El Aphanius bicorbensis no es la primera aportación a la ciencia que surge de los barrancos de Bicorp y probablemente tampoco será la última. Desde el año 1999, un equipo de paleoentomólogos de la Facultad de Biología de la Universitat de València en el que ya colaboraba Enrique Peñalver investiga un afloramiento denominado Venus y que coincide con el fondo del antiguo lago salado en el que habitaba el Aphanius.

Los habitantes del lago quedaron atrapados en los lodos del humedal, donde posteriormente sufrieron un proceso de fosilización.

Desde el año 1999, los investigadores valencianos han recuperado miles de ejemplares fósiles que han permitido reconstruir el ecosistema lacustre, creado hace 11 millones de años, en el Mioceno. Se trata en su mayoría de pequeños insectos

Entre los materiales recopilados e investigados por Peñalver y su equipo figuran insectos, plantas y también peces como el Aphanius.

Además, se han localizado dientes de cocodrilos, caracoles acuáticos, plumas de aves y mosquitos quironómidos, moscas, hormigas aladas e incluso un raro "chinche de encaje", según descripción del propio investigador.

Enrique Peñalver ha investigado también en el Yacimiento de Ribesalbes, del Mioceno inferior, donde es posible seguir la interacción entre los insectos y las plantas. El buen estado de conservación y la definición de los fósiles hace posible la observación de puestas de huevos, minas perforadas por larvas y hasta mordeduras de algunos de estos insectos.

Más recientemente, Enrique Peñalver ha colaborado en la investigación del yacimiento de ámbar del Soplao, en Cantabria, donde se han identificado también decenas de nuevas especies atrapadas en este material.