Alfonso Rus Terol acaba de cumplir 60 años sentado sobre la cresta de la ola popular. A qué altura de la orilla quedará es una incógnita. Pero haber llegado hasta ahí supone una enorme hazaña para un político sin estudios, de una pequeña ciudad del interior y que escapa a los patrones tradicionales de las grandes formaciones políticas. Las bases del partido, sobre todo en las comarcas, encuentran en él aquello que echan de menos de los políticos del cap i casal: cercanía y un discurso duro y ofensivo en el fondo pero simpático en las formas. "Los de Valencia le temen por esta facilidad de conectar con la masa y Rambla y Pedro García evitaron que saliera en Canal 9", admite un trabajador de la televisión autonómica, donde continúa sin aparecer con asiduidad el prócer de Xàtiva.

Rus se ha convertido por méritos propios y deméritos judiciales de los demás en un aspirante agazapado a todo: "y ese a todo, significa a todo", advierte un colaborador cercano a Rus, que recuerda que es el único de los barones provinciales y autonómicos sin mácula judicial alguna, un argumento de peso en los atribulados tiempos que corren en el PP valenciano. Tampoco es que la trayectoria política de Rus haya estado exenta de citas ante la Justicia forzadas por su desparpajo discursivo, pero siempre ha logrado salir indemne. La última vez por llamar "gilipollas" a los profesores de valenciano: "no a todos, eh!, sólo a los que son "bons xics"", matizó. Haber escapado tantas veces de la hoguera judicial es, en sí mismo, un valor dentro de los populares del siglo XXI. La ex directora del diario Las Provincias María Consuelo Reyna le ha echado el ojo y lo ha ungido como sucesor de Camps en una reciente entrevista en Levante-EMV, algo que no ha sorprendido en los alrededores del Palau de Batlia, desde donde Rus gobierna la provincia.

"Cabut" hasta conseguirlo

En 2007 pasó a presidir la Diputación de Valencia y es alcalde de Xàtiva (una ciudad de 29.000 habitantes con más peso histórico que electoral) por mayoría absoluta desde 1995. Su posición al frente de la corporación provincial, con millones de euros a repartir, y del aparato del partido le permite un control absoluto de la organización y de los alcaldes y aspirantes a serlo: "Lo sabe todo de todos", esgrime un munícipe que prefiere el anonimato. "Pero deja trabajar y siempre está pendiente de que haya "germanor"", una de sus palabras fetiche. Su jefe de gabinete y alcalde de Genovés, Emilio Llopis, dice de él que es "un bestia trabajando" y que "no tiene horas". Rus fichó a Llopis para que se presentara a la alcaldía de su pueblo: "Creo que le dije que sí porque se había hecho tarde y al día siguiente trabajaba. Es muy "cabut"", declaró Llopis cuando fue elegido presidente comarcal del PP en el único acto que le organizó a Rus la factoría gürteliana de Álvaro Pérez, el Bigotes, por encargo de Ricardo Costa: "Ese que nos ha enviado Mortadelo no lo contrates más que es muy caro", fue la manera de Rus de deshacerse de Orange Market. Era 2005.

A pesar de tener 60 primaveras recién cumplidas, Rus lleva al límite esa tenacidad de la que hablaba Llopis. Por si la política, el partido y su empresa de muebles no fueran suficiente ocupación, los fines de semana los dedica a seguir al Olímpic de Xàtiva, club que preside con el mando a distancia y al que quiere subir a segunda división: "Quiero que sea como el Villarreal", declaró cuando volvió, en 2005, a la presidencia de un club que ya ayudó a ascender a segunda B en los 80, antes de zambullirse en la alcaldía.

Sus contrincantes políticos señalan que Rus es "un populista" que "acaba con todo lo que toca porque sólo le importa él". De hecho, cuando se le pregunta al interesado asegura entre bromas: "Yo soy de Rus". El portavoz del PSOE de Xàtiva, Roger Cerdà, insiste en que "siempre hace lo contrario de lo que dice: despilfarra, sube los impuestos y menosprecia a todo el mundo, pero parece que da mucha risa", señala quien se enfrenta a él cada mes en unos plenos municipales donde Rus se desata: "Es que en Valencia no me dejan hablar", protesta el alcalde de Xàtiva cuando le piden que se modere. La portavoz del Bloc, Cristina Suñer, cree que Rus "se burla hasta de los suyos" y destaca que la gente "no conoce su verdadera cara".

El orador más aclamado

Conducía un Ferrari rojo mucho antes que su jefe político, y le privan los habanos, los relojes caros y la ropa italiana -es dueño de la línea de ropa de caballero Stefano Russini-, se ha convertido en el líder incontestable del PP de la provincia de Valencia y ha pasado a ser el orador más esperado por la militancia en todos los actos del partido. Son esas apariciones públicas, en las que se mofa de rivales políticos, catalanes o "sabuts" de la Universitat, el principal activo de Rus entre los suyos: "Se mete a todos en el bolsillo porque habla como nosotros", señala su mano derecha en el ayuntamiento y diputado autonómico, Vicente Parra, quien en las últimas elecciones municipales fue el número 11 de la lista: "Rus maneja muchas encuestas y, sobre todo, tiene mucha intuición. Si despejó a Parra al puesto once es porque le perjudicaba que estuviera junto a él de número dos", comenta un allegado.

Tal vez estos excesos verbales, entre los que destacan sus insultos a los músicos locales y sus bromas sobre los votantes por creerse que iba a llevar la playa a Xàtiva, le llevaron a celebrar su última mayoría absoluta en Xàtiva con menos votos que Camps y menos apoyos que Rajoy en las últimas elecciones generales. Aunque la marca del PP comienza a estar por encima del candidato, un dato que irrita a Rus, él se sigue sintiendo fuerte en su feudo y aspira a un quinto mandato en 2011. "Me siento más fuerte y con más respaldo de la gente que nunca", dijo el día en que anunció que quiere seguir en el ayuntamiento, donde ingresó como concejal centrista hace 27 años.

Formado detrás del mostrador de la tienda familiar, Alfonso Rus fue uno de los introductores de las lavadoras portátiles Jata y desplegó una frenética actividad como "empresario ágil" del electrodoméstico y presidente del club de fútbol local en los ochenta, años en los que se labró la imagen de triunfador que quería trasladar a la política su fórmula de éxito empresarial. Entró en ayuntamiento en 1983 con la UCD, luego encabezó la candidatura del CDS y fundó Agrupació Independent de Xàtiva para ingresar, en 1993, en el PP apadrinado nada menos que por Mariano Rajoy, por aquel entonces vicesecretario nacional del PP.

En guardia ante la sucesión

Mientras esperaba su oportunidad política, se metió a constructor y fue impulsor de periódicos deportivos, semanarios locales y promotor de músicos y de toreros. Alcalde a la tercera intentona, Rus fue observado siempre con desdén por los refinados cenáculos capitalinos. Al principio "no era más" que "un alcalde simpático que nos animaba las sobremesas", admite un ex miembro del entorno zaplanista. Hasta que un día de otoño de 2004, ese mismo gracioso, cansado de que Zaplana le prometiera que sería conseller, organizó una comida en Valencia en la que él y Rita Barberà dieron un paso al frente para pararle los pies al faraón de Cartagena y apuntalar a Camps ante el congreso autonómico de los populares. Desde ese día, el alcalde de Xàtiva, que amagó en 2003 con dejar la política y que tiene como asesor al conseller Rafael Blasco, vuela alto en un PP que deberá contar con el rusismo emergente cuando prepare el postcampsismo.

Arrojo para elaborar un discurso propio

Hoy no teme a nadie. Ni de dentro ni de fuera de su partido político. Y ha pasado a ser temido. Presume de haber quedado fuera de la mancha de sospechas judiciales que se extiende por el PP valenciano y cuando se le pregunta por cualquier trama corrupta no duda en proclamar que cada palo ha de aguantar su vela. Podrá perder las formas, pero cada vez es más apreciado su sentido común y su arrojo para ir por libre y elaborar un discurso propio. En los últimos días incluso se ha atrevido a anunciar un plan de ajuste en la diputación que no sólo contempla despidos de funcionarios sino que renuncia a prestar servicios que debe sufragar su vecino, el presidente del Consell. Nunca ha tenido complejos al reconocer su discreta estatura, pero con sesenta años recién cumplidos ya nadie duda de que es un sexagenario que se maneja con soltura y desparpajo entre los políticos que exhiben más altura