Lo primero fue cambiar las formas. Ahora, un año después de tomar posesión, toca transformar el fondo. El arzobispo de Valencia, Carlos Osoro, ya tiene lista una reestructuración territorial de la diócesis que alterará la división eclesiástica vigente desde 1959. La remodelación estructural de la demarcación, expuesta ayer a puerta cerrada ante los 67 arciprestes valencianos y el Consejo Episcopal, tiene dos grandes patas: el aumento de las vicarías episcopales de 5 a 8 y la reducción a la mitad de los 67 arziprestazgos, que quedarán limitados a 34.

Números aparte, el objetivo de la remodelación es dotar de poder real a los arciprestes para que puedan convertirse en un cuerpo consultivo más allá de su actual testimonialidad. Como sintetizaba ayer en privado un cargo de la diócesis, "se busca que los arciprestes dejen de ser meros correos del vicario y el arzobispo y se inicie un gobierno menos piramidal" que el legado por Agustín García-Gasco.

A grandes rasgos, la reforma presentada ayer destaca por el desdoblamiento de la vicaría de Valencia ciudad en dos (Valencia norte y Valencia sur); la aparición de una vicaría específica para la Ribera; y la creación de otra vicaría para la zona Montcada-Sagunt que se desgaja de la correspondiente a Llíria-Requena-Ademuz. Las otras vicarías serán las de Xàtiva-Alcoi-Ontinyent, la Safor-la Marina y la del área metropolitana de Valencia. Eso en cuanto a las vicarías episcopales, el equivalente diocesano de las conselleries. Respecto al adelgazamiento de los arciprestazgos (una especie de mancomunidades eclesiásticas), se explica por el cambio demográfico de estos 50 años y la evolución del peso parroquial de cada zona.

Esta reestructuración ya ha sido presentada a los presbíteros y a los arciprestes. Sólo falta que pase el filtro -puro trámite- de otros dos organismos: el Consejo Pastoral y el Consejo de Gobierno. La intención de Osoro es que la nueva estructura eclesiástica valenciana, de la que oficialmente no se ha dicho nada, entre en vigor antes de que termine el año. Para ello, obviamente, será necesario nombrar a los nuevos vicarios y arciprestes.

El contenido de esta profunda reestructuración lo dio a conocer ayer a los arciprestes el obispo auxiliar Enrique Benavent. La filosofía que inspira el cambio, subrayó Benavent, es "dar más importancia" a los arciprestes. Hasta ahora, el arzobispo solía mantener de media dos reuniones anuales con ellos porque su elevado número anquilosaba la relación con el palacio arzobispal. Con la remodelación, que los dejará en 34, la intención de Osoro es mantener una reunión mensual con el colegio de arciprestes y aumentar su "corresponsabilidad" de gobierno con el arzobispo.

Tal vez se pierda en heterogeneidad, admiten algunas fuentes eclesiásticas, pero parece seguro que se ganará en eficacia e influencia de las bases parroquiales en el gobierno de la diócesis.

Elección de curas

La nueva reforma dividirá cada vicaría en entre 3 y 7 arciprestes. Su función será la de vertebrar y coordinar la labor pastoral y diocesana de las parroquias que tiene bajo su jurisdicción territorial, aunque en última instancia las parroquias gocen de plena autonomía. Ahora su voz tendrá más peso en el nombramiento de curas.

No fueron muchas las palabras que dirigió ayer Carlos Osoro al conjunto de arciprestes en su primera reunión con ellos. Pero una frase bastó a todos para comprender el alcance de la reestructuración emprendida. Dijo el arzobispo: "No he venido a Valencia a veranear, sino a subirme al carro del trabajo de todos los sacerdotes".

La frase no es casual. El arzobispo quiere despertar la ilusión pastoral y estimular al clero en su labor. Para ello, destacó, no sólo hay que cambiar a las personas de parroquia. También se necesita una estructura más adecuada a los tiempos y a la realidad demográfica del territorio valenciano.

Pero ayer hubo más novedades. El canónigo de la catedral de Valencia Miguel Payá apuntó la próxima creación de grupos catecumenales en las parroquias valencianas para intentar cazar fieles y engordar las bases de la diócesis. La medida forma parte del Itinerario Diocesano de Renovación 2010-2014 y empezaría a funcionar en la cuaresma de 2011. Según explicaron ayer a este diario fuentes eclesiásticas, cada uno de estos grupos tendrá unas 15 o 20 personas y entre sus cometidos figurará que las personas que se acerquen a la Iglesia para el bautizo, la comunión o el matrimonio no se alejen de la parroquia inmediatamente. Es otra acción para estimular la diócesis desde abajo.