El ATC de La Hague tiene el aspecto de una nave convencional, con la presencia de una grúa que introduce de manera consecutiva los bidones con los productos vitrificados en el interior de los pozos. Cualquier persona puede acceder con normalidad al interior, ya que "entre los contenedores y el suelo, hay dos metros de hormigón que nos protegen de la radiación", explica Lionel Gaiffe, director técnico de la planta de reprocesado de La Hague.

De otro lado, los responsables de Areva -que lleva a cabo el reciclaje de la mayor parte del combustible nuclear mundial- quiso dejar claro que, en su momento "si España no hubiera reciclado el combustible usado, ahora tendría cinco veces más de residuos que almacenar", argumenta Cristophe Neugnot.

Una vez que el Gobierno acuerde el destino del almacén de residuos de alta actividad -existe uno de baja y media actividad en la localidad cordobesa de El Cabril-, se licitará la construcción del citado almacén, al que seguramente concurrirá Areva, como "en todos los proyectos que nos parecen interesantes".

Las dudas prevalecen

Completado el proceso, España salvará el "macht-ball" de la Unión Europea, pero seguirá en el grupo de países -junto con Estados Unidos- que aún no han decidido qué hacer con el combustible nuclear gastado. Mientras, Suecia o Finlandia ya han apostado por no reciclarlo. Potencias importantes en materia de energía nuclear como Japón, Bélgica, Alemania o Francia se decantan por el reprocesado.

En La Hague apuntan que la previsión de España de enterrar definitivamente el material nuclear sin reprocesarlo es equivocada desde el punto de vista económico. "Se malgastaría el 96% de combustible que aún se puede utilizar y el volumen de residuos sería cinco veces mayor", concluyen.

Y es que, veinticinco años después de la moratoria nuclear, las dudas prevalecen, la desconfianza social sigue intacta a tenor de los informes del CIS y el movimiento ecologista sigue en primera línea de batalla.