La normalización de una lengua no sólo se mide por el número de hablantes. También importa su calidad y prestigio. Y en la Universidad, cuna del conocimiento y cantera de los líderes políticos, empresariales y cívicos del futuro, el valenciano todavía no ha alcanzado la normalización. Veintiséis años después de la Llei d'Ús i Ensenyament del Valencià, sólo el 1,8% de alumnos de las cinco universidades públicas valencianas estudia íntegramente en la lengua de Ausiàs March. En cambio, son el 54% los universitarios de la Comunitat Valenciana que reciben todas sus clases en castellano. Éste es el retrato lingüístico de las universidades públicas valencianas que arroja un ambicioso estudio presentado ayer y que ha sido elaborado por investigadores universitarios en colaboración con la Acadèmia Valenciana de la Llengua.

Extremos aparte, en sólo dos universidades hay una representación sensible de alumnos que recibe la mitad de clases o más en valenciano: la Universitat de València, con el 35% de estudiantes bilingües a partes iguales como mínimo, y la Jaume I de Castelló, con el 33%. El porcentaje de alumnos que recibe la mitad de sus estudios en valenciano no supera el 11% en la Politécnica de Valencia, el 5% en la de Alicante, y el 0,8% en la Miguel Hernández de Elx.

El informe constata que, en algunos casos, poco se ha avanzado. En materia de investigación, por ejemplo. El valenciano es la tercera lengua preferida por el personal docente investigador, por detrás del castellano y el inglés, para publicar sus trabajos. Sólo lo usa el 5%.

Pero la marginalidad del valenciano no sólo reside en las aulas y los despachos de la torre de marfil. También preside la cotidianidad de la cafetería, los pasillos y las secretarías. Sólo entre el 8 y el 11% de la comunidad universitaria -alumnos, profesores, administrativos- mantiene sus relaciones informales en valenciano. El monolingüismo en castellano, en cambio, se mueve entre el 46 y el 53%.

El rosario de cifras negativas (como que dos tercios de los docentes nunca han impartido una clase en valenciano) es casi interminable. Pero la conclusión se resume pronto: "Ni el estudiantado valencianohablante tiene garantizado su derecho a recibir la docencia en su lengua, ni el profesorado dispuesto a impartirla disfruta de las condiciones necesarias para hacerlo con normalidad".

Así lo aseguró ayer Artur Aparici, director del equipo investigador. Además de la desigualdad territorial -en las universidades alicantinas el idioma propio es residual-, otro eje clave del estudio revela que "las políticas lingüísticas universitarias vigentes, más que en la reglamentación y planificación, se basan en la gestión y el impulso de la voluntad personal del profesorado para articular una oferta docente en valenciano".

Objetivo: bilingüismo en 2035

Sin embargo, fiándolo todo al compromiso personal de un puñado de militantes convencidos poco más se conseguirá. Con este modelo, admite Aparici, "se ha llegado prácticamente al techo". Por ello, reclamó a las universidades la puesta en marcha de "un plan de igualdad" de las dos lenguas oficiales "para neutralizar la situación de subordinación que sufre actualmente el valenciano".

El objetivo es alcanzar dentro de 25 años, en el 2035, un "bilingüismo simétrico". Para ello, se afirmó, las universidades tendrían que incorporar el valenciano como mérito en la carrera docente y, al mismo tiempo, catalogar el 50% de plazas docentes como puestos para profesores que dominen el valenciano.

En cuanto al uso de la lengua fuera del aula, los investigadores citan como ejemplo efectivo el iniciado por la Jaume I: que el valenciano sea requisito obligatorio para el personal administrativo y de servicios.

Todo ello aumentará la normalización del valenciano en las universidades y, colateralmente, prestigiará la lengua propia en la calle. Por delante hay 25 años -otros 25 años tras la Llei d'Ús- para conseguirlo.