Aunque los combates más viscerales de la Batalla de Valencia se libraron por la bandera, el nombre del territorio o la denominación del idioma propio, los valencianos también arrastran una herida simbólica con su himno. La mayoría de la sociedad acepta como propio el oficial, el que ofrenda a España las glorias valencianas, mientras que una minoría nacionalista se aferra a la Muixeranga. Pero la división no es actual. Viene de lejos, como recuerda el veterano periodista Francesc Pérez Moragón en su último libro Himnes i Paraules. Misèries de la Transició Valenciana (Editorial Afers), un compendio de viejos, y pese a ello actuales, textos del autor.

En ellos recupera la campaña contra el Himno Regional que oficializó el gobierno dictatorial de Primo de Rivera, y reproduce sus dos cánticos alternativos, los llamados himnos valencianistas y que hoy permanecen en el olvido. El primero, Vent de Ponent, de 1917, destila un palpable anticastellanismo y atribuye a España ("el Ponent maleït") todos los males que afectan a la economía valenciana. El otro himno valencianista se remonta a 1922. Bajo el ya indicativo nombre de Cançó de lluita (y curiosamente compuesto por Maximilià Thous Llorens, hijo del autor del Himno de la Exposición), el cántico insta a defender la tierra valenciana frente a "ladrones, verdugos y tiranos", aunque su tono es algo más conciliador.

A esos dos himnos, "que reflejaban realmente las necesidades y las reivindicaciones del País Valencià", escribe Pérez Moragón, se aferraban los valencianistas de los años 20 y 30 en su lucha contra el Himno de la Exposición, inicialmente escrito en castellano. Sin embargo, pese a la campaña en contra, el Himno de la Exposición continuó. ¿Por qué? "Por dos razones muy sencillas", anota Pérez Moragón. "Porque el nacionalismo, pese al indudable avance conseguido durante la Segunda República, no consiguió ninguno de los objetivos que preveía. No ya la autonomía: ni tan siquiera la simple cooficialidad idiomática. Y en segundo lugar, porque las fuerzas republicanas, primero burguesas y después pequeñoburguesas y obreras, que dominaron el panorama político valenciano entre 1932 y 1939, no llegaban, en el mejor de los casos, más allá del simple 'regionalismo bien entendido' que ya tenía más que suficiente con aquello de 'Para ofrendar'".

El corte del franquismo

Luego vino la larga noche del franquismo. Como cuenta el autor, "las nuevas promociones nacionalistas, aparecidas durante el franquismo, sobre todo a partir de 1960, heredaron de las precedentes los efectos de aquella falta de un himno valenciano reivindicativo y no claudicante. El corte había sido muy profundo, y muy traumático, y nadie, o casi nadie, sabía que existiera Vent de PonentCançó de lluita". Y ante este vacío, se tomaron por himnos de resistencia canciones de Raimon, especialmente Al vent, o de Al Tall, como Darrer diumenge d'octubre. Hasta sonaba reivindicativo cantar El tio Pep se'n va a Muro...

Fue en aquellos años, hacia 1966 según precisa Pérez Moragón, cuando emergió la música de la Muixeranga como himno oficioso "para la gente que ideológicamente se coloca en la parte de enfrente a lo que representa el Himno regional". El cantante de Al Tall, Vicent Torrent, le ha puesto letra. Así gana fuerza como himno valencianista.

¿Y por qué habla de miserias Pérez Moragón? "Porque fue miserable -responde- que nos pasáramos tanto tiempo hablando del himno, la bandera o el nombre de la lengua, y que descuidaramos cuestiones fundamentales como que la gente conociera la historia y la geografía del País Valencià y así tuvieran el sentido de una realidad compartida, o de cómo estructurar nuestro territorio. Se desvió la atención de lo importante. Ésas -remarca- fueron las miserias de la Transición".