Tiene fiebre, una infección estomacal que le ha tenido toda la noche en danza y un importante dolor de testículos ocasionado por seis tumores "como seis soles", como él mismo refiere, pero nada, ni siquiera los dos mil tumores que le diagnosticaron hace más de un año en Estados Unidos frenan a Paco Sanz en su empeño por vivir, pese a los dolores, al malestar y al enigma de una enfermedad sin tratamiento que se conoce como síndrome de Cowden y que emergió en su vida hace dos años y medio.

Paco Sanz era comercial de una empresa de transportes con una vida más o menos normal y mucha actividad deportiva hasta que empezó a perder pelo detrás de la cabeza a una velocidad vertiginosa. Tras quedarse sin cejas, acudió al hospital General donde le advirtieron que aquello era mucho más serio que una simple alopecia y que podría tratarse de cáncer. Al mismo tiempo, la cara se le llenó de un montón de bultitos y vesículas internas que resultaron ser el reflejo de todos sus tumores.

En agosto de 2009, un análisis genético realizado en el Centro Nacional de Investigación Oncológica confirmó que tenía una insólita enfermedad denominada síndrome de Cowden. Su vida se truncó.

El diagnóstico se convirtió en una espada de Damocles, ya que cualquiera de los más de dos mil tumores, inicialmente benignos que más tarde le diagnosticaron en Estados Unidos, podía malignizarse, como ocurrió con uno ubicado en el esófago. En su apuesta con la vida, Paco es consciente de que tiene un riesgo muy elevado de sufrir cáncer de pecho, tiroides, testículos y de tracto gastrointestinal, que son sus áreas más vulnerables.

"Aquí -añade-no me daban ninguna alternativa, así que emití un SOS en diferentes foros y me llamaron del hospital de la base naval de Bethesda, en Estados Unidos, para invitarme a participar en un ensayo clínico".

Paco relata que durante el último año, se ha convertido, a petición propia, en cobaya humana para probar la eficacia de un medicamento que en la actualidad se prescribe a los trasplantados de riñón y que podría ser de gran eficacia para tratar a las personas que, como él, carecen de un gen denominado PTEN que protege contra la aparición de tumores.

De la Reina a la conselleria

Cuando tuvo claro que viajaría a EE UU para embarcarse en esta aventura médica escribió a la Reina Sofía para pedirle apoyo en tan cruciales momentos. La monarca le derivó a la Conselleria de Sanidad, donde solicitó una ayuda que le fue denegada. "Lo único que me dijeron fue que si quería conseguir algo que acudiera a los tribunales".

Antes de cruzar el Atlántico, Paco se sometió en Valencia a tratamientos de toda índole: "me llegaron a quemar la cara para quitarme los bultos y me hicieron auténticas barbaridades".

En la invitación a participar en el ensayo, el hospital militar norteamericano le notificó que el tratamiento lo abonarían ellos, pero que el viaje y la estancia los tendría que pagar él. En la fase preliminar del ensayo, que se ha prolongado durante un año, Paco ha viajado en ocho ocasiones al pais de Obama.

"Después de este primer año de pruebas con el nuevo medicamento que me ha ido muy bien y de gastarme todo lo que tenía, ahora empieza el verdadero ensayo clínico que durará tres años", declara Paco que indica que el es el séptimo paciente del mundo que participa en este experimento y que para seguir adelante tiene que firmar un compromiso de permanencia de tres años.

Sus ganas de vivir y de superar con el nuevo tratamiento el constante peligro que significa cohabitar con dos mil tumores tropiezan con el gran escollo de la falta de recursos económicos. Aún así, Paco no se rinde y en las últimas semanas ha trabajado como vigilante jurado para conseguir dinero y costearse el viaje. También ha emprendido una campaña en internet para recabar ayuda con la que pagar los viajes y la estancia en Estados Unidos.

Para este segundo pulso con la enfermedad, Paco ha abierto una página web (www.ayudapacosanz.com) donde explica lo que tiene y solicita el apoyo económico de los ciudadanos porque a pesar de su esfuerzo y el de su familia, con lo ahorrado no puede comprometerse a mantener un tratamiento continuado durante tres años que, sin duda, abriría la puerta a otros enfermos como él.

El 18 de febrero viaja de nuevo a Estados Unidos para decidir si firma o noel compromiso: "Lo realmente caro es el hotel que cuesta 100 dólares diarios, a pesar de que me hacen un 50% de descuento por larga estancia".

"Solo pido un poco de solidaridad; al principio -confiesa-me daba muchísima vergüenza, pero no puedo más; antes mi vida era el futuro, pero ahora vivo siempre en el presente porque no sé lo que me va a pasar".