Paco Cerdà

valencia

Aurelia Rubio es "católica, apostólica y romana" y su sueño era "casarse de blanco por la Iglesia". Pero, por paradójico que parezca, el amor se cruzó en este proyecto. Se enamoró de Sawaz Shoukri, un bagdadí musulmán separado. Tuvieron una hija, se casaron y las diferencias religiosas, desde entonces, han marcado algunas pautas en la familia. Sería manido y superficial explicar que Sawaz no come carne de cerdo y el alcohol le repele, con lo que muchos días han de cocinarse varias comidas en el hogar familiar. Tampoco pasa de la anécdota las veces -pocas- en que Aurelia ha tenido que cubrirse con un velo para visitar una mezquita. Esos detalles pintorescos pero llamativos esconderían lo verdaderamente importante de este matrimonio mixto: la educación de su hija Laila.

Para empezar, él quería un nombre árabe para la niña, y así fue. Después, aunque la madre pretendía bautizarla, Laila no pasó por la pila bautismal. Como tampoco tomó, pese a su insistencia, la primera comunión. Era un pacto: nada de religión obligatoria para la niña. Ni a la Iglesia ni a la mezquita. Ni el velo ni el traje blanco de comunión. "Y así se ha criado Laila -cuenta su madre-: yendo a clase de Religión en la escuela, que no al catecismo, y acudiendo a la mezquita para aprender árabe y enseñarse a rezar. "Porque yo quiero que conozca a Jesús como el Hijo de Dios, pero también que sepa de dónde viene su padre", explica su madre.

Ni Aure es beata ni Sawaz -que no suele ir a la mezquita ni hace el Ramadán por cuestiones de salud- es un ferviente seguidor de Alá. Por ello, nunca han intentado convertirse el uno al otro y han alcanzado un acuerdo de crianza que explica Sawaz: "En principio, y siguiendo las tradiciones, se presupone que los hijos siguen la religión del padre. Sin embargo, cuando sea mayor, ella decidirá si quiere seguir alguna religión". Y añade una reflexión que explica la convivencia matrimonial con distintos credos: "El ser humano es, por naturaleza, enemigo de lo que ignora. Pero cuanto más conoce al otro, se acerca a él sin darse cuenta", dice Sawaz.

Algo así ha ocurrido en la casa de María José Giménez y Pepe Pechuán. Ella, que se declaraba agnóstica, sufrió una crisis anímica hace poco más de un lustro y abrazó el budismo de corte occidental. Primero con la meditación Zen, luego con lecturas profundas, a continuación se hizo "mitra" (amiga) de la Orden Budista Occidental, y ya ha pedido la ordenación laica, para la que tendrá que hacer el voto de diez principios éticos y cambiar de nombre tras un retiro espiritual para despedirse de esta vida y prepararse para su renacimiento.

Mientras, combina como puede en su vida matrimonial las nuevas costumbres adquiridas. "No como carne, consumo lo menos posible, si puedo no cojo el coche, y me gusta ser amable a la hora de hablar", explica María José. Ella sí que ha intentado el proselitismo con su marido, pero Pepe afirma que no está interesado en el credo budista. Él, que no es religioso y tiende al agnosticismo, apaga la televisión si es necesario mientras su esposa medita o recita el mantra en la habitación de casa donde se alza una escultura de Buda. Y aunque a veces Pepe tiene que oírse algún reproche budista por decir tacos o cocinarse la ternera para cenar, la convivencia no halla dificultades por culpa de la religión.

La cultura, más que la religión

En esa idea insiste, de forma machacona, la canadiense Alba Toscano, presidenta de la comunidad judía La Javurá de Valencia y casada con un hombre ateo sin ni siquiera bautizar. "La verdadera diferencia no es la religiosa, sino la cultural", asegura Alba. Y para intentar que esta idea impregne el reportaje, exige una condición para hablar: conocer la vida de Juan Costa y Kristien Lesage (que encabezó la lista de Los Verdes-Grupo Verde Europeo a las elecciones europeas de 2009).

Juan es vasco, Kristien es belga y ambos viven en Mislata. Diferencias religiosas no mantienen, pues ambos viven la espiritualidad de forma muy laxa y ecuménica. Sin embargo, diferencias culturales sí que encuentran. Basten tres ejemplos. Primero: Kristien ha querido que su hijo de seis años practicase el naturismo en casa. "A mis padres y a mí, eso nos choca", admite Juan. Segundo: la tradición individualista está más acentuada en Flandes y, por ello, Kristien ha querido darle una paga de un euro diario a su hijo para que él mismo decida en qué se lo gasta y lo compre él solo en la tienda, mientras sus padres aguardan a la puerta. Para que así, explican, "se equivoque él y se haga más responsable". También esto descolocaba a Juan. Y tercero: Kristien cuenta que le cuesta entender la sobreprotección que en España tienen los niños "porque los adultos ven peligros en todo".

Tras la conversación con la pareja vasco-flamenca, ahora sí, Alba Toscano acepta dar su testimonio. Sí, también su matrimonio está plagado de superficialidades mediadas por la religión: su marido cena con su familia en Navidad mientras ella se queda en casa; Alba celebra por su cuenta las fiestas del Judaísmo; y en su casa hay una sinagoga a la que acuden decenas de judíos cada semana. Pero en lo importante, afirma, el suyo es un matrimonio donde las diferencias religiosas afectan menos que los roces culturales que puedan haber en una pareja como la de Juan y Kristien. "No es fácil, pero hay que hacer concesiones", resume Alba, como en su caso fue celebrar una boda civil y respetar la filosofía de cada cual. "Ni él ni yo hemos pretendido que el otro abandone su idea sobre la religión", agrega.

Sin hijos, menos problemático

Ahora bien: Alba, de 60 años, afirma que no se hubiera casado "nunca" con una persona no judía si no hubiera sabido antes que no iba a tener hijos. Y cuenta un caso en que los suegros católicos robaron al hijo de una judía porque ésta iba a practicarle la circuncisión. Aquello acabó en divorcio. "Yo no hubiera renunciado a llevar a mi hijo a la sinagoga para que siguiera algunas ideas filosóficas en las que yo creo. Pero sin hijos, no hay problema", zanja. Es todo cuestión de respeto. Y, como dice Sawaz el bagdadí, de cambiar la ignorancia por el conocimiento de lo diferente.