Si la mejor forma de superar los dramas del pasado es enfrentarse con ellos, Cortes de Pallás se asomó ayer al mayor fantasma de su memoria. La Asociación Napoleónica Valenciana recreó, en el día del Apóstol Santiago, el trágico episodio de persecución, represión y expulsión de los moriscos decretado por Felipe III en 1609; una expulsión que tuvo en Cortes y en el Valle de Ayora el mayor foco de resistencia dentro del Reino de Valencia.

En hora y media, unos 70 miembros de esta entidad de divulgación histórica reprodujeron en las calles del pueblo -como si fuese una película de aventuras- los tiempos del viejo esplendor morisco, cuando los descendientes de los musulmanes constituían casi la totalidad de los más de mil habitantes de Cortes. Pero también reconstruyeron la lectura del decreto de expulsión y sus consecuencias: la resistencia de los vecinos del Valle, escondiéndose entre los vericuetos de su agreste orografía. Con esta iniciativa, el ayuntamiento de Cortes pretende revitalizar un pueblo que hasta el siglo XX no se recuperó de la despoblación salvaje que supuso la expulsión de 1609. Y también recordar, que no celebrar, aclara el alcalde, Alberto Sáez.

A eso se dedicó ayer por segundo año la Asociación Napoleónica, la única que recrea el episodio de 1609. Un espectáculo de tambores, estallidos de arcabuces, escarceos y diálogos de época cuidados al detalle que entusiasmó a varios centenares de vecinos y visitantes de otros municipios. "Esto es genial, le da vida al pueblo y atrae a mucha gente", comentaba Manuel mientras se fotografiaba con su hija junto a los "recreadores".

Por un lado, 30 hombres revivían a los efectivos de la Milicia Efectiva del Reino de Valencia, un ejército que sólo actuaba dentro de las fronteras valencianas. Con ellos, el Tercio de Lombardia, soldados profesionales del Ejército español, enviados para prender a todos los moriscos del reino y llevarlos hasta Dénia, Vinaròs, Alicante o Valencia, donde les embarcaban con destino al norte de África.

Frente a sus arcabuces, corazas y cascos, varias decenas de hombres, mujeres y niños representaban al pueblo de campesinos y sus familias, que ataviados con piedras, armas blancas y algún arcabuz, trataban de hacer frente a la infantería más temida de Europa. Como hace 401 años, ayer no hubo consuelo para los sublevados en la Muela de Cortes, a los que esperaba el destierro y la hostilidad en el norte de África, donde no se les reconocía como a musulmanes.