Juanjo García/Julia Ruiz

valencia

«Génova apoya, de momento, a Camps». La frase, pronunciada el viernes en privado por un dirigente del PP, da la medida de la gravedad de la situación para el presidente de la Generalitat y del PPCV, Francisco Camps, y del secretario general y portavoz en las Corts, Ricardo Costa. Hasta esta semana, en que salió a la palestra el informe elaborado por la Brigada de Blanqueo de Capitales de la Policía, en la que se acusa a la cúpula del PP valenciano de haberse financiado ilegalmente a través de las empresas de la trama Gürtel, el respaldo de Génova, sede nacional del PP, había sido firme. «Siempre estaré detrás de ti, o delante, o a un lado. Gracias Paco», le dijo Mariano Rajoy a Camps en el mitin de la plaza de toros de Valencia en la campaña de las europeas.

Ahora, al menos en privado, no sólo ha desaparecido el ardor, sino que son muchos los dirigentes que, ante la gravedad de los hechos, no ocultan sus dudas sobre el futuro de Camps si surgen más revelaciones. Hasta los más defensores de Camps admiten que las novedades del caso echan por tierra el prestigio del partido. Al margen de la supuesta financiación irregular que revela el informe, las conversaciones transcritas dan una imagen tabernaria de las relaciones entre los principales dirigentes de la Comunitat. La trama valenciana del caso Gürtel le ha estallado de nuevo en la cara al jefe del Consell en los días previos al debate sobre el Estado de la Comunitat que, en la hoja de ruta que se había marcado el PP valenciano, debía ser el punto de inflexión para remontar el vuelo tras estos meses de parálisis e incluso terror ante lo que pudiera surgir de las grabaciones telefónicas y los papeles.

En el escenario dibujado por Camps en el verano, entraba el archivo de la causa de los trajes por parte de la sala del TSJCV presidida por Juan Luis de la Rúa, al que le une amistad. El tribunal sobreseyó el caso el 3 de agosto. Pero antes recibió el informe de la policía y optó por no incluirlo en la causa. A primeros de septiembre, tras un recurso del PP, lo devolvió al TSJ de Madrid. Liberado aparentemente de la losa judicial y tras unos días de descanso, la siguiente cita era el Premio de Fórmula 1 de Valencia, el 23 de agosto. Para la semana siguiente, planificó el anuncio de la remodelación del Consell. Un nuevo Ejecutivo que debía contribuir a un cambio de dinámica para tomar la iniciativa política en el año y medio que resta de legislatura. El colofón era el debate sobre el estado de la Comunitat, previsto para este martes.

Los planes han resultado una auténtica quimera. Cuando el 17 de septiembre —después de que el PP forzara en las Corts una comisión para censurar a la vicepresidenta De la Vega por el recurso al auto de archivo del TSJ—, los populares dejaron en el debate sin defender al presidente al no usar el turno de réplica tras las acusaciones de la oposición, ya quedó en evidencia que el partido de Camps huía de este asunto como de la peste. Lo inexplicable es que dos días antes impusiera con sus votos la celebración de esta comisión. Y es que los populares ya tenían en su poder el informe de la policía. Según algunas fuentes, desde finales de julio, cuando el TSJ lo rechazó. Quizá por ello, nunca antes se celebró con menos entusiasmo que Camps y el PPCV el archivo de una causa. El presidente, simplemente, esperaba poder contar con más tiempo. La previsión era que el Supremo tarde año y medio en resolver el recurso al archivo. Los populares confiaban en darle la vuelta a la tortilla y convertir el caso de supuesta corrupción en la presunta persecución del Gobierno.

Todo eso se fue al garete con el informe policial, que rompió los nervios de los populares. El jueves, en la reunión a puerta cerrada con sus diputados, el presidente Camps personificó en él lo que interpreta como un ataque del PSOE a la Comunitat y llegó a afirmar que la oposición, «si pudiera, me gasearía». En el debate de política general, la estrella iba a ser el anuncio del presidente de un plan de austeridad contrapuesto a la subida de impuestos de Zapatero. Ahora, con la hoja de ruta destrozada, todo queda en un segundo plano en este interminable ratito largo.