Ya que siempre está sentada frente a los periodistas contestando preguntas ¿por qué no cambia el rol y se hace usted misma la primera?

Me preguntaría cuáles son mis retos y qué me gustaría conseguir.

Adelante.

Pues imprimirle normalidad y sentido común a la vida política, algo de lo que a veces nos distanciamos.

Está bien que comience realizando autocrítica.

Vivimos una época en la que, sin darnos cuenta, nos alejamos de la normalidad y desviamos el ejercicio de la política hacia unos parámetros que no le corresponden.

¿Es culpa del propio político o de la sociedad que los elige?

La política evidencia lo que ocurre en la sociedad, tanto para lo bueno como para lo malo. Vivimos un momento tremendo de convulsión y distorsión de la realidad. Los políticos, a veces, usamos un lenguaje y abordamos unos temas que no son los que interesan a la sociedad. Nos contestamos unos a otros y perdemos la perspectiva de la calle. Por eso digo que lo que me gustaría es poder recuperar el diálogo con la sociedad y la función de la política como servicio público.

¿No cree que quizás sea ya tarde para conseguir ese objetivo?

Hay un reto colectivo que quizás sea difícil de alcanzar, pero al menos creo que no es imposible desde una perspectiva individual.

¿Y qué propone, porque la imagen que muchos tienen de la actividad política es que unos se aprovechan de ella y otros sólo quieren tener el poder?

Entre los que yo conozco no hay ninguno de esos. Lo que quiero decir es que no tenemos que dejar que nos distraigan otros ruidos, sino engancharnos a la realidad y no escondernos ante los problemas, si los miras de frente la realidad te da oportunidades para la confianza y la ilusión. Gestiono una conselleria y tengo problemas que mi departamento no siempre puede asumir por falta de dinero. Pero siempre doy la cara porque sé que no tengo una varita mágica. La política debe buscar y ofrecer soluciones como nosotros lo hacemos en la vida privada.

Ya que ha sacado usted el tema del distanciamiento, Jesús Civera escribía hace unos días sobre la fusión de Bancaja con Caja Madrid que, pese a la importancia y la conclusión de la fusión, la burguesía se había quedado callada y dormida.

Sin ser oficialista, comparto la opinión del Consell. Se ha hecho dentro de las circunstancias económicas, que son las que son, y siempre buscando la mejor opción posible. Hemos mantenido la individualidad de una caja propia sin la perdida de la identidad que supone y, ademas, sumándola a un gran proyecto conjunto.

¿Aunque sea un 52-37% y una pérdida de presencia y poder?

Eso sólo es un porcentaje. Lo importante es que la identidad no se pierda y que las decisiones, en un 98% de los casos, se continúen tomando por los órganos de Bancaja.

Abres un periódico a voleo y lees: ¿Falla la organización pública o es el sistema?

Vivimos la consecuencia de una evolución en la que todo ha ido convergiendo en el discurso de la abundancia y la misma política se hacía creciendo y absorbiendo más y más recursos. Y ahí nos hemos movido todos: familias, partidos, instituciones... Y bueno, ha llegado el momento de entender que se ha tocado techo.

A los funcionarios les bajan el suelo, los políticos hacen lo propio, aunque no todos asuman la decisión, y a los demás nos suben el IVA ¿Suficiente para arreglar el mundo?

Los ciudadanos de esta comunidad tienen que saber que los cargos de la Generalitat somos de los que menos ganamos de toda España. La gente cree que los políticos en general ganamos mucho dinero, pero no está de más decir que un conseller valenciano cobra la mitad que un catalán o que un director general de aquí puede cobrar menos que su jefe de área. Entiendo que a un parado esta explicación no le sirva pero los sueldos de los cargos de la Generalitat no han crecido al mismo ritmo que los de otros sectores importantes de la sociedad.

No todos.

Hablo de los políticos que han actuado desde la legalidad jurídica y ética, que son la mayoría.

Usted ha tocado muchos escalones de la administración hasta llegar a ser consellera ¿es lo que quería?

Mi caso es circunstancial. No tenía un fin ni una meta en sí misma. Si he llegado hasta aquí es producto de que he asumido todos los retos anteriores con responsabilidad.

¿Sin ambiciones personales?

No entré en esto por ambición, sino de forma casual aunque ahora después de 15 años es absurdo decir que no tenga alguna aspiración. Pero también le diré que las satisfacciones que la política ofrece cuando alcanzas un objetivo también son valiosas e importantes.

¿Un portavoz es sólo un transmisor de consignas?

No es mi caso. Otra cosa es que haya determinados temas más delicados o más complejos sobre los que se intercambien opiniones, pero jamás, ni como consellera ni como portavoz, he recibido una instrucción.

Usted aterrizó en la portavocía en un momento muy complicado, en pleno estallido del caso Gürtel. ¿Le queda algo por contestar?

La verdad es que fue complicado. Pero de ese tema creo que ya se ha dicho todo. El caso Gürtel es más que un libro abierto. No existe tema que se haya seguido política o socialmente más al milímetro. Es uno de esos casos en los que, lamentablemente, la política ha derivado en algo desagradable. No sirvo para combatir en cosas así porque no sé utilizar las mismas armas.

¿Realmente cree que a los políticos se les espía o es ya producto de la psicosis?

Nada más nombrarme consellera un amigo me dijo: "Paula, a partir de ahora ten cuidado de lo que dices y de lo que haces". Pensé que me estaba contando una película. Me parece que es ciencia ficción. Pero bueno, no me afecta. No tengo nada que ocultar.

¿La profesionalización de la vida pública no puede ser el origen de muchas de las consecuencias que ahora observamos?

Es posible. Creo que la política debería volver a la vocación de servicio público e imponerle sentido de temporalidad. En mi caso la he entendido como una dedicación exclusiva, sólo compatible con mi vida familiar. Dejé mi trabajo en la Universidad y ahora llevo quince años sin publicar o sin escribir porque ingresé en política en la fase inicial de mi recorrido profesional.

¿Por qué no le pone nota a los políticos españoles en plan profesora adjunta?

Baja baja. Hablo en conjunto. Lo dejaría en un aprobado. Hay mucho que mejorar, pero también muchos políticos que, sin ganar dinero, se han dejado la vida en esto.

Sin ser oficialista, ¿cómo adelgazaría la administración: fusionando ayuntamiento, disolviendo diputaciones, recortando organismos, ahorrando en fastos...?

Se puede hacer mucho. Lo que sucede es que estamos en un cambio cultural. Esto no es un apagón y un encendido sino cambiar de dirección. Las decisiones se han de tomar en otra clave porque los parámetros son diferentes.

Pero de ustedes es la responsabilidad política. Son quienes toman las decisiones.

Si hablo de mi experiencia en el Gobierno, la clave con la que ahora estamos gobernando no tiene nada que ver en muchos sentidos con la que se gobernaba hace unos años. El presidente siempre nos ha dicho que la austeridad ha de ser absoluta y las inversiones en clave social.

Lo de austeridad es difícil de entender si miramos hacia atrás o revisamos las cuentas y el déficit público.

En estos momentos se está gobernando desde la austeridad.

¿Cómo cree que será la vida política dentro de veinte años?

Supongo que funcionarán más los mecanismos público/privado y habrá una simbiosis. Estamos asistiendo a una relajación de papa Estado o de Estado subvencionador para activar otros mecanismos de implicación.

¿No sería también mucho más productivo que los partidos, en lugar de estar siempre a la greña o pensando en negativo, ante dificultades de Estado actuarán con mentalidad de Estado?

Totalmente.

¿La orden de Rajoy de que las autonomías gobernadas por el PP no suban impuestos no es una llamada a la insumisión?

Es coherencia con una tesis política que ha defendido desde el principio: una subida de impuestos no es solución. Desincentivar el consumo no es solución.

También puede que al consumo le afecte la presión psicológica que han transmitidos los propios partidos políticos.

Hay que transmitir confianza a los ciudadanos. Ahora se está tomando una serie de medidas estructurales. En política, hoy, se necesitan decisiones valientes aunque sean impopulares y te lleven a perder elecciones. Lo que nos pasa a los políticos de ahora es que pensamos en las elecciones. Es nuestro defecto. Hemos de pensar a largo plazo, no en el día después. La responsabilidad hoy es más que necesaria.

¿Los plenos del Consell son tan serios como se imaginan?

Son secretos. (Ríe). No, en serio. Se habla de los asuntos del pleno, de los temas de actualidad y también hay momentos para la distensión.

¿Cómo diría que es el presidente Camps en la intimidad?

Gana mucho en el corto. Diría que es un político con una gran dosis de normalidad.

¿A quién admira?

Soy poco mitómana, pero Churchill era una persona muy pegada a la realidad.

¿Qué haría si estuviera en el paro?

Dedicarme a mi familia y buscar trabajo.

¿Y se jubilaría a los...?

No me importaría jubilarme pronto. No soy una obsesa del trabajo, aunque trabaje mucho. No soy de las que piensan que mi vida empieza y termina en el trabajo.

¿En política hay que creer en el destino o más bien en la suerte?

Existe la suerte pero también la provocamos. Es una cuestión de actitud. Y la mía es una actitud optimista.

Cuentan que su predecesora en el cargo afirmó al dejar la portavocía que lo peor había sido tener que estar pendiente del fondo de armario.

Para mí es lo mejor. Así me relajo yendo de compras y no tengo remordimientos cuando gasto. Y cuando mi marido me dice te has gastado una pasta, pues tengo la excusa.

¿Y por qué el presidente Camps no contesta siempre a las preguntas de los periodistas como usted ha hecho?

Porque sois muy pesados (ríe).