La Universitat de Valencia nombra hoy doctor honoris causa al prestigioso hispanista norteamericano Thomas Glick (Cleveland, 1939). Glick, profesor de Historia Medieval de la Universidad de Boston es un especialista en los regadíos históricos valencianos y en transmisión de las ideas científicas de una sociedad a otra, y en especial, del darwinismo, en España. Vive en Gorga, en el Comtat, donde habla el valenciano que aprendió estudiando la huerta con sus vecinos.

Llegó a Valencia en 1965 para hacer una historia social del regadío valenciano.¿Cómo era la huerta de Valencia que encontró?

La ciudad todavía no se había modernizado. Tenía aspectos de pueblo que tanto yo como mi mujer encontramos muy entrañables. Vivíamos en un chalet alquilado de Godella, justo al lado de la Acequia de Moncada. En aquellos días desde allí se podía ver hasta las afueras de Valencia, sin ninguna interrupción, un campo enorme, una vasta llanura de huertas de regadío. Era una cosa absolutamente imponente, como si fuera una representación del poder económico de la región. Ahora todo eso está en peligro, naturalmente.

¿Que siente cuando ve que todo eso desaparece?

Creo que, en parte, es inconsciente por el crecimiento de la población, por que exhibe una falta o incapacidad de acción en planificación urbana. Había trozos de huerta, como Campanar, que no había ningún motivo para destruirlos.

¿Se debería proteger la huerta?

Recuerdo una conversación que mantuve con Vicente Giner Boira, asesor del Tribunal de las Aguas, a finales de los años 60 cuando la destrucción todavía no había empezado. Él pensaba que toda o parte de la huerta de Valencia debería designarse como un recinto histórico nacional. Pero no había nadie a quién dirigir tal solicitud. Creo que el meollo de la inconsciencia consiste en desconocer que las huertas periurbanas son rarísimas y la mitad, o más, se han destruido ya. Por ejemplo, la de Damasco, la de Palermo... También existían unas pequeñas huertas periurbanas en el sur de Francia. En la costa Mediterránea de España era el lugar donde más huertas había. Para mí, ha sido como presidir la extinción de una especie. Creo que lo que ha faltado ha sido una aproximación más realista de tipo histórico y geográfico, porque si los dirigentes políticos no entienden qué raro es este tipo de huerta periurbana, quizás alguien podía haberse movido para explicárselo. Creo que ya es demasiado tarde. Sin embargo, pienso que sería muy beneficioso identificar trozos de huerta que aún puedan ser salvables y protegerlos.

¿Y cómo se puede hacer eso?

La única manera de hacerlo es dar un subsidio a los agricultores que quedan y luego conservar estos campos como zonas agrícolas protegidas.

Usted también ha estudiado el Tribunal de las Aguas ¿Cómo ve su futuro?

Alrededor del Tribunal de las Aguas hay una especie de disonancia cognitiva. Todo el mundo habla de él, si tal y cual, sin al parecer tener consciencia de que su continuidad depende de la supervivencia de al menos cierta proporción de la huerta. Si desaparecen los regantes, desaparecerá el Tribunal de las Aguas. Y este es un tesoro histórico que todavía se puede salvar, pero nadie, que yo sepa, se ha puesto manos a la obra.

¿Que opina de la actual política de modernización de regadío que se impulsa desde la Administración, de sustituir las acequias por el riego por goteo?

Defiendo el regadío tradicional, no porque sea tradicional, sino porque funciona. El miedo que tengo es que no se ha previsto los posibles cambios en el ciclo hidrológico, en todos los sentidos, que puede desencadenar dicha modernización. Primero, que la intubación de acequias implica una disminución de la recarga de los acuíferos. Y en segundo lugar, algo mucho menos conocido, que es la evapotranspiración. Según Millán Millán, el director del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM), la disminución de superficies de marjal o campos de riego en las últimas décadas ha comportado una caída de las precipitaciones. Entonces, esta política me parece un autoengaño, una autodestrucción evitable del clima. Esto es una cosa tremenda, una cosa seria, que encuadro también con la falta de perspectiva histórica. Incluso hay ciertas personas que me dicen "¡Ah, no!... La extinción de la huerta es inevitable, el progreso, y tal y cual..." Eso no es progreso si provoca un deterioro del medio.