José Luis Torró (Ontinyent, 1950) es un trotamundos del periodismo valenciano. Empezó como redactor en «Levante» (1975-81), luego pasó por la delegación valenciana de TVE (75-76, 79-81), dirigió la revista «Valencia Semanal» (77-79) y el periódico «Mediterráneo» (81-84). Tras 14 años al frente de «Canarias 7» (84-98), colaboró un año en «Las Provincias» (1999) y después recaló en el emporio de Jesús Sánchez Carrascosa: «Valencia TV» y «Diario de Valencia» (2000-05). Desde 2005 es presentador de «La nit», de Canal Nou 24. También escribe en «Abc» y es dueño del semanario onteniense «Lo clar».

Fue cronista político de «Levante» en la Transición y dirigió «Valencia Semanal» en plena «batalla de Valencia». Ocupó el centro de los dos grandes huracanes. ¿Cómo se vivió aquello?

Fue toda una suerte poder hacer la crónica política en Levante desde el año 1977 porque aquello era histórico. Desde el punto de vista periodístico, veías cómo después de los momentos más duros de la clandestinidad todo afloraba hacia la democracia. Acababan las adherencias al régimen y eso Levante lo hizo muy pronto de la mano de José Manuel Gironés.

Sin embargo, costaba adaptarse a la nueva era. A usted lo procesaron en aquello años…

Pero eso fue un desficaci total. Cuando nace, Valencia Semanal supone una ruptura en el periodismo valenciano; como una piedra que cae a un estanque y hace olas. Ante los primeros números de Valencia Semanal, la gente ya sacó las uñas. En uno de los primeros números, publicamos unas declaraciones de Lola Gaos en las que afirmaba: «Que Pío Cabanillas diga la clase de fascista que es». Aquello no debió de sentar bien al Ministerio de Información y me llegó un procesamiento judicial por escándalo público. En teoría, el procesamiento era porque la revista no decía en portada que era para mayores de 18 años y en un número se incluía un fotograma de una película de Emmanuelle donde el partenaire le está besando el pecho a la actriz Sylvia Kristel…. ¡pero sin verse nada!

Y usted acabó en el banquillo.

Sí, y para defenderme, me fui al quiosco más cercano al Palacio de Justicia y compré las revistas más guarras que había, con zoofilia y todas las aberraciones posibles, y se las aporté al tribunal. El caso es que me tomaron una declaración, se retiraron a deliberar y creo que todavía siguen deliberando, porque a mí ya no me han vuelto a decir nada. En fin: era claramente un toque de atención a la revista. También hubo amenazas de bomba en la redacción, paquetes sospechosos… pero era lo que se llevaba entonces.

Prueba de que era una época loca fue que usted hizo de taxista del primer ministro italiano Aldo Moro.

Aldo Moro vino a dar una rueda de prensa a la sede de Unió Democràtica, en la calle Sorní de Valencia. Y cuando acabó, Ernest Sena me pidió que, si iba a la redacción del periódico, le acompañara a él y a Aldo Moro porque el italiano perdía el avión. Y Aldo Moro se vino en mi coche de copiloto, aunque iba muy ensimismado y apenas dijo durante el viaje que aquel 127 mío era una buona macchina (un buen coche). Pero no hay fotografías de aquello.

¿Cómo se vivió la «batalla de Valencia» desde la trinchera periodística?

Las trincheras eran distintas. En Valencia Semanal se planteó con mucha contundencia, pero las fuerzas periodísticas estaban desequilibradas con Las Provincias enfrente. Visto en perspectiva, era el mismo desequilibrio que sufrían las fuerzas nacionalistas entonces y hoy en día. El nacionalismo tiene muchas más verbalización que apoyo real.

Pero no hablemos de política, sino de periodismo. ¿Cómo fue?

Levante apoyó los símbolos tradicionales que luego se aprobaron. Valencia Semanal tenía una línea distinta: estaba a favor de la quatribarrada, del término País Valencià, etc.

Y usted era entonces el director de la revista…

Nominalmente sí, aunque la dirección la ejercía de facto Amadeu Fabregat, que figuraba en la mancheta como director de Publicaciones. Él llevaba el peso político y firmaba un editorial, al estilo anglosajón, con todos esos postulados nacionalistas.

¿Y usted no se sentía incómodo?

Hubo un momento en que sí me sentí incómodo y me marché. Yo no participaba de las tesis nacionalistas y al final decidí marcharme. Estuve prácticamente un año y, aunque no era mi línea, lo pasé bien porque Valencia Semanal fue, ante todo, una escuela de periodistas. Si ves la nómina de sus colaboradores ves que todos han dicho algo en el periodismo: Rosa Solbes, Emilio Bolinches, Ferran Belda, Miguel Ángel Villena, Amadeu Fabregat, Emili Piera, Salvador Barber, José Manuel Gironés… Pero aquella publicación nacionalista no encontró a gente nacionalista que la apoyara. Y ahí viene la gran conclusión: el problema es que no había nacionalismo en Valencia. Ni lo ha habido ni lo hay.

Mójese: ¿Quién tuvo más culpa en la «batalla de Valencia», políticos o periodistas?

Es una pregunta complicada… Pienso que hay que repartirse las culpas al 50% porque los periodistas pusieron mucha carne en el asador. Las Provincias ganó la batalla y el otro periodismo, que entonces era muy marginal, hizo un esfuerzo tan grande como inútil. Y el esfuerzo inútil, ya se sabe, sólo produce que melancolía.

Habla de «Las Provincias». ¿Qué opina del papel que tuvo su directora, Maria Consuelo Reyna, en la guerra de símbolos?

Yo creo que María Consuelo Reyna hizo lo que ella creía que tenía que hacer. A ella se la podrá querer o no querer; yo la quiero. Pero ella no ha dado bandazos y ha tenido una línea muy clara. Nadie la podrá acusar de no haber sido coherente con sus ideas. Pensaba de un modo concreto y lo defendió con contundencia y apasionamiento.

Pero la coherencia no siempre quiere decir responsabilidad. ¿Cree que Reyna fue responsable?

Pues visto en perspectiva, creo que el nacionalismo se equivocó al caer en la tentación de dejarse engatusar por el catalanismo. Con la excusa de la lengua, perdieron los papeles. Y todavía se comprueba hoy con Laporta y su tesis de los Països Catalans. Eso es un desgavell y una reminiscencia de la batalla de Valencia.

Después pasó a dirigir «Mediterráneo», de Castelló. ¿Puede vertebrarse un territorio autonómico con el periodismo provinciano que tenemos?

Es muy complicado. La autonomía ha conseguido un inicio de vertebración. Pero yo, cuando llegué a Castelló, ya me adelanté y pregunté si iban a llamarme mig ouet o valencianet de merda, que eran expresiones poco gratas y utilizadas para los que llegaban del sur. Sin embargo, demostré pronto que llegaba a Castelló con ganas de trabajar y hacer muchas cosas. Pero es muy difícil hacer un periodismo de alcance autonómico, porque el peso provincial sigue siendo muy fuerte. Se ha avanzado, pero la tendencia provincial sigue.

Luego se fue de Mediterráneo a dirigir Canarias 7, donde estuvo desde 1984 a 1998.

Sí, cuando llegué el periódico no pasaba de 8.000 ejemplares y lo dejé en 42.000.

Y volvió a Valencia.

Sí. Después de unos meses colaborando con Las Provincias, el consejo de administración no aceptó mi nombramiento como redactor jefe porque la guerra dentro de la familia [Doménech] ya estaba en marcha y la primera patada a María Consuelo la recibí yo. Y 90 días después se produjo su destitución.

A continuación recaló en el emporio de Jesús Sánchez Carrascosa: presentador de «El poder valenciano», de «Valencia TV», y subdirector de «Diario de Valencia». A un observador ajeno le costaría entender cómo se pudo acoplar ahí el antiguo director de «Valencia Semanal».

Pues te diré dos cosas. Sánchez Carrascosa me encargó que ideara un semanario, pero con el tiempo, viendo que aquello no tendía futuro, se reconvirtió en un programa de televisión y me puso de presentador. Y aquello funcionó porque a mi me dieron carta blanca. Diario de Valencia fue algo posterior.

Ahí figuraba como subdirector, con una línea dura…

Sí, sí, muy dura. Yo en muchas cosas no estaba de acuerdo, y llegó un punto en que me fui.

¿En qué no estaba de acuerdo?

Sobre todo, en hacer un periodismo que no fuera riguroso. Y recuerdo aquel artículo del director en el que decía que las funcionarias estaban todo el día «tocant-se la figa». Jesús es un hombre de visceralidades, y ahí se equivocó. También impulsó una línea de ataque personal al presidente Camps, en la que yo no estaba de acuerdo, sea Camps o cualquier otro. Eso no era hacer periodismo. Por eso me marché. Jesús tenía unos grandes valores, pero cometía unos errores que desembocaron en la desaparición de Valencia TV y Diario de Valencia.

¿Quién tenía más maldad periodística, María Consuelo o Jesús?

Son dos personajes que se encuentran en un momento determinado y que luego se divorcian. María Consuelo es muy exigente, muy rigurosa y dura en sus planteamientos, pero yo veía en Jesús más maldad periodística y, sobre todo, que se equivocaba, porque se enfrentaba al mundo entero. Y ahí fracasó.

Sobre la imparcialidad de TVV: «La información política no interesa»

Tras la etapa ligado a Sánchez Carrascosa, usted recaló en TVV. Sabe que la línea editorial del canal autonómico es muy criticada. Usted, personalmente, qué nota le pondría a TVV del 0 al 10 en imparcialidad e independencia informativa.

No me gusta juzgar a nadie y menos estando dentro de la casa, así que me reservaré la opinión. Pero a mí, cuando alguien me dice que no ve Canal 9, le hago la siguiente reflexión. Está en su derecho de no verla, pero ¿qué le parece la información de l’Oratge? «Muy buena porque siempre la clavan», me dicen. Ya tenemos algo positivo. ¿Y qué le parece la información deportiva? «Se cuida mucho, sí», responden. ¿Y la información de los grandes acontecimientos? Pues sí, también les parece bien. En definitiva, ¿es la información política la que no gusta?. «Sí —contestan—, porque la oposición no sale…». La oposición tiene perfecto derecho a decir que no sale lo suficiente, pero yo he visto que otros que están en el poder tienen un protagonismo que no ha tenido la oposición. Yo hablo por mí mismo: yo estoy muy cómodo con el trabajo que hago, porque hablamos de todo un poco.

Pero de «oratge» y «esports» no se hace la actualidad, ni tampoco una comunidad…

Pero la actualidad qué es, ¿la actualidad política? A veces, los periodistas sufrimos una deformación y creemos que la actualidad es sólo la actualidad política. Uno tiene la experiencia: cuando escribe de política, te lee el 10% de los lectores del diario. La información política condiciona mucho el periodismo, pero la información política no es la que interesa a la ciudadanía. Afortunada o desafortunadamente, pero ésa es la realidad. La información política no es la esencial, la que más interesa. Por lo tanto, hay que buscar otras alternativas. Otra cosa sería saber qué interesa, pero eso es la pregunta del millón.