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El secretario general del PP valenciano, Ricardo Costa, en el ojo del huracán tras las revelaciones del informe policial del caso Gürtel, rechazó ayer dimitir a pesar de las muchas voces que se alzan en su partido reclamando su marcha. La presión desde la dirección nacional del PP fue en aumento a lo largo de la jornada de ayer, pero Costa no dio un paso atrás al considerar por tomadas las medidas «contundentes» que el día anterior le había reclamado la número dos del PP nacional, Maria Dolores de Cospedal, y en las que ayer se reiteró.

A primera hora de la mañana, el también portavoz del grupo popular en las Corts compareció ante la prensa para reiterar que someterá de nuevo la contabilidad del partido al Tribunal de Cuentas y a una auditoría externa, medidas «excepcionales» que demuestran, dijo, que no hay nada que ocultar. También aseguró que propondrá la creación de una comisión de investigación en las Corts que fiscalice las cuentas del PP pero también las del PSPV y ofreció a los socialistas, antes de registrarla, negociar el plan de trabajo. Esto es, que la iniciativa tiene muy pocas opciones de ir en serio.

Costa negó que fuera a irse y que haya condicionado su marcha a la salida del vicepresidente primero del Consell, Vicente Rambla, cuyo nombre también figura en las conversaciones grabadas por la policía. De hecho, tuvo que dar explicaciones al también conseller de Industria para convencerle de que esa información no había partido de él. Fuentes cercanas a Costa insistían ayer que ninguna de las personas señaladas en las cintas (la tesorera del PP, Yolanda García; el secretario de organización, David Serra; Rambla y el propio Costa) deben de irse porque hacerlo sería dar credibilidad a las acusaciones de financiación irregular.

Pese al aplomo que trató de mostrar ayer en las Corts, Costa no obtuvo el calor de los suyos, sino todo lo contrario. La frialdad que le mostró el presidente Camps fue comentada por muchos de los presentes. Camps apenas le estrechó la mano en un par de ocasiones y ni si quiera lo hizo por la tarde al finalizar su intervención. La relación con Rambla, fue aún más tensa. Al cruzarse en el hemiciclo, Costa trató de abrazarlo. El vicepresidente, muy molesto con Costa, se quedó quieto. Además, fueron contados los diputados que se acercaron a primera hora de la mañana a saludar al portavoz y mostrarle su respaldo.

Mientras tanto, desde Madrid se sucedían los avisos a navegantes. Aunque fuentes de Génova aseguraron que no habían pedido dimisiones y que Camps tenía margen de maniobra para tomar decisiones, dejaron claro que el presidente tiene que explicar «bien» lo que ha ocurrido y aclarar las cuentas del partido. Más diáfano fue el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, al recomendar a Camps que aclare sus vínculos con la trama, ya que «cada palo debe aguantar su vela» si surge «un problema» en una comunidad. Además, diputados de Madrid mostraron en privado su preocupación por la deriva del caso y la «pasividad» mostrada por Camps en el debate de la Comunitat. Por su parte, el líder del PP alicantino, José Joaquín Ripoll, se mostró confiado en que cuando los temas se aclaren se adoptarán las medidas correspondientes.