Uno. En estos momentos, el Museu Valencià d'Etnologia dedica una ambiciosa exposición a la celebración de la Semana Santa Marinera de Valencia. Según afirma su director, Joan Seguí, esta tradición «es una destacada manifestación del patrimonio etnográfico y cultural valenciano». Lo que no dice es que ese patrimonio inmaterial está mortalmente amenazado por las excavadoras de Rita Barberá, puesto que esa tradición festiva es absolutamente inseparable de la peculiar arquitectura del Cabanyal-Canyamelar, que es la que le otorga su peculiar carácter e identidad.

Dos. Muy ligado a la Semana Santa Marinera está el festival Portes Obertes, un evento artístico reivindicativo que organiza la plataforma Salvem El Cabanyal-Canyamelar para reivindicar el derecho a mantener su característica forma de vida. Se celebra desde 1998 y, aunque cada año cambia de contenidos, el plato fuerte lo constituye la transformación de las viviendas amenazadas en espacio expositivo temporal, de forma muy similar a como se viene haciendo, desde tiempo inmemorial, en la diseminación de imágenes sagradas por las viviendas particulares del barrio, que tiene lugar durante la Semana Santa Marinera. Dejando de lado su valor como evento relacionado con el arte contemporáneo, que lo tiene y mucho, estas exposiciones domiciliarias constituyen también un hermoso ejemplo de actualización revitalizadora de un ceremonial popular, puesto que no sólo transforman e invierten durante unos días el significado del espacio, sino que convierten la experiencia estética en una verdadera «fiesta política» donde se alteran los roles del público y de lo público, convirtiendo cada visita a uno de estos hogares, agónicamente desprivatizados porque se saben condenados a muerte, en una nueva oportunidad para la vertebración social por medio de la participación y la complicidad ciudadana. Ritual democrático que recuerda la vieja tradición anglosajona del mitin en directo, según la cual fue la presión y la complicidad popular en los ajusticiamientos públicos la que consiguió, poco a poco, que «casi todo» se pudiera llegar a decir en el Reino Unido, al menos justo antes de la ejecución de los condenados. Una costumbre que, según señala el profesor John Michel Roberts, está en el origen de la actual libertad de expresión —a su vez inseparable de la cultura democrática— y ha sido convertida ya en patrimonio inmaterial de los londinenses por los anónimos conferenciantes que disertan en público sobre variados problemas en el Speakers' Corner de Hyde Park, uno de los más populares atractivos turísticos de la ciudad de Londres.

Tres. Aquí ya no hay dinero ni para especular, así que rehabilitar y poner en valor el barrio parece la única forma de no tirar al mar unos recursos públicos que escasean, conservando de paso todo nuestro patrimonio cultural, tanto el de carácter material como el inmaterial. Con el descomunal escándalo mediático que se ha montado a escala nacional y la cantidad de artistas que viven en el entorno del Cabanyal-Canyamelar, dar un giro de timón en este momento podría convertirlo en un verdadero atractivo para el turismo cultural, ese que tiene un alto nivel adquisitivo pero apenas nos visita, a la vez que evitaría el riesgo de alguna nueva, y más que previsible, reconducción del problema por la vía judicial.

Sin en el Partido Popular hubiera algún político valiente, además de sensato, estaría buscando ya alguna salida digna que evite que el barrio acabe como la huerta de La Punta, arrasada y perdida para nada. ¿Hay alguien por ahí?