El hijo de Antonio, Manuel, es un niño de 10 años como cualquier otro de su edad. Va al colegio de su barrio y juega con sus amigos en el patio. Es reservado y tímido, "pero eso -afirma su padre- es porque se parece a mí". Un rasgo típico de la conducta de Manuel es que se despista con facilidad, y "a veces se encierra en su mundo". Por lo demás, Manuel es un chaval sano que dibuja muy bien y al que le gusta ir en bici y nadar. Al crío se le ha diagnosticado recientemente Síndrome de Asperger, una patología neuromental, muy frecuente, que forma parte de los transtornos autistas y que altera el procesamiento de la información. Les cuesta relacionarse y empatizar, demostrar sentimientos y entenderlos. Por lo general, los niños con Asperger son ordenados, más inteligentes que la media y con tratamiento, rozan la completa normalidad, como en el caso de Manuel. Sin embargo, para facilitar el tratamiento y visitas médicas, el neuropediatra recomendó a los padres tramitar su declaración de minusvalía. Ellos no han hecho pública esta decisión aunque, entre los datos escolares sí que aparece reflejado este dato. Cuando solicite la matrícula en el instituto, otra familia podrá acceder en calidad de "interesada" a sus datos personales. Su padre, que desconocía esta circunstancia, expresa su incomodidad ante estos permisos, "mi hijo tiene una minusvalía pero no queremos que sea pública".