El intento de boicot del Grup d´Acció Valencianista (GAV) a la declaración de los «castells» catalanes como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad promovida por la Unesco ha devuelto al primer plano de la actualidad una de las manifestaciones culturales más arraigadas durante siglos en la Ribera: la Muixeranga.

Una joya del patrimonio valenciano cuyo santuario se encuentra en Algemesí, una ciudad que da la bienvenida al visitante precisamente con un monumento a la torre humana coronada por un niño. Es el único municipio que la conserva sin interrupción desde hace siglos como uno de los bailes de la procesión de la Mare de Déu de la Salut, que recorre sus calles cada 7 y 8 de septiembre. La Festa es sobre todo religiosa y la Muixeranga el baile que abre la procesión. Tras él llegan los Bastonets, Tornejants, Carxofa, Pastoretes o Bolero.

Pero la Muixeranga no sólo es admirada en Algemesí. En Cataluña, donde los «castells» son todo un símbolo no hay nadie que dude que su origen está más abajo del Sénia, en la Ribera del Xúquer. En eso hay unanimidad. El cronista de los «castellers» de Vilafranca del Penedés mantiene que los «castells» catalanes no son más que una adaptación de las torres valencianas, exportadas a Cataluña a principios del XIX.

«Es una de las pocas cosas que los valencianos hemos cedido a nuestros hermanos del norte. Cataluña entera reverencia las torres y las ha hecho motivo de orgullo», explica el escritor Josep Vicent Escartí. Pero en las comarcas valencianas, excepto en Algemesí, está muy lejos de ser una seña de identidad «por la desvertebración de nuestro país», apunta Escartí.

Algemesí recibe el reconocimiento constante de las collas de castellers de norte a sur del Principat, por donde se extendió con el nombre de Ball dels Valencians, cuyo origen se remonta a 1724. Con esa denominación se conocía a la Muixeranga porque la Ribera entera «se llenaba de torres humanas», apunta Escartí. Sobre la presencia de Muixerangues en otras localidades, las crónicas hablan de Peñíscola, Titaguas y más recientemente de l´Olleria. El escritor Joaquim Pérez señalaba que el final de las fiestas de Algemesí coincidía con el de la recogida del arroz y muchos jornaleros cambiaban la marjal del Xúquer por la del Ebro. «Allí se juntaban los valencianos y hablaban nostálgicos de sus pueblos y de las fiestas recién terminadas. En Cataluña, la Muixeranga pasó de representación teatral a una exhibición de fuerza. Es por la diferente mentalidad de catalanes y valencianos, pragmáticos y competitivos unos e imaginativos y creadores los otros», escribió Pérez.

A un paso de la desaparición

Pese a sus actuales días de gloria, la Muixeranga de Algemesí estuvo cerca de desaparecer. Fueron años de decadencia en los que pagaban a braceros y labradores y hasta contrataron un dolçainer para que saliera la procesión. «Muixeranguer» llegó a convertirse en un insulto, recuerda el Mestre de la Muixeranga, Juan Beltrán, porque los participantes representaban a la clase más baja y en septiembre de 1973, la Muixeranga no intervino en la primera de las procesiones. Fue algo insólito, nunca antes había pasado. «Enguany no ix la Muixeranga». La frase recorrió la ciudad. El actual alcalde, Vicent García, rememora que el hermano marista Agustín Aisa al frente de un grupo entusiasta se rebeló contra el conformismo que suponía la pérdida de ese sello de identidad colectiva y una improvisada Muixeranga cubrió el itinerario entre el fervor de todo el pueblo.

El impulso del colegio Maristas fructificó, aunque muchos se negaban a salir con la vestimenta tradicional. García Mont recordaba la anécdota en la entrega del premio «Importante» de Levante-EMV a la Festa de Algemesí. Muchos tenían aprensión a ponerse aquella vestimenta. «Mi padre me dijo que donde íbamos vestidos así». Salieron 65 muixeranguers y resucitaron la representación.

Música y política

Si hay algo imprescindible en la Muixeranga es la música. Tiene dos tonos, el de la danza y el más conocido, el que sirve de guía para levantar las torres humanas.

Pero en la transición, la música de la Muixeranga aumentó su carga simbólica y también política. El escritor y ensayista de Sueca Joan Fuster la propuso para un futuro himno nacional valenciano y la Muixeranga fue, y aún es hoy, un símbolo de reivindicación política.

Surgieron voces para frenar cualquier atisbo de politización y paralelamente, el baile se consolida. En 1976, la Muixeranga es un grupo independiente pero siempre vinculado a las fiestas de la Mare de Déu. Ese año actúa por primera vez en Valencia y en 1978 recibe la visita de los Castellers de Vilafranca.

La creación de la escuela de dolçaina o el Patronat de la Festa actúan de revulsivo. La Muixeranga consigue alzar seis pisos y estrecha lazos con el mundo «casteller». De cargadores y obreros se pasa a médicos y abogados. Hoy, la Festa entera espera la declaración de patrimonio de la Humanidad.

«En la Transición no podíamos salir de Algemesí porque se nos veía separatistas»

También hubo unos años en los que la Muixeranga no podía ni salir de Algemesí. «Fue en la transición y tuvimos muchos problemas porque se nos vinculaba al separatismo porque se había cogido la música como un posible himno», explica el «Mestre» Juan Beltrán. Pero en la Comunitat Valenciana ha ocurrido al contrario que en Cataluña con los «castells». «Aquí la gente de clase alta, la que hablaba en castellano, no quería saber nada de la Muixeranga. En Cataluña cuanto más ricos son más catalanes, más nacionalistas y en las últimas décadas más castellers», explica Beltrán. «Nosotros no queremos politización y ya lo dejamos claro entonces que quien quisiera participar que lo hiciera de forma individual, pero la asociación, no. Aunque nosotros hemos estado en el Aplec dels Ports o en homenajes a Joan Fuster», dice. También se intentó ponerle letra a la Muixeranga, pero su contenido «como parte del himno actual de la Comunitat Valenciana creaba controversia y al final se ha decidido dejarla sólo con la música», explica. El baile vive ahora una época de esplendor. «Es un símbolo en Algemesí porque ha tenido más resonancia que, por ejemplo, los Tornejants gracias a los medios de comunicación. Hay que evitar que vuelva a pasar como en los 70 cuando los participantes estaban hasta mal vistos», según Beltrán. c. alós alzira