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Por estas mismas fechas hace treinta años el debate político valenciano también gravitaba sobre asuntos textiles. Entonces se estilaba más la pana que la alpaca, pero en cualquier caso la prenda que levantaba pasiones no era el traje sino la bandera, en el marco del debate de los símbolos identitarios que por su agitación callejera y violencia se conoció como la Batalla de Valencia. El episodio cumbre en la escalada de agresiones a ciudadanos, políticos e instituciones fue, sin duda, la sufrida al inicio de la procesión cívica del Nou d'Octubre el entonces alcalde de Valencia, Ricard Pérez Casado, a manos de exaltados del Grup d'Acció Valencianista (GAV) y la extrema derecha, que se saldó con la quema de la senyera, entonces no coronada con franja azul, y graves incidentes.

Un mes antes, el 3 de septiembre, Quart de Poblet vivió otro de los capítulos negros de una Transición que en Valencia fue menos cívica de lo que a menudo se ha predicado. El presidente del Consell preautonómico, Josep Lluís Albiñana, y el de la diputación, Manuel Girona -ambos socialistas- fueron insultados y agredidos físicamente en medio de una lluvia de "piedras, huevos y tomates", según las crónicas de la época. Habían acudido como invitados al pleno municipal en el que debía tratarse si Quart se sumaba a la ristra de ayuntamientos que pedían la autonomía para el entonces País Valenciano.

Albiñana no se arredró

Mientras Albiñana preguntaba a gritos "dónde estabais cuando había que defender los derechos democráticos", las piedras rompieron cristales que provocaron heridos. El pleno extraordinario y sin UCD acabó en media hora. Los invitados se largaron pitando y esa misma noche un grupo de 15 alcaldes de l'Horta -entre ellos el de Picanya, un jovencísimo Ciprià Ciscar o Albert Taberner, alcalde comunista de Alaquàs y después coordinador de EU- se encerraron para condenar los incidentes y la pasividad de la policía a las órdenes del gobernador civil Fernández del Río. El conseller de interior, el centrista Enrique Monsonís, tampoco se libró de las críticas de la izquierda, que le reprochaba cierta complacencia con los alborotadores.

La ejecutiva del PSPV emitió un comunicado que retrataba el clima. Denunció "los ataques y amenazas a alcaldes, intentos de asalto al Palau de la Generalitat, las provocaciones desde cierta prensa, acciones que han desembocado en graves incidentes como los de Bétera, Paterna, Alcúdia de Crespins y ahora Quart, que dan una idea del clima terrorista que se pretende crear para obstruir el camino de la plena autonomía". El concepto "terrorismo político" estaba en todos los comunicados de condena. En la nota de Acció Cultural del País Valencià se señalaba a los responsables: "Miembros del GAV, falleros y clavariesas".

Conforme pasaban las horas iban llegando alcaldes. El segundo día eran 52 y llegaron a ser 88. Los de Benissa, Alcoi o Fernando Martínez Castellano, que tenía los días contados como primer edil de Valencia, se sumaron. También acudió a expresar su solidaridad el número dos del PSOE, Alfonso Guerra. Los alcaldes dieron por finalizado el encierro la madrugada del 6 de septiembre. Albiñana, Girona y una delegación de 11 alcaldes se reunieron en Madrid con el ministro del Interior, Antonio Ibáñez Freire, quien dio unas garantías que no pudo o no quiso cumplir.