Alberto Soldado

valencia

A casi trescientos kilómetros al noreste de San Juan de Argentina, territorio semidesértico, arenoso, puede leerse el cartel indicador, sobre fondo verde, letras blancas: "Colonia Los Valencianos".

Allí, un grupo de casas pobres están ocupadas por gentes pobres, los últimos supervivientes de un proyecto colonizador que, a mediados del pasado siglo, intentó generar riqueza en una geografía áspera, imposible. Apenas unas pocas lluvias al año, menos de 100 mm anuales. Un verdadero desierto.

Hasta allí llegaron varias familias de valencianos dispuestas a labrarse un porvenir. En aquella tierra, tan diferente de la de la Ribera o la Safor, nombres como Ramis, o Mestre, como Vilanova, Botella o Salvat, como Soler, Femenía o Mas, excavaron pozos, labraron campos y cultivaron uva de moscatel. Hasta 40.000 kilos por hectárea fueron capaces de producir. Y el agua arrancada a las entrañas de la tierra les permitió cultivar verduras, algodónÉ

Conseguido el milagro había que vender. Y allí, perdidos a decenas y decenas de kilómetros de los centros de consumo, sin apenas medios de transporte, con la carestía de un combustible siempre escaso, muchas veces engañados por comerciantes sin alma, resistieron mientras pudieron. Acosados por las deudas, embargados, unos marcharon a San Juan o a Mendoza, otros a Buenos Aires. Y unos pocos, los últimos, dos familias valencianas, aguantaron, quien sabe si llevados por una melancolía de derrota. Un grupo de obreros mantiene la Colonia. Una escuela acoge a unos pocos niños. Y allí, en el último rincón con alma valenciana de la Argentina, lucirá orgullosa una señera para que la alcen junto a la enseña argentina. La han llevado los valencianos de San Juan. Los mismos que apadrinan esa escuela; la ayudan con útiles, ropa y calzado. Los mismos que ayudarán a la construcción de un pozo que permita, quién sabe, crear una cooperativa agrícola.

El pasado día 22, valencianos de San Juan quisieron acercarse hasta la "Colonia Los Valencianos", trescientos kilómetros al noroeste. Les obliga la sangre. Fueron recibidos en la escuela y obsequiados con el cariño de los humildes. Prometieron repetir convivencia en torno a una paella el próximo mes de octubre.