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El presidente de la Generalitat, Francisco Camps, vive sus días más amargos. El caso Gürtel no sólo ha asestado un golpe durísimo a su imagen pública y a su liderazgo, sino que, además, lo está dejando cada vez más solo. Por motivos distintos, pero de una manera u otra bajo la influencia de la investigación abierta por el juez Garzón, Camps ha seguido perdiendo a sus más estrechos colaboradores. Una situación que ha propiciado que el encastillamiento del presidente valenciano sea cada vez mayor. Es el llamado síndrome de la Moncloa que, sostienen los expertos, acaba por arruinar la carrera de los gobernantes al despojarlos de una percepción nítida de la realidad.

Encerrado en su torre de marfil, Camps ha sufrido una auténtica semana "horribilis" al tener que sacrificar a su secretario general, Ricardo Costa, y ver cómo su "alter ego" en los últimos seis años (su jefa de gabinete, Ana Michavila) le decía adiós. Ni siquiera el respaldo público que el pasado jueves le ofreció el presidente nacional del PP, Mariano Rajoy, resulta convincente.

Pese a la escenificación, la relación con dirección nacional del partido se ha resentido. En su intento desesperado por no dejar caer al número dos del partido, Camps ha tensado tanto la cuerda que muchos en Madrid creen que se ha convertido en un lastre para Rajoy. Aunque la hoja de ruta de Génova pasa por apoyar al presidente, Camps podría haber agotado ya todo el crédito que tenía con Madrid. Nuevas revelaciones de la trama que afecten a su imagen o a su gestión podrían acabar por romper de forma definitiva su idilio con Rajoy.

Francisco Camps salió tocado de la causa de los trajes, pero cuando trataba de recuperar la iniciativa, las revelaciones del informe de la Brigada de Blanqueo de Capitales y el levantamiento del sumario por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid casi lo tumban. "Esto ya no es lo de los trajes", comentaba un dirigente popular de Madrid que considera que, a pesar del impacto mediático que tuvo el caso de los trajes, era una minucia en comparación con las graves irregularidades en la gestión que apuntan los informes policiales. No en vano, la Generalitat ha concedido contratos millonarios a las firmas de la trama.

Por lo pronto, esta semana ha quedado claro que el reinado de Camps en la Comunitat ya no es absoluto. Génova ya no tiene un único interlocutor. Aunque Rajoy sigue teniendo hilo directo con el presidente valenciano ya ha empezado a consultar directamente a los presidentes provinciales: Carlos Fabra, Alfonso Rus y Joaquín Ripoll. Este último, además, enfrentado a Camps desde los inicios de su Gobierno, ha reconducido su relación con Madrid hasta el punto de que fuentes de la dirección nacional admiten que ha ganado el crédito suficiente para ser considerado un referente autorizado en Alicante, en igualdad de conficiones que la alcaldesa de Alicante, la campsista Sonia Castedo. El caso Gürtel no ha hecho mella en el PP de la Comunitat, una marca que funciona a pesar de que, según los sondeos, la imagen del presidente ha salido trasquilada. Y el que Génova haya constatado esta situación, puede ser crucial para el presidente en el caso de que su nombre siga ligado a la trama. "En Valencia funciona la marca, no el nombre", piensan en el PP.

Ni "clan del Agujero" ni núcleo duro del Palau

Si el presidente echa la vista atrás se dará cuenta de que el equipo que le acompañó en sus inicios en la Presidencia y le ayudó en los tiempos difíciles de lucha contra el zaplanismo es historia. Especialmente significativo es el resquebrajamiento del llamado "clan del Agujero", el grupo de amigos que acudía a las tertulias políticas de "El Agujero", el bar cercano a la Facultad de Derecho al que asistían, entre otros, Camps, el vicesecretario de Comunicación del PP, Esteban González Pons, y el vicepresidente segundo y conseller de Economía, Gerardo Camps.

El distanciamiento es evidente, sobre todo entre Camps y González Pons. El papel de "enviado" de Génova para exigir al jefe del Consell la destitución de su "mano derecha", Ricardo Costa, por su relación con los implicados en la trama Gürtel, jugado por González Pons, ha irritado sobremanera al titular de la Generalitat. La relación parece haberse deteriorado de forma irreversible. Pero también hay más frialdad con Gerardo Camps. En los últimos tiempos, el vicepresidente se ha "borrado" de la escena. Incluso ha tenido la suerte de que las recaídas en la dolencia de la espalda que le castiga han coincidido con los días en que parecía no convenirle la foto con Costa y Camps en el pleno.

A esto se añade esta semana la marcha de su jefa de gabinete, Ana Michavila. La oposición liga la salida con el desagrado de ésta por la relación de Camps con los personajes de la trama Gürtel. Antes también, Pedro García, amigo de los implicados, dejó la dirección de RTVV.