La Silene de Ifach (Silene hifacensis) es una planta que se creía extinguida en la península Ibérica hasta 1986 pero de la que aún sobreviven 81 ejemplares en el litoral septentrional de la provincia de Alicante. De la Jara de Cartagena (Cistus heterophyllus) apenas sobrevive un ejemplar en la Serra Calderona. La Ensopeguera d´Irta (Limonium perplexum) se extiende en unos roquedos calcáreos de este parque natural de Castelló. Son tres de los ejemplos de especies de flora en «peligro de extinción» o vulnerables que la Conselleria de Medio Ambiente, Agua, Urbanismo y Vivienda ha incluido en un Catálogo Valenciano de Especies Amenazadas, donde se regulan medidas de conservación. Ayer también se presentó un nuevo volumen del Catálogo, dentro de la Colección Biodiversidad que edita la Conselleria de Medio Ambiente y que, «se trata del primer Libro Rojo de flora autonómica realizado en España», según explicó la directora general del Medio Natural, Ángeles Centeno.

La Comunitat Valenciana es una de las regiones con mayor riqueza florística de Europa gracias a sus cerca de 3.350 taxones de flora vascular (helechos y plantas de flores). Además, la flora valenciana «destaca por su originalidad: somos uno de los territorios con mayor número de endemismos de la península ibérica», señalan desde el departamento que dirige Juan Cotino. De 370 endemismos, un total de 64 son «exclusivos de nuestro territorio, porque son las únicas poblaciones conocidas de estas 64 especies en todo el mundo, que sólo se localizan en la C. Valenciana».

Por eso se ha decidido identificar las especies que necesitaban medidas legales de protección para clasificarlas y proceder a redactar, aprobar y ejecutar planes de recuperación. En esta tarea se han vivido situaciones rocambolescas que dan muestra del trabajo contrarreloj que se realiza para evitar que esta flora desaparezca definitivamente.

Sobrevivir a una cantera en la Ribera

La tramussera valenciana (Lupinus mariae-josephae) se creía extinguida. «Unas semillas recogidas en 1970 en una zona de Montserrat, posteriormente destruida por la expansión de una cantera, permitieron obtener ejemplares en cultivo que sirvieron para describir la nueva especie en 2004», según explican técnicos de Medio Ambiente. Esta planta con flor exclusiva de la Comunitat Valenciana se llegó «a declarar extinguida por la desaparición de la única población que se conocía». Pero los expertos no se dieron por vencidos. «Intensas campañas de rastreo permitieron localizar una pequeña población en Llombai, muy próxima a una zona identificada por el topónimo «Lloma del Tramussar». Un detalle que dio la pista para buscarla en otras zonas «gracias al reconocimiento del saber popular trasladado a la denominación de las áreas geográficas». Este trabajo deductivo permitió localizar otras dos poblaciones de tramussera valenciana en Xàtiva y Gandia. «Posteriormente, con la ayuda de colectivos y particulares de Montserrat implicados activamente en la búsqueda de su endemismo desaparecido, se localizaron dos núcleos de tramussera a ambos lados de la cantera que destruyó la población original», explican los responsables del seguimiento de estas especies. Y aún se rastrea áreas con topónimos relacionados con tramús.

También son singulares las vicisitudes de la Jara de Cartagena (Cistus heterophyllus). En la C. Valenciana sólo sobrevive un ejemplar natural en la Serra de la Calderona que «no puede aumentar en número de forma natural, por los mecanismos de autoincompatibilidad reproductiva, porque la autopolinización no produce semillas viables», explican los técnicos. Por eso la jara está en «una alarmante situación de amenaza» y, de hecho, el ejemplar de la Calderona es el «único ejemplar puro del continente europeo» ya que los de la sierra de Cartagena se han mezclado genéticamente con la estepa blanca (Cistus albidus). La peculiaridad de la jara valenciana es un privilegio y un castigo a la vez. Se han adoptado medidas de conservación como «la producción por micropropagación in vitro, creación de poblaciones de seguridad o plantaciones en rocallas didácticas que reducen la extinción definitiva pero, al tratarse de ejemplares clónicos, genéticamente idénticos, son autoincompatibles».