Poner en marcha un Banco del Tiempo cuesta. Y prueba de ello es la experiencia fallida que surgió en 2008 en el barrio valenciano de Benimaclet. Se montó el banco, se hizo publicidad por el barrio y se organizaron reuniones. Había ilusión y algunas personas se inscribieron. Pero el banco fracasó y ha quedado paralizado, con más de medio año sin registrar ningún intercambio y con una sola usuaria: su promotora, Marga Vidal. Sus reflexiones actuales permiten entender esta iniciativa alternativa más a fondo. Según cuenta, «a la gente le cuesta pedir y aceptar ayuda. Estamos tan mediatizados por el dinero que la gente todo lo quiere conseguir pagando. En general, creemos que sólo hay que pedir algo cuando estás muy necesitado o no sabes hacer algo. Y eso es porque no existe una filosofía clara del intercambio de favores entre persona y comunidad», opina Vidal, que baraja reconvertir el Banco del Tiempo en una sucursal de la nueva Red ECO de economía sostenible. p. c. valencia