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Hay mitos que no llevan bien el paso de los años, y el de don Tancredo es uno de ellos. En poco más de un siglo ha pasado de ser glorificado como "el rey del valor", a ser sinónimo de todo lo contrario: de paralizarse ante los problemas.

Esa connotación negativa no tardó en llegar. Fue el 28 de enero de 1901, cuando el entonces presidente del Gobierno, el conservador Francisco Silvela, conocido como la "daga florentina" por su acerado verbo, convirtió el "tancredismo" en figura política reprochable. El duque de "Tetuán es inconmovible; es el don Tancredo de la política", dijo Silvela, tras negarse a entrar en su Ejecutivo el valenciano Carlos O'Donnell, líder del ala más moderada del partido.

Pese a ello, el "hipnotizador de toros" fue un fenómeno de masas. El mismo Pío Baroja, en "La busca" (1904), ya escribe "los chicos pequeños se divertían jugando al toro, y entre las suertes más aplaudidas se contaba la de Don Tancredo". En las fiestas de Ferrol de junio de 1901, la carroza naval que triunfó fue una que reproducía una plaza de toros con un don Tancredo, mientras también hizo época la coplilla "Don Tancredo, don Tancredo/ en su vida tuvo miedo/ ¡Don Tancredo es un barbián!/ ¡Hay que ver a Don Tancredo/ subido en su pedestal".