Tanques, tanquetas, cañones, toque de queda, miedo, tranquilidad, libertad. Con estas palabras se resume el largo día del 23-F en Valencia, una de las dos ciudades -la otra fue Madrid- que puso cara a la jornada más siniestra de la democracia española. Los carros de combate entrando por las grandes avenidas ofrecieron, junto con la entrada del teniente coronel Antonio Tejero en el Congreso de los Diputados, la imagen del día, un día que comenzó mucho antes de que pudiera oirse el ruido de cadenas.

A primera hora de la mañana el teniente general de la Tercera Región Militar, Jaime Milans del Bosch, puso en marcha en toda la zona de Levante la denominada "Operación Alerta Roja", dirigida a mantener la seguridad en los cuarteles. En algunos de ellos, los militares llevaban una semana movilizados esperando acontecimientos, pero el secreto era máximo.

Fue a las diez y veinte de la mañana cuando empezaron a revelarse algunas de sus intenciones. Según consta en un informe confidencial enviado por el general Emilio Urrutia, jefe del Estado Mayor de la Tercera Región Militar, al general Luis Caruana, gobernador militar de Valencia, a esa hora Milans del Bosch citó en su despacho al propio Urrutia, a su segundo, el coronel Ibáñez Inglés, y a los cuatro jefes de sección, los coroneles y tenientes coroneles José Luis Somalo, Horacio Santos, Joaquín Pacheco y Jaime Güerri. Tenía que comunicarles "un asunto muy grave". "Podía producirse en Madrid un hecho importante y, por supuesto, incruento, al que hay que estar atentos", les dijo. Sólo el coronel Ibáñez Inglés sabía de lo que hablaba, el resto no entendían absolutamente nada.

Para convencerlos de la necesidad de estar movilizados, Milans les aseguró que el Rey estaba al corriente de todo y que su portavoz en este asunto sería el general Armada, "de cuya fidelidad a la Corona no tengo ninguna duda", les explicó.

Movilizados en los cuarteles

Tras la reunión, cada mando alertó a sus tropas a la espera de que se produjera el "hecho grave" del que hablaba Milans, acontecimiento que se materializó a las 18,20 horas en forma de asonada. El teniente coronel Antonio Tejero entró en el Congreso de los Diputados y se hizo con el control del Parlamento, para a renglón seguido dar cuenta de su acción al general de Valencia, una prueba más, dicen los analistas, de la implicación de Milans en la trama.

Según un testigo presencial que permanecía tendido en el suelo de la centralita del Congreso, nada más culminar su acción Tejero pidió conferencia con la capital del Turia y le dijo a su interlocutor: "Mi general, sin novedad. Todo en orden, todo en orden. Sin novedad". Y cuando colgó el teléfono gritó ""Viva España, por fin", a lo que siguió una orden para que cortaran las comunicaciones con el Palacio de la Carrera de San Jerónimo.

En pocos minutos Milans emitió en Valencia un bando en el que, para salvaguardar el orden en estos momentos convulsos, asumía todos los poderes, suspendía la actividad pública y declaraba el toque de queda entre las nueve de la noche y las siete de la mañana. No contento con eso, para garantizar el cumplimiento de su orden sacó los tanques a la calle.

Poco después de las siete de la tarde Valencia empezó a sentir el ruido de cadenas. Medio centenar de vehículos de combate y dos mil soldados de la División Maestrazgo III, con sede en Bétera y Paterna, se desplegaron por la ciudad y tomaron los puntos estratégicos de la misma. Una docena de los ruidosos M-47, tanques equipados con un cañón de 90x38 milímetros y tres ametralladoras Browning, así como decenas de tanquetas de patrulla, se desplegaron por las grandes vías Marqués del Turia y Fernando el Católico, por el segundo anillo que conforman las avenidas Pérez Galdós, Giorgeta y Peris y Valero, y también por la avenida del Cid y la avenida del Puerto. Luego se apostaron frente a los gobiernos militar y civil, el Ayuntamiento, la Diputación, la Jefatura de Policía, los medios de comunicación e incluso la estación de autobuses, asegurándose así el control total de la situación.

El Ala 11 resistió

El único obstáculo que encontró Milans del Bosch en ese despliegue fue el Ala 11 del Ejército del Aire con base en Manises. Su coronel jefe se negó a acatar la orden y cuando una columna de vehículos se dirigía a la base para rendirla, éste amenazó con enviar dos cazas equipados con misiles aire-tierra para destruir a los tanques. Cuando el general golpista dio la orden de volver, dos de estos aviones ya tenían encendidos su motores, según reveló después el ministro Alberto Oliart en una entrevista radiofónica.

La situación se mantuvo así, en una tensa calma, hasta que a la una y cuarto de la madrugada del día 24 el Rey ofreció su mensaje televisado a la nación y Milans del Bosch fue invitado personalmente por el monarca para que depusiera su actitud. Sólo por mandato real -la Junta de Jefes del Estado Mayor lo había intentado antes sin éxito- y ya a las 5 de la madrugada, Milans emitió el bando que revocaba su orden anterior, agradecía la colaboración de todas las autoridades y aseguraba que en todo momento su intención había sido "el servicio a España" y "el respeto a la ley bajo el mando supremo del Rey". "Viva el Rey. Viva Siempre España", terminaba la nota y con ella la jornada más negra de la reciente historia política de Valencia.

Horas después, el general golpista fue arrestado y puesto a disposición judicial.

M-47: el carro de combate que Estados Unidos había cedido a la dictadura

Una columna de tanques sorprendió a los vecinos de la Avenida del Cid poco después de que se hiciera de noche. Los carros de combate de la ya desaparecida División Maestrazgo III se adentraron lentamente en la ciudad y tomaron posiciones. La gente, temerosa, se asomaba por las ventanas y veía la foto del día, la que se muestra a la izquierda de este texto. Eran los M-47 moviendo sus pesadas cadenas por el asfalto de la ciudad, algo que en España ya sólo ocurría cuando se celebraba el Día de las Fuerzas Armadas. De hecho, algunos de los itinerarios que siguieron aquella noche habían sido probados en la citada celebración. El M-47 es un tanque de origen americano que se fue incorporando al Ejército español a partir de 1954. Se calcula que en total, la dictadura de Franco recibió más de 400 unidades como ayuda de Estados Unidos a nuestro país, todos ellos de segunda mano. Tras el golpe de Estado aún permanecieron activos una década, aunque los de Valencia, por la reestructuración del Ejército, fueron enviados al Goloso, a Madrid. Ahora sólo queda una unidad en el jardín del cuartel de San Juan de Ribera en Valencia. Es el de la página anterior.