Nadie diría que Juan Miguel Díaz Rodelas nació en el municipio tinerfeño de Arico al oírle hablar en valenciano. Para la conversación larga prefiere expresarse en castellano, pero usa el valenciano en la charla informal y se le nota un aprecio especial por la lengua que conoció al llegar, con veinte años, a tierras valencianas, donde el arzobispado sigue sin aprobar un misal en valenciano.

En caso de que haya Dios, ¿cree que le gustaría que los valencianos pudiesen comunicarse con él en la lengua de su pueblo?

Yo parto de que hay Dios, aunque la pregunta es independiente de ello. Pero sí: creo que es un deseo de mucha gente el poder celebrar los misterios de la fe en la lengua que se habla. Me parece que, en ese sentido, se debe hacer un esfuerzo por superar las tensiones que ha habido y que han impedido ese deseo.

¿Pediría un paso más allá para alcanzar el misal en valenciano?

Yo no soy quién para pedir, pero sí que pienso que sería bueno caminar hacia una normalidad en el uso de la lengua propia en las comunidades [cristianas]. Que no sea una imposición ni se convierta en el gran objetivo de la vida pastoral, porque eso en algunos casos ha traído la exclusión de quienes no compartían la lengua, pero sí que creo que todo lo que se haga en ese sentido puede hacer que la gente se sienta más a gusto, o más normal, en la celebración de la eucaristía.