A exhibir la capa con honra. A eso fue a lo que ayer se comprometieron con juramento y tres toques de espada incluidos —en hombros y coronilla—, como si se tratara de un viaje en el tiempo a la Corte del Rey Arturo, nueve neófitos que fueron investidos con el caduco honor de caballero en la Asociación Valenciana de la Capa Española, en una ceremonia de rancia estampa a la que asistieron un centenar de personas que se celebró en la iglesia de Santa Catalina, en la que no faltaron los escuderos-monaguillos, ni la procesión de portadores de las enseñas de la hidalguía española: espuelas, espada, custodia y reliquia.

Para dar empaque al ritual del nombramiento de los nuevos cruzados, la denominada como «orden», aunque en realidad no es más que es una asociación de apenas dos años de vida, invitó a tres miembros de vetustas casas reales europeas: el archiduque de Austria, Príncipe de Toscana y Principe Real de Hungría, Andrés Salvador de Habsburgo-Lorena, biznieto de la conocidísima Sissi Emperatriz; el jefe de la Casa Real de Georgia, Davit Bragationi Mukhrani Zormosa que acudió con su esposa Anna Bragationi-Gruzinski y el infante de Portugal y Duque de Viseu, Miguel de Bragança.

El abogado Carlos Verdú, que preside la asociación, intentaba ordenar el cortejo procesional en unos prolegómenos salpicados de nervios. La ceremonia quiso ser una copia de las que celebraban las antiguas ordenes militares de caballería del medievo, tanto por el lenguaje utilizado: «Se abre el capítulo» para referirse al inicio de la reunión, como por los símbolos exhibidos —una réplica de la espada que llevaba Jaime I al entrar en la ciudad de Valencia— y el tipo de juramento pronunciado por los nuevos portadores de la capa española: «Juro respetar ante Dios y la Santísima Virgen en todos los momentos de mi vida los mandamientos divinos, las leyes terrenales y las tradiciones españolas...».

La ceremonia arrancó con la bendición de las medallas y de las capas. Lo primero fue colocar esta prenda de paño de lana de oveja merina, que en 1766 provocó el motín de Esquilache y que en la actualidad viene a costar unos 600 euros, sobre los hombros de los tres invitados de alcurnia que agradecieron el presente. Para dar solemnidad al acto se designó al archiduque de Austria como Hermano Mayor y Protector de la asociación, para que fuera él quien invistiera con la espada a los nuevos cruzados que acudieron con padrino.

Representación caballeresca

Una vez se comprometíeron delante del altar y de rodillas a defender el uso de la capa española, Verdú culminaba la representación del sainete caballeresco con la frase: «Si así lo hacéis que Dios os lo premie y si no que os lo demande».

Al acto fueron invitados los representantes de otras órdenes de diferente signo como la Hermandad del Santo Cáliz, San Jorge, San Lázaro de Jerusalen, Caballers de la Ploma, Cabildo de San Jorge y Santiago, Carlos V y la de Sancti Michaelis de España.

Los nuevos cruzados investidos ayer fueron Luis Espejo Valdemoral, Francisco Rodriguez Aguado, Vicente Latorre Valero, Miguel Zorrilla Ayllón, Diego Elun Macías, Diego Elún Valdés, Victor Jiménez Bosch, José Aybar Arias y José Vicente Camarasa Navalón que a partir de ahora se verán obligados a ponerse esta prenda en honor a los tejedores de paño y al patrón de la capa, San Martín de Tours, aunque sea un enero de derrroche tropical.

Los elogios del Austria a la ciudad de Valencia

Andrés Salvador de Habsburgo manifestó ayer que la diferencia entre la España de los Austrias y la de los Borbones es la sencillez. El descendiente del archiduque de Austria al que los valencianos apoyaron en la Guerra de Sucesión Española en sus aspiraciones al trono lamentó la cantidad de objetos superfluos que nos rodean. «Todo lo que no poseo es un peso que no tengo que llevar», agregó. Inteligente, de agudo sentido del humor, reflexivo y espontáneo no tuvo más que elogios para la ciudad de Valencia. «La Ciudad de las Ciencias es comparable con el Coliseo Romano y aunque ustedes se arruinen esa obra desvanece en la sombra a la Torre Eiffel», afirmó. También elogió la «renaturalización» de la obra de canalización del Rio Turia y los jardines realizados en el antiguo cauce, que según él no tienen nada que envidiar a los antiguos jardines de Babilonia. p. g. b.valencia