afónico, el gallo sigue siendo el dueño del corral. t. juan-mompó alzira