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Cinco años ha invertido Anselm Bodoque en la tesis doctoral que ha inspirado este libro. Destacan dos conclusiones: la política lingüística de PP y PSPV apenas ha diferido, y 25 años no han servido para revertir la marginalidad del valenciano.

Haciendo una lectura crítica del título de su libro surge la primera pregunta. ¿Es que ha habido una política lingüística en los últimos 25 años?

Siempre hay política lingüística. Aunque en el caso de Valencia, la política lingüística haya ido a veces en contra de la lengua y otras veces moderadamente a favor de ella.

El balance que usted presenta es desolador.

Más que desolador es perplejo. Tal como han reconocido los dos partidos que han ejecutado las políticas lingüísticas en los últimos 25 años, no se ha conseguido recuperar el uso social de la lengua ni que el valenciano y el castellano se utilicen con una cierta igualdad. Un castellanohablante puede llevar a cabo su vida sin necesidad de cambiar de lengua. Un valencianohablante, en cambio, no lo puede hacer. Ni la oferta de radio, televisión, o cine, ni la atención en empresas privadas o en las administraciones públicas garantiza una seguridad lingüística a los valencianohablantes. Es decir, saber que puedes usar tu lengua tranquilamente. Veinticinco años después, eso todavía no es posible.

Sostiene que el proceso de sustitución lingüística no se ha detenido ¿Qué consecuencias tiene para el futuro del valenciano?

Las políticas lingüísticas han contribuido a frenar este proceso, que hubiera sido más acelerado.

Pero no se ha revertido.

No, no se ha revertido. Las consecuencias son evidentes: más de un 15% de valencianos es inmigrante y se socializará mayoritariamente en castellano. La ecuación es muy simple: si una comunidad lingüística no crece y no mantiene a sus hablantes, se va reduciendo.

Alerta de un peligro de irlandización. ¿En qué consistiría?

En Irlanda, la lengua primera es el gaélico. Lo conoce el 100% de la población que ha pasado por la escuela, pero sólo lo hablan 10.000 personas porque la gente utiliza habitualmente el inglés. En el País Valenciano podría ocurrir algo similar: que toda la gente que haya pasado por el colegio tenga una comprensión más o menos sofisticada del valenciano pero que no lo use al no verle utilidad.

Eso no se cambia en la escuela.

Pensar que la escuela lo soluciona todo es falso. Tú puedes aprender valenciano, pero eso no quiere decir que te incorpores a la lengua, la hagas tuya y la vayas a utilizar fuera del centro. Ni siquiera garantiza que la gente que tiene el valenciano como lengua propia considere que es algo importante.

Y que lo hable…

Exactamente. Porque no se trata de aumentar la gente que pueda hablar en valenciano, sino de incrementar el número de personas que lo tienen como primera lengua. Eso es lo principal. Si el número de transmisores aumenta, la lengua tiene futuro. En cambio, si el conocimiento pasivo aumenta y los hablantes disminuyen, entonces la lengua no tiene futuro.

Y es lo que está pasando aquí.

Sí. Nos guste o no nos guste, las lenguas minorizadas tienen un estigma, y para promoverlas socialmente ha de existir una militancia lingüística, una voluntad de usarlas.

Aunque habla de militancia, en el libro insiste en la necesidad de despolitizar el valenciano.

Sí, porque una lengua es normal cuando no se habla de ella. Del castellano, por ejemplo, no se habla. De acentos y de haches sólo hablan lingüistas y escritores. La gente lo utiliza, se entiende y ya está. En el caso valenciano, se ha hablado mucho en términos políticos sobre la lengua y sobre la identidad de la lengua y, curiosamente, se ha hablado muy poco de las políticas lingüísticas. La politización que debe evitarse es que los políticos hablen de acentos y denominaciones. Los políticos tendrían que hablar de qué política lingüística llevar a cabo para mejorar el uso social de la lengua.

¿Cuál es ahora mismo el bastión más fuerte del valenciano?

Las comarcas centrales: la Safor, les Marines, el Comtat, l´Alcoià, la Vall d´Albaida y la Costera, porque tienen una densidad de población notable y un uso relativamente alto del valenciano. En el norte de Castelló también se habla mucho pero hay poca población. Y después, se ha observado que el conocimiento pasivo de la lengua ha aumentado en las capitales de provincia y en las comarcas castellanohablantes.

¿Ése sería uno de los grandes logros de la política lingüística?

Sí. La política lingüística de estos años ha tenido el efecto de frenar la tendencia al cambio de lengua y aumentar la comprensión del valenciano entre los castellanohablantes. Aparte de los inmigrantes, es muy difícil encontrar ya a ningún habitante de la Comunitat Valenciana que no entienda el valenciano. ¡Que no lo quiera entender es otra cosa! Ahora bien, volvamos al meollo de la cuestión: el futuro de la lengua no depende del conocimiento pasivo, sino del número de hablantes. Porque de lo contrario caemos en la irlandización: la gente no habla el gaélico ni lo transmite a sus hijos.

¿Cree que el valenciano podría desaparecer en 50 años, como alertan algunos expertos?

No sé qué decirte… En términos sociales es posible. ¿Está presente el valenciano en la ciudad de Valencia? De una forma marginal, pero como lengua social no.

Y es posible revertir esa situación en el «cap i casal».

Ejemplos históricos hay, como el hebreo. Pero para revertir esta situación hacen falta tres elementos. En primer lugar, una legislación que aporte seguridad lingüística real para poder usar la lengua tranquilamente en todos los ámbitos, incluso ante la policía, la guardia civil o el juez. En segundo lugar, una decidida voluntad política de los poderes públicos, central y autonómico. Y por último, un núcleo potente en la sociedad civil que esté a favor de la lengua. En el caso valenciano, a mi entender, la posición es muy débil en estos tres casos.

Reclama que se deje de usar la lengua como el motor de un proyecto nacional y que el valenciano se vea más como una parte fundamental de los derechos individuales y colectivos.

Sí. La lengua es un elemento identitario evidente. Pero identificar proyecto nacionalitario (sic) con la lengua en el caso valenciano es suicida. Porque el proyecto nacional siempre será más minoritario que el de recuperación lingüística. Por tanto, esa vinculación margina la lengua y la arrincona como algo minoritario. Proteger la lengua porque existen unos derechos lingüísticos que hay que garantizar es, en mi opinión, una vía mucho más potente para recuperar el valenciano que vincularla a un proyecto nacionalitario.

¿Y qué reclama para impulsar esa recuperación del valenciano?

La situación de marginalidad relativa del valenciano no se ha superado, eso es evidente. Por eso, hay que exigir a los gobernantes que, sencillamente, cumplan lo que han firmado. Con eso ya mejoraría mucho. Y después, que se hablara de políticas concretas y no del sexo de los ángeles y de la naturaleza de la lengua. Quien más culpa tiene en este aspecto es el PP, que está obligado a sacar la lengua del debate político como se ha comprometido.